/ jueves 31 de mayo de 2018

Un hecho que me trajo muchos recuerdos (II)

Esta colaboración es una continuación de la semana pasada, como mencioné en la primera parte, tengo muchos recuerdos de mi vida desde mi niñez, la convivencia en familia con mis padres y hermanos y mi época de estudios tanto en la primaria, la secundaria y la preparatoria; cuando vivía en Cd. Juárez, cursando el segundo año de preparatoria, (en aquel tiempo era de sólo dos años) fui abanderado, al igual que cuando fui subteniente de cadetes en la Escuela Médico Militar.

Recuerdo con mucho cariño a mi maestra María Dolores Álvarez, de quinto y sexto año, en la Escuela María Martínez; era una maestra muy eficiente, simpática pero enérgica para imponer el orden en el salón donde estábamos los alumnos de 5o. y 6o. año. Mientras dictaba la clase de geografía, historia, civismo, aritmética o ciencias naturales a los de 5o. año, a los de 6o. les indicaba que hicieran tal o cual tarea o que repasaran las clases que después se las tomaría y lo mismo haría con los alumnos de 6o. año; no teníamos libros, ella dictaba todas las clases y una vez a la semana teníamos que exponerle la clase mientras ella revisaba la ortografía. Fue una maestra excepcional y muy querida.

Como lo comento, estuve en la secundaria y la preparatoria que estaban en el mismo edificio y que era la única que existía en aquel entonces y cuyo director era el maestro José Aguirre y Ramos y su esposa María Sotero de Aguirre que nos daba clases de francés y literatura, y era la directora de la preparatoria.

Yo vivía con mis queridos padres Alejandro Ricardo y Emma junto con mis cuatro hermanos; Dora Emma la mayor, yo fui el segundo, después Eduardo Alberto, un afamado ortodoncista, el único que ejercía esa especialidad en aquel entonces y que ya, lamentablemente, falleció; después, Juan Ramón y por último Aurelia.

Casualmente, mientras escribía esta colaboración, vino a mi consultorio una joven de 24 años con múltiples problemas congénitos de la que yo me he referido en muchas ocasiones y que venía por ayuda para comprar medicamentos que no cubre el Seguro Popular; mientras le hacía el cheque respectivo, recibí una llamada de El Paso de mi hija Cecilia para felicitarme por ser el día de mi santo y el aniversario de mi matrimonio con mi querida esposa María Elena, el cual fue en Parral, Chihuahua, el 24 de abril de 1961, cuando cursaba el segundo año de internado en el Hospital Central Militar, este hecho me trajo muchos recuerdos, como dice el título de esta colaboración, la cual aprovecho para agradecer una vez más a los generosos lectores del Notidiócesis por su colaboración para ayudar, a través de la Fundación ANI A.C., a señoras que padecen diversas enfermedades crónico degenerativas; como lo comenté en otra colaboración, ni un centavo nos vamos a llevar “al más allá” lo que cuentan son las buenas obras que hicimos durante nuestras vidas. Las dos partes de esta colaboración, fueron escritas el 24 de abril de este año, como lo afirmo al final de esta segunda parte.



Esta colaboración es una continuación de la semana pasada, como mencioné en la primera parte, tengo muchos recuerdos de mi vida desde mi niñez, la convivencia en familia con mis padres y hermanos y mi época de estudios tanto en la primaria, la secundaria y la preparatoria; cuando vivía en Cd. Juárez, cursando el segundo año de preparatoria, (en aquel tiempo era de sólo dos años) fui abanderado, al igual que cuando fui subteniente de cadetes en la Escuela Médico Militar.

Recuerdo con mucho cariño a mi maestra María Dolores Álvarez, de quinto y sexto año, en la Escuela María Martínez; era una maestra muy eficiente, simpática pero enérgica para imponer el orden en el salón donde estábamos los alumnos de 5o. y 6o. año. Mientras dictaba la clase de geografía, historia, civismo, aritmética o ciencias naturales a los de 5o. año, a los de 6o. les indicaba que hicieran tal o cual tarea o que repasaran las clases que después se las tomaría y lo mismo haría con los alumnos de 6o. año; no teníamos libros, ella dictaba todas las clases y una vez a la semana teníamos que exponerle la clase mientras ella revisaba la ortografía. Fue una maestra excepcional y muy querida.

Como lo comento, estuve en la secundaria y la preparatoria que estaban en el mismo edificio y que era la única que existía en aquel entonces y cuyo director era el maestro José Aguirre y Ramos y su esposa María Sotero de Aguirre que nos daba clases de francés y literatura, y era la directora de la preparatoria.

Yo vivía con mis queridos padres Alejandro Ricardo y Emma junto con mis cuatro hermanos; Dora Emma la mayor, yo fui el segundo, después Eduardo Alberto, un afamado ortodoncista, el único que ejercía esa especialidad en aquel entonces y que ya, lamentablemente, falleció; después, Juan Ramón y por último Aurelia.

Casualmente, mientras escribía esta colaboración, vino a mi consultorio una joven de 24 años con múltiples problemas congénitos de la que yo me he referido en muchas ocasiones y que venía por ayuda para comprar medicamentos que no cubre el Seguro Popular; mientras le hacía el cheque respectivo, recibí una llamada de El Paso de mi hija Cecilia para felicitarme por ser el día de mi santo y el aniversario de mi matrimonio con mi querida esposa María Elena, el cual fue en Parral, Chihuahua, el 24 de abril de 1961, cuando cursaba el segundo año de internado en el Hospital Central Militar, este hecho me trajo muchos recuerdos, como dice el título de esta colaboración, la cual aprovecho para agradecer una vez más a los generosos lectores del Notidiócesis por su colaboración para ayudar, a través de la Fundación ANI A.C., a señoras que padecen diversas enfermedades crónico degenerativas; como lo comenté en otra colaboración, ni un centavo nos vamos a llevar “al más allá” lo que cuentan son las buenas obras que hicimos durante nuestras vidas. Las dos partes de esta colaboración, fueron escritas el 24 de abril de este año, como lo afirmo al final de esta segunda parte.