/ sábado 15 de enero de 2022

Una distopía obligada: ¡No mires arriba!

Por: Mario Saavedra

Si bien mi generación creció todavía identificada con la construcción de utopías al considerar que no todo estaba aún perdido, el realizador norteamericano Adam Mckya ha pretendido con su reciente ¡No mires arriba! (Estados Unidos, 2021) precisamente una distopía. El desorden que él describe con sorna, con tonos incluso de humor negro, y que por desgracia no dista mucho de la realidad, es el de un mundo en manos de quienes sólo defienden sus propios intereses grupales y personales, y el del grueso de una humanidad adormecida en la banalidad y la ignoracia, en el valemadrismo y la indolencia, inconsciente incluso de que la vida misma pende ya de un hilo.

¡No mires arriba! parte de una tesis catastróficamente real e inobjetable, conforme su realizador hace hincapié, entre otros temas, en el papel que juegan los medios de comunicación ávidos de rating, y de una sociedad apática y adormilada en la liviandad de la que hace mención Milan Kundera en su desgarradoramente hermosa gran novela La insoportable levedad del ser donde los personajes están a merced de una dictadura de Estado que igual deduce y anestesia. Según McKay, si los poderes fácticos “ordenan no mirar arriba, porque es información falsa y no confiable”, pues que el mundo siga rodando como hasta ahora lo ha hecho.

En la programación de una conocida plataforma de streaming, ¡No miren arriba! está protagonizada por personalidades que han demostrado su compromiso con diversas causas sociales y ecológicas como Meryl Streep y Leonardo DiCaprio, dentro de una nutrida nómina de conocidos y probados histriones que como Cate Blanchett, Jennifer Lawrence, Timothée Chalamet, Jonah Hill, Mark Rylance y Rob Morgan se han sumado a un valioso e interesante proyecto que desde luego dista de ser comercial y poder interesarle a la mayoría que debería verla y pensarla. Lejos de que las opiniones de la crítica y del propio público se dividan dentro y fuera de Estados Unidos donde fue hecha, entre otras razones porque aducen que recurre a lugares comunes y no descubre un hilo negro ya muy difícil de hallar a estas alturas, me parece que la película vale particularmente la pena porque insiste en una situación mundial de crisis ante la cual pareciéramos seguir queriendo estar ajenos o al menos no querer ver en su totalidad, incluidos los gobiernos de los países desarrollados y subdesarrollados distraídos más en sus cosustanciales materias políticas y económicas.

Contrariamente a la opinión de muchos, a mí me ha gustado precisamente el tono de la cinta, y que se ocupe y entrega muchos temas y asuntos complejos y relacionados entre sí, que parodia con humor crítico, pues la comedia, como bien pensaba el propio Molière, suele penetrar con mayor fuerza que la tragedia. Es más, muchos de los aludidos han preferido volverle la espalda, pero no con cierto dejo de malestar, entre otras razones, porque resulta ser una crítica bastante manifiesta a mencionados temas escabrosos como el manejo de las autoridades, de los medios de comunicación, de las empresas privadas y del común denominador de la gente de frente a las grandes y cada vez más alarmantes crisis modernas.


Por: Mario Saavedra

Si bien mi generación creció todavía identificada con la construcción de utopías al considerar que no todo estaba aún perdido, el realizador norteamericano Adam Mckya ha pretendido con su reciente ¡No mires arriba! (Estados Unidos, 2021) precisamente una distopía. El desorden que él describe con sorna, con tonos incluso de humor negro, y que por desgracia no dista mucho de la realidad, es el de un mundo en manos de quienes sólo defienden sus propios intereses grupales y personales, y el del grueso de una humanidad adormecida en la banalidad y la ignoracia, en el valemadrismo y la indolencia, inconsciente incluso de que la vida misma pende ya de un hilo.

¡No mires arriba! parte de una tesis catastróficamente real e inobjetable, conforme su realizador hace hincapié, entre otros temas, en el papel que juegan los medios de comunicación ávidos de rating, y de una sociedad apática y adormilada en la liviandad de la que hace mención Milan Kundera en su desgarradoramente hermosa gran novela La insoportable levedad del ser donde los personajes están a merced de una dictadura de Estado que igual deduce y anestesia. Según McKay, si los poderes fácticos “ordenan no mirar arriba, porque es información falsa y no confiable”, pues que el mundo siga rodando como hasta ahora lo ha hecho.

En la programación de una conocida plataforma de streaming, ¡No miren arriba! está protagonizada por personalidades que han demostrado su compromiso con diversas causas sociales y ecológicas como Meryl Streep y Leonardo DiCaprio, dentro de una nutrida nómina de conocidos y probados histriones que como Cate Blanchett, Jennifer Lawrence, Timothée Chalamet, Jonah Hill, Mark Rylance y Rob Morgan se han sumado a un valioso e interesante proyecto que desde luego dista de ser comercial y poder interesarle a la mayoría que debería verla y pensarla. Lejos de que las opiniones de la crítica y del propio público se dividan dentro y fuera de Estados Unidos donde fue hecha, entre otras razones porque aducen que recurre a lugares comunes y no descubre un hilo negro ya muy difícil de hallar a estas alturas, me parece que la película vale particularmente la pena porque insiste en una situación mundial de crisis ante la cual pareciéramos seguir queriendo estar ajenos o al menos no querer ver en su totalidad, incluidos los gobiernos de los países desarrollados y subdesarrollados distraídos más en sus cosustanciales materias políticas y económicas.

Contrariamente a la opinión de muchos, a mí me ha gustado precisamente el tono de la cinta, y que se ocupe y entrega muchos temas y asuntos complejos y relacionados entre sí, que parodia con humor crítico, pues la comedia, como bien pensaba el propio Molière, suele penetrar con mayor fuerza que la tragedia. Es más, muchos de los aludidos han preferido volverle la espalda, pero no con cierto dejo de malestar, entre otras razones, porque resulta ser una crítica bastante manifiesta a mencionados temas escabrosos como el manejo de las autoridades, de los medios de comunicación, de las empresas privadas y del común denominador de la gente de frente a las grandes y cada vez más alarmantes crisis modernas.