/ jueves 29 de agosto de 2019

Una selfie de AMLO


Había escrito la semana pasada que existe cierta idiotez que parece infinita; como ejemplo de que la estupidez no entiende de sexos ni de fronteras, tomemos el caso de la ciudad de Nueva York, la cual procedió a proclamar la existencia de treinta y un géneros.

En su libro “Cómo hablar con un izquierdista”, Gloria Álvarez da cuenta de las diez cosas que tienes que saber si eres de izquierda; y ahí, en la sexta, se lee clarito: “Hay que saber de todo”; y procede a explicarlo de inmediato: “Una de las mayores habilidades del izquierdista es que sabe de todo. El izquierdista sabe de política, de sanidad, de educación, de cultura, de relaciones internacionales, es un experto en derecho y la historia es su materia preferida”. ¿Qué mejor ejemplo de ese aserto que AMLO?

Con una inventiva digna de mejores causas, prolija hasta el exceso; y tan imaginativa que, parece, su último trabajo fue en Disneylandia, Andrés Manuel cree una de cosas que da gusto; virtud a esa apropiación de la historia, necesaria para apuntalar sus mitos y manías.

El riesgo, sólo por citar un caso allende nuestra fronteras, es obvio; tomemos en cuenta el fenómeno de “Podemos” en España; el cual logró introducir en el debate público términos que ha modelado a su real gana; el caso más significativo “es el del ‘gobierno de la gente’. Abrazados a la más absoluta de las soberbias, sus representantes se erigen en portavoces de una ciudadanía supuestamente oprimida, y lo que es peor, transforman sus opiniones políticas en un deseo de la mayoría”.

En el caso de México, ahí están las consultas “patito” a cargo de Morena, cuyo único propósito ha sido “democratizar” (¡ja!) la toma de decisiones de un gobierno irresponsable que pretende, por razones ecológicas o vinculadas al combate a la corrupción (en ese punto ni ellos lo tienen claro), desarticular un proyecto como el del Nuevo Aeropuerto Internacional; y desoyendo esas mismas razones, impulsar proyectos como el del Aeropuerto de Santa Lucía o el Tren Maya.

Desde hace mucho tiempo, Andrés Manuel sólo le hace caso a Andrés Manuel y a lo que él piensa que es correcto o incorrecto, al margen de un análisis serio que apuntale sus dichos o creencias. De ahí que, con inusitada frecuencia, AMLO recurra a lo que él llama sus datos como si, la realidad, pudiera tergiversarse igual a como falsea la historia.

Ese es todo el problema. Mientras tengamos un presidente mitómano, cuya realidad se moldea al impulso de su capricho, con el apoyo indiscutible de legisladores, diputados y senadores, dispuestos a seguirle el juego con tal de lograr sus objetivos mezquinos, el país continuará en esa serie de crisis recurrentes pues, simple y llanamente, como lo escribiera Arturo Pérez Reverte: “En un país donde la pobreza y el analfabetismo eran endémicos, las prisas por cambiar en un par de años lo que habría necesitado el tiempo de una generación resultaban mortales de necesidad”.

En ese afán idiota de cambiar a un México centenario en un par de años, la única realidad posible, y en marcha, es el desastre. Al tiempo.


Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: http://unareflexionpersonal.wordpress.com/


luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com


Había escrito la semana pasada que existe cierta idiotez que parece infinita; como ejemplo de que la estupidez no entiende de sexos ni de fronteras, tomemos el caso de la ciudad de Nueva York, la cual procedió a proclamar la existencia de treinta y un géneros.

En su libro “Cómo hablar con un izquierdista”, Gloria Álvarez da cuenta de las diez cosas que tienes que saber si eres de izquierda; y ahí, en la sexta, se lee clarito: “Hay que saber de todo”; y procede a explicarlo de inmediato: “Una de las mayores habilidades del izquierdista es que sabe de todo. El izquierdista sabe de política, de sanidad, de educación, de cultura, de relaciones internacionales, es un experto en derecho y la historia es su materia preferida”. ¿Qué mejor ejemplo de ese aserto que AMLO?

Con una inventiva digna de mejores causas, prolija hasta el exceso; y tan imaginativa que, parece, su último trabajo fue en Disneylandia, Andrés Manuel cree una de cosas que da gusto; virtud a esa apropiación de la historia, necesaria para apuntalar sus mitos y manías.

El riesgo, sólo por citar un caso allende nuestra fronteras, es obvio; tomemos en cuenta el fenómeno de “Podemos” en España; el cual logró introducir en el debate público términos que ha modelado a su real gana; el caso más significativo “es el del ‘gobierno de la gente’. Abrazados a la más absoluta de las soberbias, sus representantes se erigen en portavoces de una ciudadanía supuestamente oprimida, y lo que es peor, transforman sus opiniones políticas en un deseo de la mayoría”.

En el caso de México, ahí están las consultas “patito” a cargo de Morena, cuyo único propósito ha sido “democratizar” (¡ja!) la toma de decisiones de un gobierno irresponsable que pretende, por razones ecológicas o vinculadas al combate a la corrupción (en ese punto ni ellos lo tienen claro), desarticular un proyecto como el del Nuevo Aeropuerto Internacional; y desoyendo esas mismas razones, impulsar proyectos como el del Aeropuerto de Santa Lucía o el Tren Maya.

Desde hace mucho tiempo, Andrés Manuel sólo le hace caso a Andrés Manuel y a lo que él piensa que es correcto o incorrecto, al margen de un análisis serio que apuntale sus dichos o creencias. De ahí que, con inusitada frecuencia, AMLO recurra a lo que él llama sus datos como si, la realidad, pudiera tergiversarse igual a como falsea la historia.

Ese es todo el problema. Mientras tengamos un presidente mitómano, cuya realidad se moldea al impulso de su capricho, con el apoyo indiscutible de legisladores, diputados y senadores, dispuestos a seguirle el juego con tal de lograr sus objetivos mezquinos, el país continuará en esa serie de crisis recurrentes pues, simple y llanamente, como lo escribiera Arturo Pérez Reverte: “En un país donde la pobreza y el analfabetismo eran endémicos, las prisas por cambiar en un par de años lo que habría necesitado el tiempo de una generación resultaban mortales de necesidad”.

En ese afán idiota de cambiar a un México centenario en un par de años, la única realidad posible, y en marcha, es el desastre. Al tiempo.


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