/ viernes 23 de abril de 2021

Vacunas y desinformación

Con sus teorías, manifestaciones y comunicados, los activistas antivacunas intentan convencernos de que las vacunas son un peligro y que nuestra vida y la de nuestros seres queridos se pone en riesgo al recibir la dosis correspondiente.

Desde hace décadas, los antivacunas han venido sosteniendo, entre otras cosas, que las vacunas infantiles han causado autismo, lo cual se ha desmentido una y otra vez por los investigadores científicos.

En la actualidad, en el marco de la pandemia de Covid-19, los grupos de antivacunas se encargan de hacer una entusiasta campaña en contra de la vacunación contra dicha enfermedad, justo cuando se concreta la esperanza para millones y millones de personas que buscan prevenir el contagio del virus.

Explotando casos lamentables de personas que, por su edad o estado previo de salud, enfermaron o se agravaron, e incluso fallecieron después de haber sido inoculados, los antivacunas acentúan su “contra-campaña” alimentándola con desinformación.

La comunidad científica, por su parte, se afana en desmontar los argumentos de los antivacunas, anteponiendo el rigor de la razón y los datos que generan los estudios de las disciplinas que se ven involucradas en esta problemática de salud.

Aprovechándose de las redes sociales, los antivacunas se dedican a expandir mensajes en los que aparecen vinculados medios de comunicación, gobiernos y empresas. Sin embargo, a veces sólo es suficiente buscar fuentes y cruzar datos en la red para percatarnos de que los mensajes son infundados.

Incluso, muchos medios de comunicación, así como instancias gubernamentales y empresariales, se preocupan por indagar sobre el origen y la veracidad de los contenidos que los antivacunas divulgan tan afanosamente.

Como si no fuera suficiente la sobreinformación con la cual se bombardea cotidianamente al público, los grupos que están contra las vacunas añaden la desinformación con sus suspicacias y teorías tejidas con el propósito de asustar y desalentar.

Si hay pacientes en condición muy frágil o con enfermedades terminales, el riesgo de agravarse con o sin vacuna de por medio me parece entendible. Pero que a partir de esos casos se concluya que alguien quiere dañarnos con las vacunas, eso sí me parece inentendible.

Las ciencias de la salud están para el servicio de la humanidad, y cada investigación que las involucre tiene consecuencias en la mejoría de las condiciones en que vivimos. Hay que creer en esto, en esta misión y sus estrategias.

Es lamentable que, aparte de estar enfrentando la pandemia Covid-19, tengamos que lidiar con la infodemia, dentro de la cual lo más pernicioso es la falsedad en los mensajes.

Con sus teorías, manifestaciones y comunicados, los activistas antivacunas intentan convencernos de que las vacunas son un peligro y que nuestra vida y la de nuestros seres queridos se pone en riesgo al recibir la dosis correspondiente.

Desde hace décadas, los antivacunas han venido sosteniendo, entre otras cosas, que las vacunas infantiles han causado autismo, lo cual se ha desmentido una y otra vez por los investigadores científicos.

En la actualidad, en el marco de la pandemia de Covid-19, los grupos de antivacunas se encargan de hacer una entusiasta campaña en contra de la vacunación contra dicha enfermedad, justo cuando se concreta la esperanza para millones y millones de personas que buscan prevenir el contagio del virus.

Explotando casos lamentables de personas que, por su edad o estado previo de salud, enfermaron o se agravaron, e incluso fallecieron después de haber sido inoculados, los antivacunas acentúan su “contra-campaña” alimentándola con desinformación.

La comunidad científica, por su parte, se afana en desmontar los argumentos de los antivacunas, anteponiendo el rigor de la razón y los datos que generan los estudios de las disciplinas que se ven involucradas en esta problemática de salud.

Aprovechándose de las redes sociales, los antivacunas se dedican a expandir mensajes en los que aparecen vinculados medios de comunicación, gobiernos y empresas. Sin embargo, a veces sólo es suficiente buscar fuentes y cruzar datos en la red para percatarnos de que los mensajes son infundados.

Incluso, muchos medios de comunicación, así como instancias gubernamentales y empresariales, se preocupan por indagar sobre el origen y la veracidad de los contenidos que los antivacunas divulgan tan afanosamente.

Como si no fuera suficiente la sobreinformación con la cual se bombardea cotidianamente al público, los grupos que están contra las vacunas añaden la desinformación con sus suspicacias y teorías tejidas con el propósito de asustar y desalentar.

Si hay pacientes en condición muy frágil o con enfermedades terminales, el riesgo de agravarse con o sin vacuna de por medio me parece entendible. Pero que a partir de esos casos se concluya que alguien quiere dañarnos con las vacunas, eso sí me parece inentendible.

Las ciencias de la salud están para el servicio de la humanidad, y cada investigación que las involucre tiene consecuencias en la mejoría de las condiciones en que vivimos. Hay que creer en esto, en esta misión y sus estrategias.

Es lamentable que, aparte de estar enfrentando la pandemia Covid-19, tengamos que lidiar con la infodemia, dentro de la cual lo más pernicioso es la falsedad en los mensajes.