/ martes 15 de enero de 2019

¿Valdrá la pena el esfuerzo?

Iba caminando con mi pinza para recoger basura y con un saco para juntarla, y me topo a un señor que venía en sentido contrario y me dice: “Buenos días, señora ¿atrapando serpientes?”. Jajaja, me causó mucha gracia. Y respondí: “No señor, ando recogiendo basura”, y su cara cambió a un gesto de “¿por qué?”, y así quedo, él siguió con su caminata y yo con mi tarea. Quizá pensó: “¿A quién se le ocurre recoger basura?”.

En otra ocasión estuve limpiando por varios días el estacionamiento de terracería de la presa El Rejón que está cerca de las cuevas rarámuris, y al tercer día se me acerca un señor y me pregunta: “¿Oiga, a qué hora sale de trabajar?”, jajaja. Y le dije: “¡No!, yo estoy haciendo esto por gusto, digamos que soy voluntaria”. “¡Ah! Es que tengo tres días observándola y pensé que trabajaba para el Municipio, yo sí soy empleado del parque. ¿Por qué no pide que la metan a la nómina?”. Jejeje. ¡No estaría mal!

En un viaje a Mazatlán fui a la playa, y como había una exageración de basura me puse manos a la obra. Estaba en eso de levantar cuanta cosa se me atravesaba, cuando se me acerca un hombre y me dice: “¡La felicito, qué excelente tarea! ¡Es usted mi tipo de mujer!”. Y ya después de decirme que él también estaba preocupado por la contaminación y demás, me pregunta: “¿No le gustaría ir a tomar un café?”. Jajaja. Y de pilón, para hacerlo más gracioso, en eso se acerca una de mis hermanas que andaba conmigo y dice el susodicho: “También su mamá puede venir”.

Recoger basura ha sido saludable porque hago ejercicio al aire libre, es entretenido pues me topo con mucha gente, es satisfactorio al comparar cómo estaba el lugar y cómo lo dejo, ha sido divertido por los comentarios que me han hecho, y es motivante por esos que me felicitan y se detienen a reflexionar en el problema.

Recibo miradas de incógnita, y creo que es porque se les hace raro ver a una persona que no es empleada en una tarea tan “sucia”, una actividad que no es común para alguien al que no se le paga y hasta podría ser calificada de denigrante, pero el motivo que me mueve es darle una manita a la naturaleza, ofrecerlo como un servicio a Dios y a todos esos que disfrutan de los espacios en los que he trabajado.

Pero… el gran pero es, cuando regreso a lugares que dejé en óptimas condiciones y los vuelvo a encontrar con basura de nuevo, y me pregunto: ¿Tendrá sentido lo que estoy haciendo?

¿Qué se puede hacer para que eso de tirar la basura fuera de lugar se aprecie como una falta de respeto a Dios y a su creación? ¿Y cómo se puede alentar a los renegados que no creen en el Creador o sienten que no le deben nada?

Y lo reitero, una y otra vez, la multa es la única opción que abarca a todas las mentalidades, entiendan o no la finalidad. ¡Tiras, pagas! Sigues tirando, sigues pagando, hasta que te unas a esta tarea que es en beneficio de todos. Es la tarea que enseña en la práctica el problema y desde ese aprendizaje sigue pensar en la reducción de la basura que generas, nace el compromiso de ver por lo reusable y biodegradable.

En ocasiones oigo cómo la responsabilidad de los problemas se dirige directamente al gobierno, y uno de ellos es la basura. ¡Para eso les pagamos, que solucionen! Actitud cómoda para deslindarse de ese equipo que de alguna manera nos invita a cooperar y no escuchamos el llamado. Yo desde donde estoy, ¿qué puedo hacer? ¿Desde mi actuar qué ejemplo doy? ¿Qué será del mundo en el futuro? ¿Cómo calificarán nuestra cultura las futuras generaciones? Si no actuamos ya, ¿cuándo?

La naturaleza se nos dio para sustraer de ella el sustento mismo de la vida y sólo entendiendo ese concepto encontraremos todas las razones para velar por el bien de los espacios naturales, incluyendo los asomos grandes y pequeños de vida en las urbes.

El futuro del ser humano está entrelazado vitalmente al futuro de la naturaleza, sin ella no hay opción de supervivencia. Los recursos naturales no tienen precio, y aun cuando tengamos los recursos económicos para disponer y desechar en el medioambiente, no hay fortuna capaz de sanar espacios devastados fuera de los límites renovables. ¡La naturaleza es vida y como tal muere en el descuido!

Todos somos maestros, todos somos alumnos, hay que abrirse a enseñar y a aprender por el bien de este medio que nos da tanto y al que no le agradecemos lo suficiente.

Iba caminando con mi pinza para recoger basura y con un saco para juntarla, y me topo a un señor que venía en sentido contrario y me dice: “Buenos días, señora ¿atrapando serpientes?”. Jajaja, me causó mucha gracia. Y respondí: “No señor, ando recogiendo basura”, y su cara cambió a un gesto de “¿por qué?”, y así quedo, él siguió con su caminata y yo con mi tarea. Quizá pensó: “¿A quién se le ocurre recoger basura?”.

En otra ocasión estuve limpiando por varios días el estacionamiento de terracería de la presa El Rejón que está cerca de las cuevas rarámuris, y al tercer día se me acerca un señor y me pregunta: “¿Oiga, a qué hora sale de trabajar?”, jajaja. Y le dije: “¡No!, yo estoy haciendo esto por gusto, digamos que soy voluntaria”. “¡Ah! Es que tengo tres días observándola y pensé que trabajaba para el Municipio, yo sí soy empleado del parque. ¿Por qué no pide que la metan a la nómina?”. Jejeje. ¡No estaría mal!

En un viaje a Mazatlán fui a la playa, y como había una exageración de basura me puse manos a la obra. Estaba en eso de levantar cuanta cosa se me atravesaba, cuando se me acerca un hombre y me dice: “¡La felicito, qué excelente tarea! ¡Es usted mi tipo de mujer!”. Y ya después de decirme que él también estaba preocupado por la contaminación y demás, me pregunta: “¿No le gustaría ir a tomar un café?”. Jajaja. Y de pilón, para hacerlo más gracioso, en eso se acerca una de mis hermanas que andaba conmigo y dice el susodicho: “También su mamá puede venir”.

Recoger basura ha sido saludable porque hago ejercicio al aire libre, es entretenido pues me topo con mucha gente, es satisfactorio al comparar cómo estaba el lugar y cómo lo dejo, ha sido divertido por los comentarios que me han hecho, y es motivante por esos que me felicitan y se detienen a reflexionar en el problema.

Recibo miradas de incógnita, y creo que es porque se les hace raro ver a una persona que no es empleada en una tarea tan “sucia”, una actividad que no es común para alguien al que no se le paga y hasta podría ser calificada de denigrante, pero el motivo que me mueve es darle una manita a la naturaleza, ofrecerlo como un servicio a Dios y a todos esos que disfrutan de los espacios en los que he trabajado.

Pero… el gran pero es, cuando regreso a lugares que dejé en óptimas condiciones y los vuelvo a encontrar con basura de nuevo, y me pregunto: ¿Tendrá sentido lo que estoy haciendo?

¿Qué se puede hacer para que eso de tirar la basura fuera de lugar se aprecie como una falta de respeto a Dios y a su creación? ¿Y cómo se puede alentar a los renegados que no creen en el Creador o sienten que no le deben nada?

Y lo reitero, una y otra vez, la multa es la única opción que abarca a todas las mentalidades, entiendan o no la finalidad. ¡Tiras, pagas! Sigues tirando, sigues pagando, hasta que te unas a esta tarea que es en beneficio de todos. Es la tarea que enseña en la práctica el problema y desde ese aprendizaje sigue pensar en la reducción de la basura que generas, nace el compromiso de ver por lo reusable y biodegradable.

En ocasiones oigo cómo la responsabilidad de los problemas se dirige directamente al gobierno, y uno de ellos es la basura. ¡Para eso les pagamos, que solucionen! Actitud cómoda para deslindarse de ese equipo que de alguna manera nos invita a cooperar y no escuchamos el llamado. Yo desde donde estoy, ¿qué puedo hacer? ¿Desde mi actuar qué ejemplo doy? ¿Qué será del mundo en el futuro? ¿Cómo calificarán nuestra cultura las futuras generaciones? Si no actuamos ya, ¿cuándo?

La naturaleza se nos dio para sustraer de ella el sustento mismo de la vida y sólo entendiendo ese concepto encontraremos todas las razones para velar por el bien de los espacios naturales, incluyendo los asomos grandes y pequeños de vida en las urbes.

El futuro del ser humano está entrelazado vitalmente al futuro de la naturaleza, sin ella no hay opción de supervivencia. Los recursos naturales no tienen precio, y aun cuando tengamos los recursos económicos para disponer y desechar en el medioambiente, no hay fortuna capaz de sanar espacios devastados fuera de los límites renovables. ¡La naturaleza es vida y como tal muere en el descuido!

Todos somos maestros, todos somos alumnos, hay que abrirse a enseñar y a aprender por el bien de este medio que nos da tanto y al que no le agradecemos lo suficiente.

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