“Un pueblo realiza un gran progreso cuando descubre que la suma de esfuerzos personales de cada cual y no los gobiernos es lo que determina el rango de una nación en el mundo”
Le Bon
La suma de los esfuerzos, de los procesos y de la energía de todos los seres humanos ha configurado los cambios permanentes de las sociedades humanas a través de la historia. No debemos marearnos con las actitudes mesiánicas de personas, grupos o partidos, que llenan de posverdades a la opinión pública, prometiendo que todos los problemas de la nación serán debidamente resueltos. El sendero de la patria lo creamos día a día todos los compatriotas, y no los presidentes de la república. Sería una gran aberración creer tal juicio, que produciría paternalismos, dependencia y la pérdida de nuestras libertades.
No nos engañemos con la retórica que imprimen los electoreros al concepto “cambio”. Nos machacan a todas horas que todos los males de nuestra nación son culpa del gobierno, de donde derivan las corruptelas, la tenebrosa impunidad y el irresponsable uso del erario. Los que ofrecen cambios utilizan el lenguaje de los caudillos sectarios y fascistas. Bueno, hasta ofrecen quitar los impuestos o bajar sus tasas, mayor desvergüenza no se puede tolerar. ¡Basta de odios y de mentiras! Se debe llevar a cabo una convocatoria a todos los mexicanos a cumplir con nuestras leyes, incluidas las fiscales y, a fortalecer nuestras instituciones. Desde luego, la más importante: la educación pública.
¿Cómo progresará un pueblo, si su gobierno ataca a sus maestros y no aplica los recursos que él mismo demanda para que los niños y jóvenes reciban el servicio educativo? No nos equivoquemos al emitir nuestro valioso voto no son los candidatos campeones de oratoria (PdeAN), Reyes Magos (Morena) o Cantinflas (Independiente). Si de verdad queremos progresar, leamos la declaración de principios, programa de acción y estatutos de cada instituto político y exijamos a los candidatos que enarbolen las banderas de sus documentos básicos y, ya electos: ¡Que los cumplan! Déjense de avioncitos, de las “ordalías” mochamanos, de la retórica retorcida tipo Diego. Los mexicanos merecemos progresar, ¡hagámoslo!