/ martes 1 de mayo de 2018

Vamos a progresar

“Un pueblo realiza un gran progreso cuando descubre que la suma de esfuerzos personales de cada cual y no los gobiernos es lo que determina el rango de una nación en el mundo”

Le Bon



La suma de los esfuerzos, de los procesos y de la energía de todos los seres humanos ha configurado los cambios permanentes de las sociedades humanas a través de la historia. No debemos marearnos con las actitudes mesiánicas de personas, grupos o partidos, que llenan de posverdades a la opinión pública, prometiendo que todos los problemas de la nación serán debidamente resueltos. El sendero de la patria lo creamos día a día todos los compatriotas, y no los presidentes de la república. Sería una gran aberración creer tal juicio, que produciría paternalismos, dependencia y la pérdida de nuestras libertades.

No nos engañemos con la retórica que imprimen los electoreros al concepto “cambio”. Nos machacan a todas horas que todos los males de nuestra nación son culpa del gobierno, de donde derivan las corruptelas, la tenebrosa impunidad y el irresponsable uso del erario. Los que ofrecen cambios utilizan el lenguaje de los caudillos sectarios y fascistas. Bueno, hasta ofrecen quitar los impuestos o bajar sus tasas, mayor desvergüenza no se puede tolerar. ¡Basta de odios y de mentiras! Se debe llevar a cabo una convocatoria a todos los mexicanos a cumplir con nuestras leyes, incluidas las fiscales y, a fortalecer nuestras instituciones. Desde luego, la más importante: la educación pública.

¿Cómo progresará un pueblo, si su gobierno ataca a sus maestros y no aplica los recursos que él mismo demanda para que los niños y jóvenes reciban el servicio educativo? No nos equivoquemos al emitir nuestro valioso voto no son los candidatos campeones de oratoria (PdeAN), Reyes Magos (Morena) o Cantinflas (Independiente). Si de verdad queremos progresar, leamos la declaración de principios, programa de acción y estatutos de cada instituto político y exijamos a los candidatos que enarbolen las banderas de sus documentos básicos y, ya electos: ¡Que los cumplan! Déjense de avioncitos, de las “ordalías” mochamanos, de la retórica retorcida tipo Diego. Los mexicanos merecemos progresar, ¡hagámoslo!



“Un pueblo realiza un gran progreso cuando descubre que la suma de esfuerzos personales de cada cual y no los gobiernos es lo que determina el rango de una nación en el mundo”

Le Bon



La suma de los esfuerzos, de los procesos y de la energía de todos los seres humanos ha configurado los cambios permanentes de las sociedades humanas a través de la historia. No debemos marearnos con las actitudes mesiánicas de personas, grupos o partidos, que llenan de posverdades a la opinión pública, prometiendo que todos los problemas de la nación serán debidamente resueltos. El sendero de la patria lo creamos día a día todos los compatriotas, y no los presidentes de la república. Sería una gran aberración creer tal juicio, que produciría paternalismos, dependencia y la pérdida de nuestras libertades.

No nos engañemos con la retórica que imprimen los electoreros al concepto “cambio”. Nos machacan a todas horas que todos los males de nuestra nación son culpa del gobierno, de donde derivan las corruptelas, la tenebrosa impunidad y el irresponsable uso del erario. Los que ofrecen cambios utilizan el lenguaje de los caudillos sectarios y fascistas. Bueno, hasta ofrecen quitar los impuestos o bajar sus tasas, mayor desvergüenza no se puede tolerar. ¡Basta de odios y de mentiras! Se debe llevar a cabo una convocatoria a todos los mexicanos a cumplir con nuestras leyes, incluidas las fiscales y, a fortalecer nuestras instituciones. Desde luego, la más importante: la educación pública.

¿Cómo progresará un pueblo, si su gobierno ataca a sus maestros y no aplica los recursos que él mismo demanda para que los niños y jóvenes reciban el servicio educativo? No nos equivoquemos al emitir nuestro valioso voto no son los candidatos campeones de oratoria (PdeAN), Reyes Magos (Morena) o Cantinflas (Independiente). Si de verdad queremos progresar, leamos la declaración de principios, programa de acción y estatutos de cada instituto político y exijamos a los candidatos que enarbolen las banderas de sus documentos básicos y, ya electos: ¡Que los cumplan! Déjense de avioncitos, de las “ordalías” mochamanos, de la retórica retorcida tipo Diego. Los mexicanos merecemos progresar, ¡hagámoslo!