/ martes 12 de noviembre de 2019

Violencia y economía

Un día sí y otro también nos desayunamos con noticias que nos hablan de violencia por doquier. De atentados en Jalisco pasamos a asesinatos, enfrentamientos y crímenes de toda laya en Guanajuato, en Ciudad Juárez y en esta capital; luego en Guerrero, en Michoacán, en Sonora…, y así en gran parte del territorio nacional.

México se ve postrado por la violencia generalizada que no para, a pesar de los esfuerzos de la Guardia Nacional, el Ejército, los cuerpos policiacos de distintas instancias o las fiscalías estatales. A pesar de declaraciones de que la violencia está localizada en determinadas áreas del territorio nacional, la cuestión es que en todas partes, en unas más u otras menos, aflora, y lo hace no únicamente por causa del narcotráfico sino también por delitos diversos del fuero común: secuestros, asaltos a camiones o a locales comerciales, crímenes pasionales o por venganzas y un largo etcétera, violencia que surge no sólo de lo que llamamos falta de valores sino también, y en buena parte, de una vida cifrada en las cosas materiales y en el abandono de Dios y sus mandamientos.

A lo anterior, con relación a esa postración que sufre nuestro país, se suma el aspecto económico con un crecimiento mínimo o de plano en cero, con despidos de personas por todas partes, con un aumento de empleos que no concuerdan con los requeridos, con recortes presupuestales a diversas instituciones, con leyes que pueden convertirse en una espada de Damocles para pequeños empresarios.

Las personas comunes a veces no saben si llorar o reír, si creer o no a las promesas gubernamentales que hablan del combate a la violencia o el pedir a determinados grupos que se porten bien; palabras que expresan que la economía se mueve con altas y bajas, pero que vamos bien.

Se preguntan las personas ante esta situación qué puede hacer cada uno desde su trinchera. Desde luego se puede denunciar, poner de relieve la realidad que nos invade, señalar las políticas inadecuadas, manifestarse por la paz y en contra de la violencia, buscar el afianzar en los valores cívicos y sociales a las nuevas generaciones, dar ejemplo de fe y esperanza a quienes conviven en nuestro ambiente…, y orar para que la Palabra del Señor se propague con rapidez y sea recibida con honor, como afirmaba san Pablo a los tesalonicenses. “Oren para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe” (2 Ts 3,2). ¿Lo ven?



Un día sí y otro también nos desayunamos con noticias que nos hablan de violencia por doquier. De atentados en Jalisco pasamos a asesinatos, enfrentamientos y crímenes de toda laya en Guanajuato, en Ciudad Juárez y en esta capital; luego en Guerrero, en Michoacán, en Sonora…, y así en gran parte del territorio nacional.

México se ve postrado por la violencia generalizada que no para, a pesar de los esfuerzos de la Guardia Nacional, el Ejército, los cuerpos policiacos de distintas instancias o las fiscalías estatales. A pesar de declaraciones de que la violencia está localizada en determinadas áreas del territorio nacional, la cuestión es que en todas partes, en unas más u otras menos, aflora, y lo hace no únicamente por causa del narcotráfico sino también por delitos diversos del fuero común: secuestros, asaltos a camiones o a locales comerciales, crímenes pasionales o por venganzas y un largo etcétera, violencia que surge no sólo de lo que llamamos falta de valores sino también, y en buena parte, de una vida cifrada en las cosas materiales y en el abandono de Dios y sus mandamientos.

A lo anterior, con relación a esa postración que sufre nuestro país, se suma el aspecto económico con un crecimiento mínimo o de plano en cero, con despidos de personas por todas partes, con un aumento de empleos que no concuerdan con los requeridos, con recortes presupuestales a diversas instituciones, con leyes que pueden convertirse en una espada de Damocles para pequeños empresarios.

Las personas comunes a veces no saben si llorar o reír, si creer o no a las promesas gubernamentales que hablan del combate a la violencia o el pedir a determinados grupos que se porten bien; palabras que expresan que la economía se mueve con altas y bajas, pero que vamos bien.

Se preguntan las personas ante esta situación qué puede hacer cada uno desde su trinchera. Desde luego se puede denunciar, poner de relieve la realidad que nos invade, señalar las políticas inadecuadas, manifestarse por la paz y en contra de la violencia, buscar el afianzar en los valores cívicos y sociales a las nuevas generaciones, dar ejemplo de fe y esperanza a quienes conviven en nuestro ambiente…, y orar para que la Palabra del Señor se propague con rapidez y sea recibida con honor, como afirmaba san Pablo a los tesalonicenses. “Oren para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe” (2 Ts 3,2). ¿Lo ven?