/ sábado 8 de febrero de 2020

Vivamos y dejemos vivir


Recientemente la Cámara de Diputados avaló la modificación a la minuta del Senado en la cual eliminaron seis delitos que se habían incluido: abuso o violencia sexual contra menores, feminicidio (ahora “homicidio calificado), robo a casa habitación, robo a transporte de carga, desaparición forzada, y delitos en materia de armas de fuego y explosivos. El hampa ahora tiene carta abierta legal para la impunidad proporcionada por Morena.

Se dice que el peor defecto de un perro de caza es seguir la pista en sentido contrario, en lugar de hacia adelante. Este es el mismo defecto de los políticos de Morena que para enriquecerse quieren repartir la riqueza en lugar de generarla. Quieren volver a hábitos que han sido abandonados por inútiles en otros lados del mundo y que ellos apenas ahora parecen descubrir, e intentan propagar con un populismo ridículo.

Digan lo que digan, el hombre por naturaleza siempre ha sido individualista. Es cierto, cooperamos con los demás porque el hacerlo favorece un individualismo más amplio. Al hacer felices a otros, automáticamente nos hacemos felices a nosotros mismos.

El tipo de socialismo que ahora se predica, pasando por Castro, Hugo Chávez/Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y Andrés López, no ha curado ni curará a nadie de la ambición de poseer. La corrupción en sus gobiernos es manifiesta. El remedio realmente está en educar a nuestros hijos para que cooperen espontáneamente para todo aquello que sea de beneficio público; que sean productivos y eficientes en lo que hacen. Que además de hacer crecer sus negocios, puedan servir a la sociedad equitativamente. Hoy en día existen jóvenes que ya lo hacen.

Las igualdades pregonadas por la izquierda no son más que apariencias. Todavía no saben que el cambiar únicamente las circunstancias no es cambiar la naturaleza humana.

Reducir el costo de la vida y mejorar los ingresos son falsas promesas si primero no tenemos la productividad y la eficiencia. El gobierno que realmente necesitamos es aquél que nos motive a ser más industriosos, modestos, considerados y moderados. El problema no son aquellos que tienen mucha riqueza, sino aquellos que no trabajan, ni ahorran ni dejan trabajar.

Lo que llamamos capitalismo (ahora neoliberalismo) es una experiencia humana y un hecho económico. Probablemente nadie lo ame y muchos los critiquen. Existen los que verdaderamente se avergüenzan de él. Pero en la práctica nadie lo rechaza y la historia nos dice que los que se han alejado de él han vuelto a adoptarlo por necesidad.

Hasta hace poco tiempo, el objetivo del hombre de negocios había sido el de buscar toda la utilidad para él. No se preocupaba por los demás. “Negocios son negocios”, decían. Pero la vida ha ido cambiando y no se ha debido precisamente al altruismo. Se ha descubierto que es mejor dejar satisfechos a los demás obteniendo un provecho lícito, dejando vivir, para poder vivir uno mismo.

Todos triunfamos más al poner frijoles en el plato ajeno: el empleado dando un poco más de su trabajo personal; el patrón siendo más generoso con el trabajador; el comerciante, sirviendo mejor y dando más al cliente.

Dar un poco más de lo que creemos tener la obligación de dar, ceder un poco de lo que creemos que nos corresponde. Permitir que los demás también ganen. Eso es vivir y dejar vivir.



Recientemente la Cámara de Diputados avaló la modificación a la minuta del Senado en la cual eliminaron seis delitos que se habían incluido: abuso o violencia sexual contra menores, feminicidio (ahora “homicidio calificado), robo a casa habitación, robo a transporte de carga, desaparición forzada, y delitos en materia de armas de fuego y explosivos. El hampa ahora tiene carta abierta legal para la impunidad proporcionada por Morena.

Se dice que el peor defecto de un perro de caza es seguir la pista en sentido contrario, en lugar de hacia adelante. Este es el mismo defecto de los políticos de Morena que para enriquecerse quieren repartir la riqueza en lugar de generarla. Quieren volver a hábitos que han sido abandonados por inútiles en otros lados del mundo y que ellos apenas ahora parecen descubrir, e intentan propagar con un populismo ridículo.

Digan lo que digan, el hombre por naturaleza siempre ha sido individualista. Es cierto, cooperamos con los demás porque el hacerlo favorece un individualismo más amplio. Al hacer felices a otros, automáticamente nos hacemos felices a nosotros mismos.

El tipo de socialismo que ahora se predica, pasando por Castro, Hugo Chávez/Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y Andrés López, no ha curado ni curará a nadie de la ambición de poseer. La corrupción en sus gobiernos es manifiesta. El remedio realmente está en educar a nuestros hijos para que cooperen espontáneamente para todo aquello que sea de beneficio público; que sean productivos y eficientes en lo que hacen. Que además de hacer crecer sus negocios, puedan servir a la sociedad equitativamente. Hoy en día existen jóvenes que ya lo hacen.

Las igualdades pregonadas por la izquierda no son más que apariencias. Todavía no saben que el cambiar únicamente las circunstancias no es cambiar la naturaleza humana.

Reducir el costo de la vida y mejorar los ingresos son falsas promesas si primero no tenemos la productividad y la eficiencia. El gobierno que realmente necesitamos es aquél que nos motive a ser más industriosos, modestos, considerados y moderados. El problema no son aquellos que tienen mucha riqueza, sino aquellos que no trabajan, ni ahorran ni dejan trabajar.

Lo que llamamos capitalismo (ahora neoliberalismo) es una experiencia humana y un hecho económico. Probablemente nadie lo ame y muchos los critiquen. Existen los que verdaderamente se avergüenzan de él. Pero en la práctica nadie lo rechaza y la historia nos dice que los que se han alejado de él han vuelto a adoptarlo por necesidad.

Hasta hace poco tiempo, el objetivo del hombre de negocios había sido el de buscar toda la utilidad para él. No se preocupaba por los demás. “Negocios son negocios”, decían. Pero la vida ha ido cambiando y no se ha debido precisamente al altruismo. Se ha descubierto que es mejor dejar satisfechos a los demás obteniendo un provecho lícito, dejando vivir, para poder vivir uno mismo.

Todos triunfamos más al poner frijoles en el plato ajeno: el empleado dando un poco más de su trabajo personal; el patrón siendo más generoso con el trabajador; el comerciante, sirviendo mejor y dando más al cliente.

Dar un poco más de lo que creemos tener la obligación de dar, ceder un poco de lo que creemos que nos corresponde. Permitir que los demás también ganen. Eso es vivir y dejar vivir.