/ viernes 14 de mayo de 2021

Vivir con dignidad frente a la tragedia


Por Juan Alfredo Ponce Valtierrez

Es inevitable que en algún momento de nuestra vida no nos hayamos topado con la palabra estoicismo, de hecho, gracias a la labor de grandes divulgadores de la filosofía éste vocablo se ha impregnado en el lenguaje coloquial. Nos extrañe que una corriente filosófica como el estoicismo se haya vuelto tan popular a lo largo de la historia, pues, los representantes del estoicismo son tan bastos.

Quizá lo más interesante del estoicismo es que no conoce fronteras, podemos ver entre sus primeras líneas a hombres como Marco Aurelio, emperador; incluso esclavos como Epícteto. Ha permeado tanto nuestro diario vivir que la frase soportar las adversidades estoicamente es muy común de oír.

El estoicismo nace a finales de la etapa griega, conocida como el helenismo. Tuvo colindando consigo a otras escuelas del pensamiento tales como el epicureísmo y escepticismo. Al morir Alejandro Magno en el 323 a. C y la desintegración de su imperio, la inestabilidad social y política da paso al caos; la filosofía como tal tiene que reinventarse, no puede quedarse estancada en las teóricas metafísicas tan elevadas y buscan prácticas que armonicen para crear una filosofía de vida.

Para los estoicos existe una razón universal y divina que llena todas las cosas y les infunde vida, orden y movimiento, sobre todo racionalidad. A esta razón se le ha de llamar logos y es identificada con Dios, la cual guía al cosmos a lo mejor. Es importante entender que este logos es inmanente al mundo, forma una totalidad con todo cuanto existe en el ahora, no necesariamente trascendental.

Aquí nos adentramos a una filosofía panteísta, pues, describen al cosmos como una especie de macro organismo vivo y en este tenor ven al hombre como un micro organismo del cosmos, se da la conclusión que el alma del hombre es una partícula del logos, por eso, se le puede reconocer en la realidad.

El cosmos por tanto es una obra de arte divina, dispuesta del modo más bello y mejor; otro autor que muchos años después nos dice que vivimos en el mejor de los mundos posibles (Leibniz).

La máxima del estoicismo es Vivir de acuerdo con la naturaleza, es decir, amoldarnos a lo que el cosmos va dictando. Si el cosmos es racional y nuestra naturaleza es la razón, debemos aceptar todo cuanto ocurre, pues, ir en contra de la naturaleza da como resultado ir en contra de la razón.

Esto es aceptar con paciencia lo que el destino nos prepara. Si algo ocurre es porque el logos lo quiere y nos conduce a lo mejor. Aquí es donde se nos propone que sólo el hombre puede cambiar lo que está en sus manos y esto siempre es la forma en que reacciona ante la adversidad, hay cosas que ocurren y por más que queramos jamás las podremos cambiar, si nos revelamos contra la naturaleza del logos al final nos traerá una amargura y agonía.

Un ejemplo de la naturaleza es la muerte, el estoicismo propone aceptarla con paciencia, controlando nuestros instintos e impulsos, es un abrazar con serenidad lo que viene. Porque hagamos lo que hagamos jamás podremos evitar que esa persona (s) que amamos no muera, eso es parte del destino.

Otro ejemplo es: si tú amas a alguien y esa persona no te ama a ti, debes aceptarlo, entendiendo que si ocurre de ese modo es porque tiene una razón de ser. Aferrarte a que te amen cuando no te corresponden sólo hará que tu existencia se mueva en sufrimiento.

El estoicismo sirve en la actualidad como un forjar nuestro interior, sabiendo que hay cosas que por más que queramos no pueden ser y no pudieron ocurrir de otra manera –por ahí dicen, el hubiera no existe–. Hoy estamos frente a una pandemia y las autoridades en orden a ese logos nos piden que nos resguardemos, que utilicemos los cubre-bocas y sobre todo que confiemos en el Estado y el sector salud que hacen cuanto pueden para que todo esto termine pronto. Ya sabes, lo que está en tus manos es la actitud con la cual afrontas la adversidad.

¿Y tú, crees que el estoicismo es necesario en la actualidad?




Por Juan Alfredo Ponce Valtierrez

Es inevitable que en algún momento de nuestra vida no nos hayamos topado con la palabra estoicismo, de hecho, gracias a la labor de grandes divulgadores de la filosofía éste vocablo se ha impregnado en el lenguaje coloquial. Nos extrañe que una corriente filosófica como el estoicismo se haya vuelto tan popular a lo largo de la historia, pues, los representantes del estoicismo son tan bastos.

Quizá lo más interesante del estoicismo es que no conoce fronteras, podemos ver entre sus primeras líneas a hombres como Marco Aurelio, emperador; incluso esclavos como Epícteto. Ha permeado tanto nuestro diario vivir que la frase soportar las adversidades estoicamente es muy común de oír.

El estoicismo nace a finales de la etapa griega, conocida como el helenismo. Tuvo colindando consigo a otras escuelas del pensamiento tales como el epicureísmo y escepticismo. Al morir Alejandro Magno en el 323 a. C y la desintegración de su imperio, la inestabilidad social y política da paso al caos; la filosofía como tal tiene que reinventarse, no puede quedarse estancada en las teóricas metafísicas tan elevadas y buscan prácticas que armonicen para crear una filosofía de vida.

Para los estoicos existe una razón universal y divina que llena todas las cosas y les infunde vida, orden y movimiento, sobre todo racionalidad. A esta razón se le ha de llamar logos y es identificada con Dios, la cual guía al cosmos a lo mejor. Es importante entender que este logos es inmanente al mundo, forma una totalidad con todo cuanto existe en el ahora, no necesariamente trascendental.

Aquí nos adentramos a una filosofía panteísta, pues, describen al cosmos como una especie de macro organismo vivo y en este tenor ven al hombre como un micro organismo del cosmos, se da la conclusión que el alma del hombre es una partícula del logos, por eso, se le puede reconocer en la realidad.

El cosmos por tanto es una obra de arte divina, dispuesta del modo más bello y mejor; otro autor que muchos años después nos dice que vivimos en el mejor de los mundos posibles (Leibniz).

La máxima del estoicismo es Vivir de acuerdo con la naturaleza, es decir, amoldarnos a lo que el cosmos va dictando. Si el cosmos es racional y nuestra naturaleza es la razón, debemos aceptar todo cuanto ocurre, pues, ir en contra de la naturaleza da como resultado ir en contra de la razón.

Esto es aceptar con paciencia lo que el destino nos prepara. Si algo ocurre es porque el logos lo quiere y nos conduce a lo mejor. Aquí es donde se nos propone que sólo el hombre puede cambiar lo que está en sus manos y esto siempre es la forma en que reacciona ante la adversidad, hay cosas que ocurren y por más que queramos jamás las podremos cambiar, si nos revelamos contra la naturaleza del logos al final nos traerá una amargura y agonía.

Un ejemplo de la naturaleza es la muerte, el estoicismo propone aceptarla con paciencia, controlando nuestros instintos e impulsos, es un abrazar con serenidad lo que viene. Porque hagamos lo que hagamos jamás podremos evitar que esa persona (s) que amamos no muera, eso es parte del destino.

Otro ejemplo es: si tú amas a alguien y esa persona no te ama a ti, debes aceptarlo, entendiendo que si ocurre de ese modo es porque tiene una razón de ser. Aferrarte a que te amen cuando no te corresponden sólo hará que tu existencia se mueva en sufrimiento.

El estoicismo sirve en la actualidad como un forjar nuestro interior, sabiendo que hay cosas que por más que queramos no pueden ser y no pudieron ocurrir de otra manera –por ahí dicen, el hubiera no existe–. Hoy estamos frente a una pandemia y las autoridades en orden a ese logos nos piden que nos resguardemos, que utilicemos los cubre-bocas y sobre todo que confiemos en el Estado y el sector salud que hacen cuanto pueden para que todo esto termine pronto. Ya sabes, lo que está en tus manos es la actitud con la cual afrontas la adversidad.

¿Y tú, crees que el estoicismo es necesario en la actualidad?