/ lunes 19 de octubre de 2020

Volver a cuidarnos: nuestra responsabilidad

El pasado 13 de marzo la OMS declaró que el SARS-CoV-2 era algo más que un brote, nos advirtió que estábamos ante una nueva pandemia, y que no terminaría pronto.
En aquel momento, los gobiernos de todos los niveles en el mundo se movilizaron para evitar que la enfermedad se transformara en una catástrofe para nuestras ciudades, estados y países. Se reconvirtieron las camas hospitalarias para brindar atención a los enfermos de Covid-19, se establecieron protocolos estrictos en los centros de salud, y se invirtieron enormes cantidades de dinero para equipar al personal, de manera que pudiera protegerse del contagio.

Así mismo, algunas administraciones locales –como el caso de Chihuahua capital– se dedicaron a hacer lo que estaba al alcance de sus facultades y recursos. Invertimos millones en abastecer de alimento a los sectores más vulnerados por el paro de actividades, elaboramos grandes campañas de concientización para la población; entregamos insumos para la higiene en las colonias con mayor nivel de marginación en la ciudad, e incluso, en nuestro caso, elaboramos de la mano de la ciudadanía un robusto plan de reactivación económica para darle un nuevo empuje a los negocios locales, de modo que pudieran enfrentar la gran crisis que estamos atravesando.

Hoy, nos encontramos con un panorama especialmente complejo. Hace apenas un par de semanas, el gobierno del estado anunció el paso de color naranja a color amarillo en el semáforo de contagios. Esto, lejos de ser tomado como una forma de darle un respiro a la economía, fue interpretado por la mayor parte de la población como un permiso para volver a las reuniones masivas y a una movilidad intensa por la ciudad.

Desgraciadamente, las consecuencias de estas acciones no tardaron en ser notables y ahora tenemos un sistema de salud al borde de la saturación.

Como autoridades municipales llega a ser frustrante la incapacidad de comunicarle a la ciudadanía la urgencia de tomar esto con la seriedad que merece. ¡El coronavirus es real, y nuestra gente está muriendo!

Desde marzo, las autoridades nos encontramos trabajando intensamente por encontrar el mejor camino para atender esta crisis, pero desgraciadamente, no hay nada que podamos hacer sin el compromiso personal de cada uno en lo individual.

Esta pandemia ha dejado expuesto, como nunca, que para lograr el bien común nunca será suficiente el trabajo de un gobierno en solitario. Siempre será necesario el compromiso personal de cada uno, y esta situación así nos lo exige.

Junto con el coronavirus estamos sufriendo de una pandemia de pensamientos errados como: “El Covid no existe, es un invento”, o “no pasa nada, no es más que una gripe”, “estoy joven y sano, no me afecta”, o incluso “si me tiene que dar, que me dé”.

Todas esas ideas representan un enorme peligro, pues ante una pandemia como ésta, nadie puede creer que vive solo en el mundo. Todos estamos juntos en este barco, y de todos depende que no se hunda ante esta tormenta. Si uno no se cuida, no sólo pone en riesgo su propia vida, sino que expone a todos aquellos con los que tiene contacto directo o indirecto.

Todos estamos cansados, y todos quisiéramos que las cosas no fueran así, pero una vez más, urgimos a la población a que tome en serio esta pandemia. No hay acción más efectiva para salvar las vidas de nuestra gente, que asumir la responsabilidad personal de volver a cuidarnos todos.

Para tiempos difíciles, la unidad es el único camino posible. Por ello, desde mayo habilitamos una línea de orientación psicológica y médica para brindar apoyo a la ciudadanía, misma que se encuentra funcionando y disponible en estos momentos.

El pasado 13 de marzo la OMS declaró que el SARS-CoV-2 era algo más que un brote, nos advirtió que estábamos ante una nueva pandemia, y que no terminaría pronto.
En aquel momento, los gobiernos de todos los niveles en el mundo se movilizaron para evitar que la enfermedad se transformara en una catástrofe para nuestras ciudades, estados y países. Se reconvirtieron las camas hospitalarias para brindar atención a los enfermos de Covid-19, se establecieron protocolos estrictos en los centros de salud, y se invirtieron enormes cantidades de dinero para equipar al personal, de manera que pudiera protegerse del contagio.

Así mismo, algunas administraciones locales –como el caso de Chihuahua capital– se dedicaron a hacer lo que estaba al alcance de sus facultades y recursos. Invertimos millones en abastecer de alimento a los sectores más vulnerados por el paro de actividades, elaboramos grandes campañas de concientización para la población; entregamos insumos para la higiene en las colonias con mayor nivel de marginación en la ciudad, e incluso, en nuestro caso, elaboramos de la mano de la ciudadanía un robusto plan de reactivación económica para darle un nuevo empuje a los negocios locales, de modo que pudieran enfrentar la gran crisis que estamos atravesando.

Hoy, nos encontramos con un panorama especialmente complejo. Hace apenas un par de semanas, el gobierno del estado anunció el paso de color naranja a color amarillo en el semáforo de contagios. Esto, lejos de ser tomado como una forma de darle un respiro a la economía, fue interpretado por la mayor parte de la población como un permiso para volver a las reuniones masivas y a una movilidad intensa por la ciudad.

Desgraciadamente, las consecuencias de estas acciones no tardaron en ser notables y ahora tenemos un sistema de salud al borde de la saturación.

Como autoridades municipales llega a ser frustrante la incapacidad de comunicarle a la ciudadanía la urgencia de tomar esto con la seriedad que merece. ¡El coronavirus es real, y nuestra gente está muriendo!

Desde marzo, las autoridades nos encontramos trabajando intensamente por encontrar el mejor camino para atender esta crisis, pero desgraciadamente, no hay nada que podamos hacer sin el compromiso personal de cada uno en lo individual.

Esta pandemia ha dejado expuesto, como nunca, que para lograr el bien común nunca será suficiente el trabajo de un gobierno en solitario. Siempre será necesario el compromiso personal de cada uno, y esta situación así nos lo exige.

Junto con el coronavirus estamos sufriendo de una pandemia de pensamientos errados como: “El Covid no existe, es un invento”, o “no pasa nada, no es más que una gripe”, “estoy joven y sano, no me afecta”, o incluso “si me tiene que dar, que me dé”.

Todas esas ideas representan un enorme peligro, pues ante una pandemia como ésta, nadie puede creer que vive solo en el mundo. Todos estamos juntos en este barco, y de todos depende que no se hunda ante esta tormenta. Si uno no se cuida, no sólo pone en riesgo su propia vida, sino que expone a todos aquellos con los que tiene contacto directo o indirecto.

Todos estamos cansados, y todos quisiéramos que las cosas no fueran así, pero una vez más, urgimos a la población a que tome en serio esta pandemia. No hay acción más efectiva para salvar las vidas de nuestra gente, que asumir la responsabilidad personal de volver a cuidarnos todos.

Para tiempos difíciles, la unidad es el único camino posible. Por ello, desde mayo habilitamos una línea de orientación psicológica y médica para brindar apoyo a la ciudadanía, misma que se encuentra funcionando y disponible en estos momentos.