/ viernes 1 de junio de 2018

Votar… ¿Opcional?

Cuando estamos tan cerca de las elecciones hay mucha gente que todavía no ha decidido su voto. Esto resulta lógico por motivos diversos y respetables. Por mi parte, me permito exponer algunas ideas.

Opino que tal decisión puede estar condicionada por el tema de lo que cada quien piense sobre sí mismo. Me explicaré: El voto puede ser definido por quién me considero ser: un joven, un empleado, un profesionista, un empresario, casado o soltero; aunque resulta lógico que esto no es determinante. Siempre hay que evitar el dogmatismo en temas opinables.

Pienso que en estos momentos la capacidad de votar es una obligación, pues en todo el mundo se ve con claridad que las decisiones de los ciudadanos sí influyen seriamente en la marcha de los países. Quizás haya quienes piensan que un voto no tiene importancia, pero sabemos que hasta el mar está hecho de gotas de agua.

Cuando se está en el desierto y con mucha sed, es fácil ver espejismos. Se ve agua donde no la hay. Lo mismo puede pasar con quienes tienen sed de justicia, sed de coherencia, sed de honestidad…, y el voto se puede definir por suponer que todo eso está a nuestro alcance.

Al igual que sucede en el matrimonio, los contrayentes no se casan sólo con la persona amada, sino también con su familia. De aquí que resulte importante fijarnos en quiénes forman parte de los diferentes equipos políticos. Por otra parte, sabemos que las campañas partidistas se basan en promesas, al igual que los noviazgos.

Ahora bien, entre los mayores hay una gama amplísima de criterios políticos. Aun en estos casos podemos perder de vista que no existe ningún candidato perfecto y, aunque lo hubiera, se encontrará —durante su mandato— con la oposición de quienes no votaron por él. Nadie puede gobernar solo. De forma indispensable se requiere de un equipo.

Un país como México no puede ser cambiado en seis años. Nuestros vicios, como la corrupción, las mentiras, las divisiones, la evasión fiscal, etc., requerirán de muchos años para ser erradicados de la sociedad, y eso se hace desde la familia, no en el ámbito político.

Podemos comparar nuestro país con Japón y Alemania que se levantaron de las ruinas después de la Segunda Guerra Mundial a base de orden y esfuerzo.

Si queremos que México mejore se requiere de un compromiso social que comienza con el cumplimiento de nuestros derechos y obligaciones personales.

Con frecuencia perdemos de vista el valor que tienen las acciones que realizamos a diario, incluyendo —por supuesto— el ámbito familiar. Las personas de bien han de procurar influir en la sociedad con esa justicia, coherencia y honestidad que reclamamos hacia nosotros.

www.padrealejandro.com


Cuando estamos tan cerca de las elecciones hay mucha gente que todavía no ha decidido su voto. Esto resulta lógico por motivos diversos y respetables. Por mi parte, me permito exponer algunas ideas.

Opino que tal decisión puede estar condicionada por el tema de lo que cada quien piense sobre sí mismo. Me explicaré: El voto puede ser definido por quién me considero ser: un joven, un empleado, un profesionista, un empresario, casado o soltero; aunque resulta lógico que esto no es determinante. Siempre hay que evitar el dogmatismo en temas opinables.

Pienso que en estos momentos la capacidad de votar es una obligación, pues en todo el mundo se ve con claridad que las decisiones de los ciudadanos sí influyen seriamente en la marcha de los países. Quizás haya quienes piensan que un voto no tiene importancia, pero sabemos que hasta el mar está hecho de gotas de agua.

Cuando se está en el desierto y con mucha sed, es fácil ver espejismos. Se ve agua donde no la hay. Lo mismo puede pasar con quienes tienen sed de justicia, sed de coherencia, sed de honestidad…, y el voto se puede definir por suponer que todo eso está a nuestro alcance.

Al igual que sucede en el matrimonio, los contrayentes no se casan sólo con la persona amada, sino también con su familia. De aquí que resulte importante fijarnos en quiénes forman parte de los diferentes equipos políticos. Por otra parte, sabemos que las campañas partidistas se basan en promesas, al igual que los noviazgos.

Ahora bien, entre los mayores hay una gama amplísima de criterios políticos. Aun en estos casos podemos perder de vista que no existe ningún candidato perfecto y, aunque lo hubiera, se encontrará —durante su mandato— con la oposición de quienes no votaron por él. Nadie puede gobernar solo. De forma indispensable se requiere de un equipo.

Un país como México no puede ser cambiado en seis años. Nuestros vicios, como la corrupción, las mentiras, las divisiones, la evasión fiscal, etc., requerirán de muchos años para ser erradicados de la sociedad, y eso se hace desde la familia, no en el ámbito político.

Podemos comparar nuestro país con Japón y Alemania que se levantaron de las ruinas después de la Segunda Guerra Mundial a base de orden y esfuerzo.

Si queremos que México mejore se requiere de un compromiso social que comienza con el cumplimiento de nuestros derechos y obligaciones personales.

Con frecuencia perdemos de vista el valor que tienen las acciones que realizamos a diario, incluyendo —por supuesto— el ámbito familiar. Las personas de bien han de procurar influir en la sociedad con esa justicia, coherencia y honestidad que reclamamos hacia nosotros.

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