/ lunes 22 de marzo de 2021

¿Y ahora quién va a denunciar?

Construir instituciones le ha costado muchísimo a este país. Y me refiero a costos desde guerras hasta financieros. Pero poco a poco se fueron logrando y eso es lo que hace a un país sólido y fuerte. Además, en un país democrático las instituciones son las que generan los contrapesos necesarios para que el poder no se concentre en un solo lugar o en una sola persona.

Sin embargo, el generar instituciones no significa que en automático la gente vaya a confiar en ellas. La confianza se va ganando con el tiempo y también se puede perder de inmediato. Generar contrapesos democráticos no solamente se trata de construir con ladrillos y cemento, significa ganarse la confianza de la población con trabajo y eficiencia para lograr los fines para los que fueron creadas.

Una vez dicho lo anterior, hoy me atrevería a decir que las instituciones atraviesan por dos crisis. La primera que viene desde el atril presidencial que amenaza con su desaparición (y ya lleva varias desaparecidas) cuando su actuar no le es agradable. Esto se agrava cuando no hay personas que las defiendan porque nunca las usaron o simplemente no confiaban en ellas. Y la segunda amenaza es la que viene desde el interior de ellas, la corrupción. Me refiero a la corrupción interna que hace que los aparatos de justicia no hagan su chamba para no quedar mal con alguien o con algún poder, cuando a las instituciones de transparencia les da miedo señalar una omisión por no perder amistades con el Ejecutivo, cuando los órganos administrativos responsables de sancionar la corrupción cotidiana de un gobierno municipal no hacen su chamba, cuando un delito denunciado queda impune.

Cuando estas cosas suceden se pierde la esperanza y por ende la confianza en esa institución. Desgraciadamente este es el pan de todos los días. Porque hacen falta personas con convicciones y no con intereses personales al frente de ellas. Porque hace falta que se deje de dar atole con el dedo a los ciudadanos y combatir realmente la corrupción y los demás problemas del país. Si no, ¿ahora quién se va a atrever a denunciar algo?

Por eso le ponemos tan fácil al presidente el poder decir que muchas instituciones de contrapeso deben desaparecer, porque muy pocas personas las defienden, porque no han generado confianza en su actuar.

Debemos ponernos las pilas como mexicanos, como servidores públicos y desde la ciudadanía para que realmente los aparatos de justicia hagan su chamba sin prebendas, para que las fiscalías persigan delitos, para que los institutos de transparencia señalen las omisiones, para que los responsables de sancionar la corrupción lo hagan sin distingos ni preferencias, para que los partidos realmente representen a las personas. Así se genera un Estado de Derecho, así se construye un país. Si creemos que enfocándonos en temas electorales relativizando el deber institucional es positivo, estamos muy equivocados. El mensaje que la población recibe es otro y es sumamente dañino. Por eso la convicción de las personas en el servicio público es esencial para mejorar nuestro México.


Construir instituciones le ha costado muchísimo a este país. Y me refiero a costos desde guerras hasta financieros. Pero poco a poco se fueron logrando y eso es lo que hace a un país sólido y fuerte. Además, en un país democrático las instituciones son las que generan los contrapesos necesarios para que el poder no se concentre en un solo lugar o en una sola persona.

Sin embargo, el generar instituciones no significa que en automático la gente vaya a confiar en ellas. La confianza se va ganando con el tiempo y también se puede perder de inmediato. Generar contrapesos democráticos no solamente se trata de construir con ladrillos y cemento, significa ganarse la confianza de la población con trabajo y eficiencia para lograr los fines para los que fueron creadas.

Una vez dicho lo anterior, hoy me atrevería a decir que las instituciones atraviesan por dos crisis. La primera que viene desde el atril presidencial que amenaza con su desaparición (y ya lleva varias desaparecidas) cuando su actuar no le es agradable. Esto se agrava cuando no hay personas que las defiendan porque nunca las usaron o simplemente no confiaban en ellas. Y la segunda amenaza es la que viene desde el interior de ellas, la corrupción. Me refiero a la corrupción interna que hace que los aparatos de justicia no hagan su chamba para no quedar mal con alguien o con algún poder, cuando a las instituciones de transparencia les da miedo señalar una omisión por no perder amistades con el Ejecutivo, cuando los órganos administrativos responsables de sancionar la corrupción cotidiana de un gobierno municipal no hacen su chamba, cuando un delito denunciado queda impune.

Cuando estas cosas suceden se pierde la esperanza y por ende la confianza en esa institución. Desgraciadamente este es el pan de todos los días. Porque hacen falta personas con convicciones y no con intereses personales al frente de ellas. Porque hace falta que se deje de dar atole con el dedo a los ciudadanos y combatir realmente la corrupción y los demás problemas del país. Si no, ¿ahora quién se va a atrever a denunciar algo?

Por eso le ponemos tan fácil al presidente el poder decir que muchas instituciones de contrapeso deben desaparecer, porque muy pocas personas las defienden, porque no han generado confianza en su actuar.

Debemos ponernos las pilas como mexicanos, como servidores públicos y desde la ciudadanía para que realmente los aparatos de justicia hagan su chamba sin prebendas, para que las fiscalías persigan delitos, para que los institutos de transparencia señalen las omisiones, para que los responsables de sancionar la corrupción lo hagan sin distingos ni preferencias, para que los partidos realmente representen a las personas. Así se genera un Estado de Derecho, así se construye un país. Si creemos que enfocándonos en temas electorales relativizando el deber institucional es positivo, estamos muy equivocados. El mensaje que la población recibe es otro y es sumamente dañino. Por eso la convicción de las personas en el servicio público es esencial para mejorar nuestro México.