/ domingo 6 de diciembre de 2020

Ya no sé si llorar o reír

Juro y perjuro que estoy pasmado y anonadado por el desorden y confusión (galimatías) que estamos viviendo los seres humanos en todos los ámbitos del andamiaje de nuestra existencia; vida social y política.

La pandemia del coronavirus ha dejado una estela de millones de personas contagiadas y cientos de miles fallecidas y socavado a los que aún vivimos, nuestra condición humana en salud física y psíquica, en lo laboral, la educación y la cultura y la convivencia social, ejes fundamentales de la humanidad, que los gobiernos y partidos de nuestro país –y de otros muchos-- han utilizado para justificar su incapacidad e ineficiencia para encarar y resolver el virus del Covid-19 y controlar, aterrorizar, e incluso amenazar a los ciudadanos, para someternos con la pandemia.

Ejemplo de ello, es el gobernador del estado de Chihuahua, quien “por sus pistolas” puso en marcha el famoso “semáforo rojo”, con un “toque de queda” a los ciudadanos, negocios y empresas, que puso en grave crisis a cientos de miles de chihuahuenses, a los que además de restringir sus actividades familiares los amenazó con multas y castigos penales.

No hubo en lo absoluto ley ni fundamento alguno que lo justificara. Cierto es que la tasa de contagios y muertes en los dos meses anteriores a este fin de año se incrementaron. Pero ello no fue –como él dijo-- consecuencia de la irresponsabilidad de los ciudadanos, a quienes responsabilizó de ser los culpables por no usar en espacios públicos el “cubrebocas”; trasladar en sus vehículos a más de dos familiares o amigos, no recluirse durante la tarde-noche en sus casas, comprar cada fin de semana bebidas embriagantes y realizar festejos y “pachangas” en salones o granjas.

Culpó también a restaurantes, fondas y establecimientos comerciales establecidos y callejeros –en proceso de reactivación-- que él mismo propuso, y se enorgulleció de la puesta en marcha del “Semáforo Naranja”. Les atribuyó ser los responsables de no cumplir las normas del aforo y sanidad de sus clientes, y obligó a licorerías a suspender jueves, viernes, sábado y domingo la venta de bebidas embriagantes. Y, por si fuera poco, canceló actividades laborales en pequeñas y medianas empresas.

Las causas del crecimiento de la tasa de la pandemia en Chihuahua y otros estados de la república, fueron otras: la apertura de las compañías maquiladoras de Estados Unidos—país con altos índices de contagios—en Ciudad Juárez y otras ciudades fronterizas, impuestas por Donald Trump a México por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; el desamparo de los hospitales, carencia de medicamentos y financiamiento del personal del Sector Salud, atribuido falsamente al gobierno federal por la cancelación de los fideicomisos que César Duarte y él mismo nunca ejercieron.

Téngalo por seguro, que este caos va para largo.


Juro y perjuro que estoy pasmado y anonadado por el desorden y confusión (galimatías) que estamos viviendo los seres humanos en todos los ámbitos del andamiaje de nuestra existencia; vida social y política.

La pandemia del coronavirus ha dejado una estela de millones de personas contagiadas y cientos de miles fallecidas y socavado a los que aún vivimos, nuestra condición humana en salud física y psíquica, en lo laboral, la educación y la cultura y la convivencia social, ejes fundamentales de la humanidad, que los gobiernos y partidos de nuestro país –y de otros muchos-- han utilizado para justificar su incapacidad e ineficiencia para encarar y resolver el virus del Covid-19 y controlar, aterrorizar, e incluso amenazar a los ciudadanos, para someternos con la pandemia.

Ejemplo de ello, es el gobernador del estado de Chihuahua, quien “por sus pistolas” puso en marcha el famoso “semáforo rojo”, con un “toque de queda” a los ciudadanos, negocios y empresas, que puso en grave crisis a cientos de miles de chihuahuenses, a los que además de restringir sus actividades familiares los amenazó con multas y castigos penales.

No hubo en lo absoluto ley ni fundamento alguno que lo justificara. Cierto es que la tasa de contagios y muertes en los dos meses anteriores a este fin de año se incrementaron. Pero ello no fue –como él dijo-- consecuencia de la irresponsabilidad de los ciudadanos, a quienes responsabilizó de ser los culpables por no usar en espacios públicos el “cubrebocas”; trasladar en sus vehículos a más de dos familiares o amigos, no recluirse durante la tarde-noche en sus casas, comprar cada fin de semana bebidas embriagantes y realizar festejos y “pachangas” en salones o granjas.

Culpó también a restaurantes, fondas y establecimientos comerciales establecidos y callejeros –en proceso de reactivación-- que él mismo propuso, y se enorgulleció de la puesta en marcha del “Semáforo Naranja”. Les atribuyó ser los responsables de no cumplir las normas del aforo y sanidad de sus clientes, y obligó a licorerías a suspender jueves, viernes, sábado y domingo la venta de bebidas embriagantes. Y, por si fuera poco, canceló actividades laborales en pequeñas y medianas empresas.

Las causas del crecimiento de la tasa de la pandemia en Chihuahua y otros estados de la república, fueron otras: la apertura de las compañías maquiladoras de Estados Unidos—país con altos índices de contagios—en Ciudad Juárez y otras ciudades fronterizas, impuestas por Donald Trump a México por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; el desamparo de los hospitales, carencia de medicamentos y financiamiento del personal del Sector Salud, atribuido falsamente al gobierno federal por la cancelación de los fideicomisos que César Duarte y él mismo nunca ejercieron.

Téngalo por seguro, que este caos va para largo.