/ sábado 21 de mayo de 2022

Año 1719: El delito de vivir juntos sin estar casados era penado con multa y destierro

La pareja de Silvestre de Yepes y Teresa “La Bigotes” fue acusada de vivir amancebada en Parral

Memorias de Chihuahua

Vivir amancebados o en amasiato, como hoy se conoce a la unión libre, era un delito verdaderamente común en la sociedad virreinal del Parral antiguo. Existe documentación variada para referirnos al caso de múltiples parejas que de acuerdo con sus circunstancias decidieron unir sus vidas sin las formalidades del matrimonio, una institución que en aquel tiempo estaba estrictamente regulada por la Iglesia.

Ilustrativo es, en este sentido, el caso de Silvestre de Yepes y Teresa “La Bigotes”, quienes el 27 agosto de 1718 fueron señalados por mantener una ilícita amistad, es decir, por vivir juntos sin estar casados. De hecho, esta mujer, según los declarantes, tenía marido pero este se encontraba ausente desde un tiempo indefinido.

Fue en el Real de Minas de San Joseph del Parral, cuando un vecino y mercader del lugar llamado Francisco de Alvarado denunció a la pareja ante Manuel San Juan de Santa Cruz, entonces gobernador y capitán general de la Nueva Vizcaya, residente en el mineral, de que estas dos personas ofendían a Dios con su amancebamiento, que Silvestre tenía a “La bigotes” continuamente de puertas adentro en su domicilio desde hacía diez meses.

Foto: Cortesía | Archivo Histórico Municipal de Parral

Foto: Cortesía | Archivo Histórico Municipal de Parral

Al día siguiente se sumó a esto la declaración de Francisco de Valdez, también vecino del Parral, quien en efecto respaldó la denuncia de Alvarado, diciendo éste que la amistad ilícita de los señalados era de conocimiento público y que se podía constar porque otros pobladores sabían que ambos habitaban en el mismo lugar. Otro que habló en el mismo tenor fue Diego Durán y Villegas, el cual agregó que la razón de esta cohabitación era porque Teresa le servía a Silvestre como cocinera.

A raíz del proceso, Yepes se vio obligado a sacar a la mujer de su domicilio y a pagar diez pesos de multa, dando por concluido la primera etapa de este interesante caso. Sin embargo, el año siguiente de 1719 a los 27 días del mes de febrero, el justicia mayor y capitán general del citado real, Manuel Casasola, reabrió la causa alegando que ambas personas habían reincidido en el amancebamiento.

Dicho funcionario dijo haber aprehendido a Silvestre de Yepes por el tiempo que llevaba viviendo en concubinato con “La Bigotes”, aseguró que a pesar del apercibimiento que le había impuesto su antecesor, con poco temor de Dios y menos precio de la Real Justicia, éste volvió a incidir en la amistad ilícita. Por ello le aplicó una nueva multa que ascendía a los cien pesos de oro común y le desterró del Parral.

Yepes respondió a la sentencia diciendo que no tenía para pagar la multa y sobre el destierro, expresó que saldría en ocho días por falta de vestido. Al día siguiente, el acusado escribió al Justicia Mayor para solicitar la revocación de la pena alegando que él en ningún momento mantuvo concubinato con “La Bigotes”, sino que llegó a su casa por cuestiones de hospedaje y de ser pobre, ya que venía del Real de Chihuahua.

Agregó que por el destierro de 50 leguas no existía problema, que él lo acataría no porque fuera culpable, sino como obediencia a la autoridad y porque no podía costear su defensa, pero que el pagar los cien pesos le resultaba imposible al carecer de bienes para vender. Al no obtener una respuesta, el imputado insistió con una segunda comunicación, reiterando su inocencia. En ella es interesante observar lo siguiente:

Yepes aseguró que no se valoró su testimonio ni el de Teresa y que el procedimiento únicamente se basó en la acusación de Francisco Alvarado, de quien afirmó, sufría demencia. Incluso refirió que el tener a “La Bigotes” dentro de su domicilió, como se había denunciado el año anterior, no era motivo suficiente de delito, mucho menos porque otros testigos habían reconocido que ésta le servía de cocinera.

Finalmente, el Justicia Mayor en atención a la solicitud del condenado decidió rebajar la pena al pago de cincuenta pesos en oro. El documento resguardado en el Archivo Histórico Municipal de Parral no permite conocer sí Silvestre de Yepes logró satisfacer la multa ni los motivos de Francisco de Alvarado para realizar la denuncia, pero más allá de esto, tampoco refiere lo que ocurrió con Teresa, su esposo o por qué le apodaban “La bigotes”.


Facebook: Archivo Histórico Municipal de Parral

Memorias de Chihuahua

Vivir amancebados o en amasiato, como hoy se conoce a la unión libre, era un delito verdaderamente común en la sociedad virreinal del Parral antiguo. Existe documentación variada para referirnos al caso de múltiples parejas que de acuerdo con sus circunstancias decidieron unir sus vidas sin las formalidades del matrimonio, una institución que en aquel tiempo estaba estrictamente regulada por la Iglesia.

Ilustrativo es, en este sentido, el caso de Silvestre de Yepes y Teresa “La Bigotes”, quienes el 27 agosto de 1718 fueron señalados por mantener una ilícita amistad, es decir, por vivir juntos sin estar casados. De hecho, esta mujer, según los declarantes, tenía marido pero este se encontraba ausente desde un tiempo indefinido.

Fue en el Real de Minas de San Joseph del Parral, cuando un vecino y mercader del lugar llamado Francisco de Alvarado denunció a la pareja ante Manuel San Juan de Santa Cruz, entonces gobernador y capitán general de la Nueva Vizcaya, residente en el mineral, de que estas dos personas ofendían a Dios con su amancebamiento, que Silvestre tenía a “La bigotes” continuamente de puertas adentro en su domicilio desde hacía diez meses.

Foto: Cortesía | Archivo Histórico Municipal de Parral

Foto: Cortesía | Archivo Histórico Municipal de Parral

Al día siguiente se sumó a esto la declaración de Francisco de Valdez, también vecino del Parral, quien en efecto respaldó la denuncia de Alvarado, diciendo éste que la amistad ilícita de los señalados era de conocimiento público y que se podía constar porque otros pobladores sabían que ambos habitaban en el mismo lugar. Otro que habló en el mismo tenor fue Diego Durán y Villegas, el cual agregó que la razón de esta cohabitación era porque Teresa le servía a Silvestre como cocinera.

A raíz del proceso, Yepes se vio obligado a sacar a la mujer de su domicilio y a pagar diez pesos de multa, dando por concluido la primera etapa de este interesante caso. Sin embargo, el año siguiente de 1719 a los 27 días del mes de febrero, el justicia mayor y capitán general del citado real, Manuel Casasola, reabrió la causa alegando que ambas personas habían reincidido en el amancebamiento.

Dicho funcionario dijo haber aprehendido a Silvestre de Yepes por el tiempo que llevaba viviendo en concubinato con “La Bigotes”, aseguró que a pesar del apercibimiento que le había impuesto su antecesor, con poco temor de Dios y menos precio de la Real Justicia, éste volvió a incidir en la amistad ilícita. Por ello le aplicó una nueva multa que ascendía a los cien pesos de oro común y le desterró del Parral.

Yepes respondió a la sentencia diciendo que no tenía para pagar la multa y sobre el destierro, expresó que saldría en ocho días por falta de vestido. Al día siguiente, el acusado escribió al Justicia Mayor para solicitar la revocación de la pena alegando que él en ningún momento mantuvo concubinato con “La Bigotes”, sino que llegó a su casa por cuestiones de hospedaje y de ser pobre, ya que venía del Real de Chihuahua.

Agregó que por el destierro de 50 leguas no existía problema, que él lo acataría no porque fuera culpable, sino como obediencia a la autoridad y porque no podía costear su defensa, pero que el pagar los cien pesos le resultaba imposible al carecer de bienes para vender. Al no obtener una respuesta, el imputado insistió con una segunda comunicación, reiterando su inocencia. En ella es interesante observar lo siguiente:

Yepes aseguró que no se valoró su testimonio ni el de Teresa y que el procedimiento únicamente se basó en la acusación de Francisco Alvarado, de quien afirmó, sufría demencia. Incluso refirió que el tener a “La Bigotes” dentro de su domicilió, como se había denunciado el año anterior, no era motivo suficiente de delito, mucho menos porque otros testigos habían reconocido que ésta le servía de cocinera.

Finalmente, el Justicia Mayor en atención a la solicitud del condenado decidió rebajar la pena al pago de cincuenta pesos en oro. El documento resguardado en el Archivo Histórico Municipal de Parral no permite conocer sí Silvestre de Yepes logró satisfacer la multa ni los motivos de Francisco de Alvarado para realizar la denuncia, pero más allá de esto, tampoco refiere lo que ocurrió con Teresa, su esposo o por qué le apodaban “La bigotes”.


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