/ miércoles 17 de octubre de 2018

Cierran programas musicales en escuelas de todo el estado

Sin aviso previo y explicaciones 4 mil estudiantes fueron afectados con la decisión del Gobierno de Chihuahua

“De golpe y porrazo”, alrededor de 4 mil estudiantes de los niveles básico, medio y medio superior del actual ciclo escolar, se quedaron sin el programa “Música en mi escuela”, que llevaba 19 años dando magníficos resultados, suspendido el lunes por parte de la actual administración estatal.

“Nos corrieron, así de sencillo”, menciona el maestro Rito Olivas Carreón, autor también de la frase inicial de esta nota y quien fuera coordinador del mencionado programa desde sus inicios, en el ya lejano sexenio del gobernador Patricio Martínez García. Bromea en el sentido de que, desde principio de semana, ya tiene un nuevo mote: “El corrido de Chihuahua”.

“Ni siquiera dijeron ‘agua va’”, añade el catedrático cuando se le pregunta si le dieron algún argumento para la suspensión, de tajo, del mencionado programa. “Ni una llamada, ni un aviso. Simplemente nos juntaron el jueves (11 de octubre) y nos dijeron que a partir del día 15 ‘Música en mi escuela’ ya no iba más”.

“No hubo explicaciones”, continúa, “y hasta de la misma gente que nos avisó, fue calificada como noticia triste.

Jóvenes que participaban en el programa / Foto: Gobierno del Estado

“Los estudiantes se preguntan qué va a pasar con ellos a partir del lunes, y no son pocos los que recuerdan los grandes conciertos que dábamos en verano (por fin de cursos) o en invierno (por la época de Navidad), cuando nos juntábamos de 800 hasta mil alumnos… era una hermosa experiencia para dar a conocer nuestros resultados, pero ni modo, ya no será”, añade Olivas.

La cultura no es un gasto, sino inversión

Olivas aduce esa suspensión a motivos económicos, pero no podría asegurarlo. Además, como bien sostiene, ya no es algo que le ataña. Simple y sencillamente, debe acatar la decisión como cualquiera de los maestros que tuvo a su cargo hasta el lunes.

“Yo puedo entender que, por austeridad, se hagan los recortes presupuestales necesarios”, concede. “Pero es triste que, en ese tipo de situaciones, sea el renglón cultural el más afectado de todos. Nunca se han dado cuenta que la cultura no es un gasto, sino una estupenda inversión”.

Aunque, a su juicio, el programa era “tan barato para el Gobierno como muy valioso para la sociedad”, fundamentando lo anterior con los sueldos casi simbólicos que él y los demás catedráticos devengaban por quincena. “Yo como coordinador, sólo ganaba 5 mil 500 pesos a la quincena, imagínese los otros maestros”.

Sostiene que, en lo tocante a instrumentos musicales, la actual administración estatal “no puso ni una cuerda”, añadiendo que, a diferencia de incluso el sexenio anterior, “años atrás se hacía la requisición de instrumentos y se surtían sin ningún problema”.

A partir de 2016, y de acuerdo con lo expuesto por el maestro Rito, además de música se tuvieron que hacer milagros para el mantenimiento de los instrumentos que se fueron dañando por antigüedad. “Teníamos a un maestro que era muy bueno en la rehabilitación de ellos, aunque había veces que no se daba abasto, pero a nosotros nos importaba que nadie se quedara sin tocar”.

Programa ajeno al Plan Villa

Olivas Carreón señala que no todo el mérito era del programa, pues había padres con los recursos necesarios como para comprar a su hijo el instrumento de su preferencia y seguir en la práctica del arte de bien combinar los sonidos con el tiempo.

Si bien es cierto que no era una aplastante mayoría la de estudiantes con instrumento propio, también lo es que los que eran del programa no van a tener un destino incierto. Se quedarán en resguardo en los planteles correspondientes.

“Se hizo un inventario (a raíz de la suspensión del programa), que se le entregó al director de cada escuela. De él dependerá el correcto y debido aprovechamiento de cada uno de ellos. Cada escuela sabrá qué hacer con ellos”, dice.

Agrega que con la anterior acción se evitará el fenómeno de “instrumentos arrumbados o extraviados” que caracterizó, luego de su estrepitoso fracaso, al proyecto ideado por la anterior administración duartista en tiempos en que González Tachiquín fue titular de la Secretaría de Educación y Cultura (2015): el tristemente célebre: “Plan Villa”, totalmente ajeno y distinto al programa “Música en mi escuela”.

Se habían formado cuatro sinfónicas

Foto: Gobierno del Estado


Se puede establecer una palpable diferencia entre el “Plan Villa” y “Música en mi escuela” no sólo en la antigüedad, sino en la avasallante oleada de magníficos resultados que arrojó este último a lo largo de sus casi dos décadas de existencia.

Olivas Carreón, quien no sólo coordinó, sino que vivió el proyecto con una pasión similar a la que sigue viviendo la música, puede dar cuenta de ello sin necesidad de recurrir a los libros y estadísticas.

“Estuvimos en varios municipios en todo el estado”, anuncia, antes de recitar de memoria como lo haría un músico sin partitura: “Chihuahua, Juárez, Parral, Villa Matamoros, Valle de Allende, Pueblito de Allende, Jiménez, Meoqui, Delicias, Cuauhtémoc, Santa Bárbara, San Francisco de Borja, San Francisco del Oro, Tutuaca y Saucillo”.

En cada una de esas comunidades, la mecánica fue más o menos la misma a lo largo de los 19 años. “Se seleccionaban estudiantes por cada escuela, un máximo de hasta 65, pero un promedio de 45, y se les enseñaba música de manera formal y a través de la planeación, desde principios básicos como el pentagrama hasta la ejecución del instrumento que ellos eligieran”, continúa evocando, sin duda, buenas épocas.

Entre los instrumentos que más “popularidad” tenían entre los estudiantes, se pueden citar el violín, la guitarra, el contrabajo y la flauta barroca (coloquialmente conocida como escolar). También se le daba una debida atención a las voces.

En el lapso ya mencionado, don Rito refiere la formación de cuatro sinfónicas compuestas por elementos de bachilleres: una en esta capital, otra en Ciudad Juárez, la tercera en Parral, y la cuarta en Saucillo.

Los alumnos que se vieron beneficiados con este programa abarcaron los niveles de primaria, secundaria (donde se hacía un especial énfasis) y preparatoria. En números cerrados, y de acuerdo a Olivas, 4 mil estudiantes por año, a nivel estatal.

La música aparta del vicio y las armas

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Hasta ese momento, el maestro Olivas sólo menciona resultados tangibles, en números, o de momento. Pero lo sembrado a lo largo de casi dos décadas refleja un trabajo del que casi no se habla, pero que muchos extrañarán, en especial los estudiantes afectados a partir del lunes.

“Fue algo barato para el Gobierno y valioso para la sociedad”, reitera el catedrático. “Del programa han egresado músicos que después integraron las orquestas Sinfónica Universitaria o la Filarmónica Estatal (Osuach y Ofech, respectivamente), de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y hasta la de Cámara de Torreón”.

“De aquí han salido desde maestros de música hasta formadores de coros de iglesia, por mencionar lo estrictamente relacionado con la materia”, añade Rito antes de mencionar otro beneficio del que casi nadie se fija y menos se aprecia, visto el cierre del programa.

“Más allá de la estricta formación musical, yo creo que le dimos a la sociedad ciudadanos de provecho, formados humanamente, con valores intrínsecos a la música, como el trabajo en equipo, el respeto, la tolerancia, la superación personal…”, enlista.

Para quien sepa leer entre líneas, no hace falta ser un experto en sociología para entender que cada estudiante que estuvo en estas clases, en definitiva no estuvo cerca de malas compañías, vicios y adicciones.

Y que la suspensión del programa puede obedecer a ahorrarse unos cuantos miles de pesos, pero la pérdida no económica puede ser mucha. Puede ser un triunfo administrativo, pero en lo que respecta a lo que se deja de hacer en la sociedad, es una victoria pírrica.



“De golpe y porrazo”, alrededor de 4 mil estudiantes de los niveles básico, medio y medio superior del actual ciclo escolar, se quedaron sin el programa “Música en mi escuela”, que llevaba 19 años dando magníficos resultados, suspendido el lunes por parte de la actual administración estatal.

“Nos corrieron, así de sencillo”, menciona el maestro Rito Olivas Carreón, autor también de la frase inicial de esta nota y quien fuera coordinador del mencionado programa desde sus inicios, en el ya lejano sexenio del gobernador Patricio Martínez García. Bromea en el sentido de que, desde principio de semana, ya tiene un nuevo mote: “El corrido de Chihuahua”.

“Ni siquiera dijeron ‘agua va’”, añade el catedrático cuando se le pregunta si le dieron algún argumento para la suspensión, de tajo, del mencionado programa. “Ni una llamada, ni un aviso. Simplemente nos juntaron el jueves (11 de octubre) y nos dijeron que a partir del día 15 ‘Música en mi escuela’ ya no iba más”.

“No hubo explicaciones”, continúa, “y hasta de la misma gente que nos avisó, fue calificada como noticia triste.

Jóvenes que participaban en el programa / Foto: Gobierno del Estado

“Los estudiantes se preguntan qué va a pasar con ellos a partir del lunes, y no son pocos los que recuerdan los grandes conciertos que dábamos en verano (por fin de cursos) o en invierno (por la época de Navidad), cuando nos juntábamos de 800 hasta mil alumnos… era una hermosa experiencia para dar a conocer nuestros resultados, pero ni modo, ya no será”, añade Olivas.

La cultura no es un gasto, sino inversión

Olivas aduce esa suspensión a motivos económicos, pero no podría asegurarlo. Además, como bien sostiene, ya no es algo que le ataña. Simple y sencillamente, debe acatar la decisión como cualquiera de los maestros que tuvo a su cargo hasta el lunes.

“Yo puedo entender que, por austeridad, se hagan los recortes presupuestales necesarios”, concede. “Pero es triste que, en ese tipo de situaciones, sea el renglón cultural el más afectado de todos. Nunca se han dado cuenta que la cultura no es un gasto, sino una estupenda inversión”.

Aunque, a su juicio, el programa era “tan barato para el Gobierno como muy valioso para la sociedad”, fundamentando lo anterior con los sueldos casi simbólicos que él y los demás catedráticos devengaban por quincena. “Yo como coordinador, sólo ganaba 5 mil 500 pesos a la quincena, imagínese los otros maestros”.

Sostiene que, en lo tocante a instrumentos musicales, la actual administración estatal “no puso ni una cuerda”, añadiendo que, a diferencia de incluso el sexenio anterior, “años atrás se hacía la requisición de instrumentos y se surtían sin ningún problema”.

A partir de 2016, y de acuerdo con lo expuesto por el maestro Rito, además de música se tuvieron que hacer milagros para el mantenimiento de los instrumentos que se fueron dañando por antigüedad. “Teníamos a un maestro que era muy bueno en la rehabilitación de ellos, aunque había veces que no se daba abasto, pero a nosotros nos importaba que nadie se quedara sin tocar”.

Programa ajeno al Plan Villa

Olivas Carreón señala que no todo el mérito era del programa, pues había padres con los recursos necesarios como para comprar a su hijo el instrumento de su preferencia y seguir en la práctica del arte de bien combinar los sonidos con el tiempo.

Si bien es cierto que no era una aplastante mayoría la de estudiantes con instrumento propio, también lo es que los que eran del programa no van a tener un destino incierto. Se quedarán en resguardo en los planteles correspondientes.

“Se hizo un inventario (a raíz de la suspensión del programa), que se le entregó al director de cada escuela. De él dependerá el correcto y debido aprovechamiento de cada uno de ellos. Cada escuela sabrá qué hacer con ellos”, dice.

Agrega que con la anterior acción se evitará el fenómeno de “instrumentos arrumbados o extraviados” que caracterizó, luego de su estrepitoso fracaso, al proyecto ideado por la anterior administración duartista en tiempos en que González Tachiquín fue titular de la Secretaría de Educación y Cultura (2015): el tristemente célebre: “Plan Villa”, totalmente ajeno y distinto al programa “Música en mi escuela”.

Se habían formado cuatro sinfónicas

Foto: Gobierno del Estado


Se puede establecer una palpable diferencia entre el “Plan Villa” y “Música en mi escuela” no sólo en la antigüedad, sino en la avasallante oleada de magníficos resultados que arrojó este último a lo largo de sus casi dos décadas de existencia.

Olivas Carreón, quien no sólo coordinó, sino que vivió el proyecto con una pasión similar a la que sigue viviendo la música, puede dar cuenta de ello sin necesidad de recurrir a los libros y estadísticas.

“Estuvimos en varios municipios en todo el estado”, anuncia, antes de recitar de memoria como lo haría un músico sin partitura: “Chihuahua, Juárez, Parral, Villa Matamoros, Valle de Allende, Pueblito de Allende, Jiménez, Meoqui, Delicias, Cuauhtémoc, Santa Bárbara, San Francisco de Borja, San Francisco del Oro, Tutuaca y Saucillo”.

En cada una de esas comunidades, la mecánica fue más o menos la misma a lo largo de los 19 años. “Se seleccionaban estudiantes por cada escuela, un máximo de hasta 65, pero un promedio de 45, y se les enseñaba música de manera formal y a través de la planeación, desde principios básicos como el pentagrama hasta la ejecución del instrumento que ellos eligieran”, continúa evocando, sin duda, buenas épocas.

Entre los instrumentos que más “popularidad” tenían entre los estudiantes, se pueden citar el violín, la guitarra, el contrabajo y la flauta barroca (coloquialmente conocida como escolar). También se le daba una debida atención a las voces.

En el lapso ya mencionado, don Rito refiere la formación de cuatro sinfónicas compuestas por elementos de bachilleres: una en esta capital, otra en Ciudad Juárez, la tercera en Parral, y la cuarta en Saucillo.

Los alumnos que se vieron beneficiados con este programa abarcaron los niveles de primaria, secundaria (donde se hacía un especial énfasis) y preparatoria. En números cerrados, y de acuerdo a Olivas, 4 mil estudiantes por año, a nivel estatal.

La música aparta del vicio y las armas

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Hasta ese momento, el maestro Olivas sólo menciona resultados tangibles, en números, o de momento. Pero lo sembrado a lo largo de casi dos décadas refleja un trabajo del que casi no se habla, pero que muchos extrañarán, en especial los estudiantes afectados a partir del lunes.

“Fue algo barato para el Gobierno y valioso para la sociedad”, reitera el catedrático. “Del programa han egresado músicos que después integraron las orquestas Sinfónica Universitaria o la Filarmónica Estatal (Osuach y Ofech, respectivamente), de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y hasta la de Cámara de Torreón”.

“De aquí han salido desde maestros de música hasta formadores de coros de iglesia, por mencionar lo estrictamente relacionado con la materia”, añade Rito antes de mencionar otro beneficio del que casi nadie se fija y menos se aprecia, visto el cierre del programa.

“Más allá de la estricta formación musical, yo creo que le dimos a la sociedad ciudadanos de provecho, formados humanamente, con valores intrínsecos a la música, como el trabajo en equipo, el respeto, la tolerancia, la superación personal…”, enlista.

Para quien sepa leer entre líneas, no hace falta ser un experto en sociología para entender que cada estudiante que estuvo en estas clases, en definitiva no estuvo cerca de malas compañías, vicios y adicciones.

Y que la suspensión del programa puede obedecer a ahorrarse unos cuantos miles de pesos, pero la pérdida no económica puede ser mucha. Puede ser un triunfo administrativo, pero en lo que respecta a lo que se deja de hacer en la sociedad, es una victoria pírrica.



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