Memorias de Chihuahua
Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Francisco Villa o simplemente “Pancho Villa”, es un personaje histórico verdaderamente contrastante, polémico de rigor y atrayente por su inaudita vida, un sujeto de estudio privilegiado para sus partidarios y detractores. ¿Héroe o villano?, es una de esas preguntas que quizá nunca sabremos responder a cabalidad, sólo las aproximaciones que nos sugiere la interpretación.
Ese cuestionamiento es una ambigüedad, todo depende desde qué punto de vista se analice al hombre revolucionario, qué tanto se justifica el proceder y las necesidades de un tiempo determinado por la historia. Hoy en Memorias de Chihuahua, a propósito de la cuestión anterior, les presentamos un testimonio de Soledad Seañez Holguín, una de las últimas mujeres con la que el Centauro del Norte contrajo nupcias.
Soledad era originaria de Valle de Allende y con Francisco Villa procreó un hijo al que le pusieron por nombre Antonio. Al morir su esposo acribillado en Parral, la mañana del 20 de julio de 1923, ella enviudó y tuvo que abandonar la Hacienda de Canutillo, quedando en completa pobreza. Sin embargo, era consciente ya en ese momento de que Villa tenía otras mujeres con las que se casó, pero guardó silencio debido al temperamento que éste tenía.
Alegando una precaria situación económica emitió una denuncia en contra de Luz Corral, otra de las esposas de Villa, para que a su hijo Antonio le concedieran el 25 por ciento de los bienes que el General había dejado, todos ellos valorados en 60 mil pesos. Lo anterior, de acuerdo con un juicio civil promovido por la señora Seañez en 1934 y que celosamente conservamos en el Archivo Histórico de Hidalgo del Parral.
La querellante, en este sentido, no se limitó sólo exponer los motivos de la denuncia, sino que, a manera de antecedentes, relató algunas vivencias con Francisco Villa desde el momento en el que se casaron hasta los días posteriores a su muerte. Un testimonio que consideramos valioso porque refleja la percepción de una mujer que compartió sus días con el personaje histórico, lo que no conocía por ignorancia y lo que simplemente decidió callar.
En la defensa de los derechos de su hijo que en ese tiempo tenía 13 años, Soledad mencionó que Luz Corral mediante una carta enviada a una persona de nombre “Juan Cerecedes Llánes”, reconocía que Antonio era hijo legítimo de Villa y que de igual manera era su heredero. No obstante, dice que también otro niño de nombre Miguel contaba con los mismos derechos que el suyo. Este último, vivía en el domicilio de la demandante y estaba bajo su cuidado por órdenes del General.
Es en este punto cuando relata que el niño Miguel fue criado junto con el suyo desde que tenía tres meses porque Villa se lo llevó diciéndole que también era su hijo y que lo tenía que cuidar, asimismo la prohibió que investigara quién era la madre del niño. Desde luego, expresa que días más tarde se enteró por un desconocido de que la madre del pequeño se llamaba María Arreola, residente en ese tiempo del el Rancho del Barranco, en El Oro, Durango.
Supo que la noche anterior de que Villa le llevará al niño a Canutillo, éste y uno de sus soldados llamado Ramón Contreras mataron a la madre quemándola con petróleo. Teniendo conocimiento de esto, Soledad no decidió investigar porque consideraba que su esposo era una persona temible, “tan caracterizado y de conducta sumamente discutida”.
De hecho, aseguraba que Francisco Villa inspiraba terror en la región sur de Chihuahua y norte de Durango, sobre todo en las poblaciones más pequeñas de la comarca, disponiendo a su capricho de vidas y haciendas, al grado de que incluso en Parral ninguna persona se atrevía a protestar en contra de sus determinaciones.
Primera de dos partes