/ domingo 28 de noviembre de 2021

Rescatar la memoria: Macondo, Ayotzinapa y las muertas de Juárez

El caso Ayotzinapa convertido en oro molido. Un viejo perspicaz advirtió que la serie traslucía el augurio de Macondo.

De improviso detuvieron la serie en el capítulo siete, faltaban tres. Protesta nacional. Corría peligro la vida de algunos, el capital de otros y perderse el premio de cinco millones de dólares, parecido al streaming Netflix “El juego del calamar”.

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Todos estaban en la escena y advertían la tensión que se respiraba en el pueblo. El capítulo primero pintó al óleo las reuniones clandestinas de los trabajadores, dispuestos a ir a la huelga. La serie mostraba la mano férrea de los abogados que defendían en cuerpo y alma al superintendente de la empresa bananera, Jack Brown.

Los trabajadores repudiaron a las autoridades de Macondo y “subieron sus quejas a los tribunales supremos”. “Fue ahí donde los ilusionistas del derecho demostraron que las reclamaciones carecían de toda validez”. “El fallo del tribunal proclamó en bando solemne la inexistencia de los trabajadores”, habían sido contratados como “informales”. Proscrita la palabra huelga. Para continuar la serie, imprescindible apostarle dinero y vidas al patrón, a las autoridades o a los temerarios huelguistas.

Ni respiraba uno por la conspiración sigilosa de los trabajadores. En un despliegue marcial aparecieron tres regimientos cercando la estación y la plazoleta. “La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro en las controversias”.

Esperando un tren que no llegaba “más de tres mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, habían desbordado el espacio descubierto frente a la estación, y se apretujaban en calles adyacentes que el ejército cerró con filas de ametralladoras”. Un teniente leyó con bocina el Decreto Número 4 “que declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala”.

“El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladora le respondieron en el acto. Todo parecía una farsa”, como si fuera un sueño. En menos de una hora masacraron a todo ser vivo, y luego se apresuraron a subirlos a las furgonetas y los arrojaron como basura a los vagones del tren con destino funeral: tirarlos al mar. Fue cuando interrumpieron la serie las autoridades porque los participantes coincidían en que había sido un atroz golpe de terrorismo.

Los tres últimos capítulos y fin de juego se colaron subrepticiamente por las redes. Despertó medio muerto encima de restos de cadáveres, en uno de los vagones de desechos humanos. Como pudo se reincorporó y se arrastró hasta llegar al primer vagón y “dio un salto en la oscuridad y quedó tendido en la zanja hasta que el tren acabó de pasar”. No supo ni cómo llegó, andrajoso y macilento, caminando al pueblo.

Enfiló, en sentido contrario al tren. Deambuló alrededor de tres horas azotado por un aguacero despiadado. Divisó las primeras casas del pueblo. Atraído por el olor a café “entró en una cocina donde una mujer con un niño en los brazos estaba inclinada sobre el fogón”. Medio muerto se presentó con sus nombres y apellidos completos.

Sorbió su café. –“Debían ser tres mil”, murmuró. La señora respondió asombrada con un “¿qué?”. “Los muertos”, aclaró él. “Debían ser todos los que estaban en la estación”.

La mujer midió a José Arcadio Segundo Buendía con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo “Desde los tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo”. En tres lugares donde se detuvo le repitieron: “No hubo muertos”. La plazoleta pegada a la estación lucía limpia y arreglada como para una kermés o para la fiesta patronal, sin el más mínimo detalle de masacre o rastros recientes de ejecución despiadada. No lo podía creer. En las tripas traía todavía el olor a muerte.

El bando nacional reportó que los trabajadores abandonaron la protesta en “caravanas pacíficas”, y hasta que habían reducido sus peticiones a dos demandas mínimas. La versión oficial “mil veces repetida y machacada”, por todos los medios posibles, difundió que la protesta de los trabajadores había sido atendida por la empresa transnacional y que “no hubo muertos y los huelguistas satisfechos habían regresado con sus familias”. Medio loco, después de seis meses de encierro, José Arcadio repetía una y mil veces: “Estoy seguro que eran más de tres mil los que estaban en la estación”.

Fin del juego. De los 456 jugadores, 124 murieron, 331 perdieron los ahorros de todos sus años y herencia, y algunos hasta su atesorada pensión. El premio lo obtuvo Citlalli, niña prodigio de un poblado del municipio de sierra baja de Guerrero. La alumna de secundaria documentó que la masacre fue real y que José Arcadio decía la verdad.

La productora de streaming Netflix tenía el negocio de su vida en las manos. El caso Ayotzinapa convertido en oro molido. Un viejo perspicaz advirtió que la serie traslucía el augurio de Macondo.

Se cuenta con cerros de documentación, con cientos de actores importantes, con el dolor y la protesta permanente de los familiares de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, desaparecidos aquel 26 de septiembre de 2015. El acto de prestidigitación de la desaparición de los normalistas ha mantenido protestas y reclamos nacionales e internacionales. Los mejores investigadores del mundo han tomado el caso en sus manos. El encubridor y distorsionador, ex director de la Agencia de Investigación Criminal (PGR), Tomás Zerón de Lucio, anda prófugo en Israel.

La orden llegó fulminante a la productora: “Ese caso no se toca”, están mencionados el gobierno, los militares y los narcos. Close up y no se volvió a abordar el tema.

La periodista Paola Rojas asistió a un país asiático para compartir sobre la violencia de género y conocer las libertades y restricciones de algunos países musulmanes; en el simposio, le extrañó que una de las participantes le preguntara sobre las muertas de Juárez y en español. Escribe Paola: “Y es que fueron los feminicidios ocurridos en esa ciudad fronteriza los que la acercaron al tema. Los documentales y reportajes al respecto llegaron en su momento a los oídos de activistas de todo el mundo. Lo tremendo es que, aun cuando ese horror se hizo internacionalmente visible, nunca se esclareció. No sabemos quiénes fueron los responsables. Esas muertes siguen impunes, como lo siguen también los miles de asesinatos de mujeres que ha habido en los años posteriores en México”.

Remata la periodista con un reclamo extremo: “El hecho es que en México se está asesinando mujeres como en muy pocos lugares del mundo. La protección no llega y la justicia tampoco. Sin embargo, muchas estamos unidas en esa exigencia. Queremos una nueva realidad en la que internacionalmente no se hable de las muertas de Juárez y sí de las vivas de México”.

Las muertas de Juárez cargan un sedimento doloroso, de memoria desgarradora, como la masacre de Macondo.

Lorenzo Pérez, director de INPRO. Analista político. lperez@inpro.com.mx

De improviso detuvieron la serie en el capítulo siete, faltaban tres. Protesta nacional. Corría peligro la vida de algunos, el capital de otros y perderse el premio de cinco millones de dólares, parecido al streaming Netflix “El juego del calamar”.

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Todos estaban en la escena y advertían la tensión que se respiraba en el pueblo. El capítulo primero pintó al óleo las reuniones clandestinas de los trabajadores, dispuestos a ir a la huelga. La serie mostraba la mano férrea de los abogados que defendían en cuerpo y alma al superintendente de la empresa bananera, Jack Brown.

Los trabajadores repudiaron a las autoridades de Macondo y “subieron sus quejas a los tribunales supremos”. “Fue ahí donde los ilusionistas del derecho demostraron que las reclamaciones carecían de toda validez”. “El fallo del tribunal proclamó en bando solemne la inexistencia de los trabajadores”, habían sido contratados como “informales”. Proscrita la palabra huelga. Para continuar la serie, imprescindible apostarle dinero y vidas al patrón, a las autoridades o a los temerarios huelguistas.

Ni respiraba uno por la conspiración sigilosa de los trabajadores. En un despliegue marcial aparecieron tres regimientos cercando la estación y la plazoleta. “La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro en las controversias”.

Esperando un tren que no llegaba “más de tres mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, habían desbordado el espacio descubierto frente a la estación, y se apretujaban en calles adyacentes que el ejército cerró con filas de ametralladoras”. Un teniente leyó con bocina el Decreto Número 4 “que declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala”.

“El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladora le respondieron en el acto. Todo parecía una farsa”, como si fuera un sueño. En menos de una hora masacraron a todo ser vivo, y luego se apresuraron a subirlos a las furgonetas y los arrojaron como basura a los vagones del tren con destino funeral: tirarlos al mar. Fue cuando interrumpieron la serie las autoridades porque los participantes coincidían en que había sido un atroz golpe de terrorismo.

Los tres últimos capítulos y fin de juego se colaron subrepticiamente por las redes. Despertó medio muerto encima de restos de cadáveres, en uno de los vagones de desechos humanos. Como pudo se reincorporó y se arrastró hasta llegar al primer vagón y “dio un salto en la oscuridad y quedó tendido en la zanja hasta que el tren acabó de pasar”. No supo ni cómo llegó, andrajoso y macilento, caminando al pueblo.

Enfiló, en sentido contrario al tren. Deambuló alrededor de tres horas azotado por un aguacero despiadado. Divisó las primeras casas del pueblo. Atraído por el olor a café “entró en una cocina donde una mujer con un niño en los brazos estaba inclinada sobre el fogón”. Medio muerto se presentó con sus nombres y apellidos completos.

Sorbió su café. –“Debían ser tres mil”, murmuró. La señora respondió asombrada con un “¿qué?”. “Los muertos”, aclaró él. “Debían ser todos los que estaban en la estación”.

La mujer midió a José Arcadio Segundo Buendía con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo “Desde los tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo”. En tres lugares donde se detuvo le repitieron: “No hubo muertos”. La plazoleta pegada a la estación lucía limpia y arreglada como para una kermés o para la fiesta patronal, sin el más mínimo detalle de masacre o rastros recientes de ejecución despiadada. No lo podía creer. En las tripas traía todavía el olor a muerte.

El bando nacional reportó que los trabajadores abandonaron la protesta en “caravanas pacíficas”, y hasta que habían reducido sus peticiones a dos demandas mínimas. La versión oficial “mil veces repetida y machacada”, por todos los medios posibles, difundió que la protesta de los trabajadores había sido atendida por la empresa transnacional y que “no hubo muertos y los huelguistas satisfechos habían regresado con sus familias”. Medio loco, después de seis meses de encierro, José Arcadio repetía una y mil veces: “Estoy seguro que eran más de tres mil los que estaban en la estación”.

Fin del juego. De los 456 jugadores, 124 murieron, 331 perdieron los ahorros de todos sus años y herencia, y algunos hasta su atesorada pensión. El premio lo obtuvo Citlalli, niña prodigio de un poblado del municipio de sierra baja de Guerrero. La alumna de secundaria documentó que la masacre fue real y que José Arcadio decía la verdad.

La productora de streaming Netflix tenía el negocio de su vida en las manos. El caso Ayotzinapa convertido en oro molido. Un viejo perspicaz advirtió que la serie traslucía el augurio de Macondo.

Se cuenta con cerros de documentación, con cientos de actores importantes, con el dolor y la protesta permanente de los familiares de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, desaparecidos aquel 26 de septiembre de 2015. El acto de prestidigitación de la desaparición de los normalistas ha mantenido protestas y reclamos nacionales e internacionales. Los mejores investigadores del mundo han tomado el caso en sus manos. El encubridor y distorsionador, ex director de la Agencia de Investigación Criminal (PGR), Tomás Zerón de Lucio, anda prófugo en Israel.

La orden llegó fulminante a la productora: “Ese caso no se toca”, están mencionados el gobierno, los militares y los narcos. Close up y no se volvió a abordar el tema.

La periodista Paola Rojas asistió a un país asiático para compartir sobre la violencia de género y conocer las libertades y restricciones de algunos países musulmanes; en el simposio, le extrañó que una de las participantes le preguntara sobre las muertas de Juárez y en español. Escribe Paola: “Y es que fueron los feminicidios ocurridos en esa ciudad fronteriza los que la acercaron al tema. Los documentales y reportajes al respecto llegaron en su momento a los oídos de activistas de todo el mundo. Lo tremendo es que, aun cuando ese horror se hizo internacionalmente visible, nunca se esclareció. No sabemos quiénes fueron los responsables. Esas muertes siguen impunes, como lo siguen también los miles de asesinatos de mujeres que ha habido en los años posteriores en México”.

Remata la periodista con un reclamo extremo: “El hecho es que en México se está asesinando mujeres como en muy pocos lugares del mundo. La protección no llega y la justicia tampoco. Sin embargo, muchas estamos unidas en esa exigencia. Queremos una nueva realidad en la que internacionalmente no se hable de las muertas de Juárez y sí de las vivas de México”.

Las muertas de Juárez cargan un sedimento doloroso, de memoria desgarradora, como la masacre de Macondo.

Lorenzo Pérez, director de INPRO. Analista político. lperez@inpro.com.mx

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