Durante la época Medieval, los castigos para aquellos que cometían algún delito eran muy crueles, pues se les debía amputar la parte del cuerpo con la que realizaron el crimen.
Esta tradición se acompañaba de una exhibición con cada uno de los miembros cortados de los criminales a modo de “reliquias”, esto para hacer recapacitar al resto de la población sobre sus actos y así evitar el aumento de delitos.
Si bien, cualquier parte del cuerpo entraba en esta especie de ritual, específicamente las manos izquierdas resultaban más llamativas y admirables con diabólicas creencias.
En realidad a la sociedad de este tiempo no le importaba mucho quién era la persona muerta que había cometido el delito, si no la causa de que le amputaron cierta extremidad de su cuerpo.
Detrás de tantas historias, la que más sobresalió fue la de la “Mano de Gloria”, un amuleto que era considerado muy poderoso hace más de 800 años.
La creencia de la “Mano de la Gloria” surgió en Europa
Según una creencia muy antigua que surgió en Europa, contaba que existía una especie de candelabro hecho con una mano izquierda que le fue cortada a un criminal ahorcado a causa de sus malos actos.
Muchas personas afirman que la extremidad tenía poderes sobrenaturales, razón por la que se volvió muy popular en su época.
El testimonio de Sabine Baring- Gould, un padre escritor de origen británico, dice que este amuleto abría cualquier puerta, que tenía el poder de hechizar a las personas e incluso volver invisible a quien la poseía.
Este era el principal motivo por el que los ladrones del siglo XVI lo consideraban como un elemento de apoyo al momento de cometer sus crímenes dentro de alguna casa.
Con el paso del tiempo las historias sobre los supuestos poderes que contenía la extraña creación, se volvieron muy comunes en toda Europa.
La mano de la gloria no se trataba de un amuleto que podrías comprar en cualquier tienda de hechizos o brujería, pues aquel que quisiera usarla debía fabricarla con sus propias manos.
¿Cómo era una Mano de la Gloria?
Cómo su nombre lo dice, se trataba de una mano que fue arrancada del cuerpo de algún criminal al ser sacrificado por cometer cierto delito considerado imperdonable en la Edad Media.
Lo que le daba la apariencia de un candelabro, eran las velas que se debían colocar sobre cada uno de los dedos, es decir que en total debían ser cinco.
Si bien, pareciera muy sencilla su elaboración, para lograr que tuviera los poderes deseados se debía fabricar bajo un estricto ritual.
Primero se debía envolver la mano en un pedazo de tela y apretarla bien para lograr exprimir la sangre que aún pudiera conservar.
Para lograr un mayor efecto en cuanto a sus poderes, la tela que se utilizaba debía ser de la ropa del muerto, pues se pensaba que con esta técnica la magia se duplicaba.
Después debía ser colocada dentro de una vasija de barro llena de sal y pimienta para dejarla dentro durante un periodo de 15 días, tiempo en el que se lograría un estado completamente seco.
En dos semanas más, la mano debía ser expuesta al sol al mediodía para que los intensos rayos la terminaran de secar en su totalidad.
Si el ladrón consideraba que la extremidad se encontraba completamente momificada, lo siguiente por hacer era la colocación de las velas.
Para la elaboración de estas últimas, se debía mezclar la grasa del cuerpo sacrificado o bien, el dedo de un niño muerto, junto con cera virgen y sésamo de Laponia.
Estas indicaciones se encuentran perfectamente señaladas en el libro “Diccionario infernal” del escritor y experto francés Collin de Plancy, quién lo publicó en 1818.
Publicado originalmente en El Sol de Hermosillo