/ viernes 1 de octubre de 2021

Empresarios & Sociedad: Chihuahua en la cinematografía transnacional

Por décadas, empresarios chihuahuenses fueron referentes en el mundo de la cinematografía transnacional

Por décadas, empresarios chihuahuenses fueron referentes en el mundo de la cinematografía transnacional. Con el despliegue de un circuito regional de salas, la instalación de sets fílmicos nacionales y la producción de películas binacionales, el dúo Calderón y Salas Porras, marcó una época.

El Circuito Alcázar.

En plena Revolución, algunos empresarios del espectáculo de orígenes extranjeros optaron por abandonar la capital. Ello dio la oportunidad a nuevos promotores locales. Así, en 1919, los jóvenes Rafael y José U. Calderón se unieron con Juan Salas Porras y adquirieron el viejo Cine Alcázar. José U. Calderón, según nos relata su bisnieta en un revelador documental, había estado en San Luis Misuri en la Exposición Universal de 1906, en la que se presentó con éxito el cinematógrafo y, desde entonces, se prendó José de él.

En la década de los 20, la nueva empresa cinematográfica chihuahuense decidió expandirse en la ciudad y en otras plazas del estado, como Parral y Ciudad Juárez, e incluso operar el Teatro Colón del Paso, Texas. Aparte de levantar el nuevo Cine Alcázar frente a la Plaza de Armas en 1927, construyeron el Cine Azteca en la avenida Ocampo, inaugurado el 16 de septiembre de 1929. Los empresarios completaron seis salas cinematográficas en el estado de Chihuahua y El Paso, Texas, que fueron identificadas como el Circuito Alcázar.

Entre la década de los años 20 y la de los años 60, la empresa habría de crecer poco a poco su red de cines en todas las ciudades del estado, hasta sumar 36 salas de exhibición, según nos describe la historiadora argentina Silvana Flores. El Circuito Alcázar competía con otros grupos nacionales que administraban cines en el centro y sur del país. Sin embargo, la sociedad de los Calderón y Salas Porras iba a incursionar, además, en los sectores de la producción y la distribución de la industria del entretenimiento.

Producción de cultura y de nacionalismo.

En aquella época posrevolucionaria, el nacionalismo era la moda internacional. Aunque en algunos casos concretos, ese sentimiento llevó a los excesos del nazismo; para México fue una motivación para fortalecer su identidad y renovarse. Los Calderón y Salas Porras exhibían y distribuían de preferencia películas mexicanas, tanto en nuestro país como en los Estados Unidos, durante la llamada época dorada del cine mexicano. Así lo anunciaban sus carteleras.

Como ejemplo del interés por la cultura, el archivo de los Caballeros de Colón conserva una carta del 4 de agosto de 1924, firmada por Julio Torri, de la Secretaría de Educación Pública, dirigida a los Calderón y Salas Porras. Se refiere a la cinta La caída de Troya, y expresa que la exhibición del filme es altamente recomendable, debido a su contenido cultural e histórico.

Además, Manuel O’Reilly y Carlos Ochoa Arroniz concretaron en 1929 la edificación del Cine Azteca, inmueble que representaba una nueva propuesta político-cultural de las élites de esos tiempos. Con un estilo cargado de jeroglíficos mexicas, especie de barroco prehispánico, este edificio era una expresión en cantera del orgullo antepasado, que se inspiraba en algunos cuadros del pintor Félix Parra. Así, el lienzo se transformó en piedra y la piedra en un cinema.

La estrella chihuahuense: Eco Films y El Heraldo de Chihuahua.

La empresa Eco Films, dirigida por José U. Calderón, asociada al Circuito Alcázar y, luego, a Azteca Films, había hecho una alianza estratégica con El Heraldo a fin de promover entre las jóvenes chihuahuenses un concurso (audiciones, diríamos hoy) para descubrir una promesa de la actuación. Motivados por el éxito del filme La Llorona a nivel nacional, los empresarios chihuahuenses se lanzaron a invertir en equipo y buscar talento para producir nuevos rodajes. La sociedad chihuahuense se volcó en propuestas y apoyos en esta especie de “Academia”.

En el mes de mayo de 1933, las páginas de El Heraldo comenzaron la publicación de anuncios dirigidos a las damas jóvenes de la época. Decía el desplegado: “Pronto daremos a conocer las bases para el Concurso de la Estrella Chihuahua”, y continuaban: “La señorita que obtenga el triunfo desempeñará el principal papel en la próxima película que habrá de imprimir la empresa Eco Films S.A.”, firmaba José U. Calderón, gerente general, y más abajo se leía: “Brillante oportunidad que El Heraldo ofrece a las damitas de la comunidad”.

Algunos éxitos importantes.

Zandunga, dirigida por Fernando de Fuentes, con un guión de Salvador Novo y estelarizada por Lupe Vélez y Arturo de Córdova, abrió en 1937 una prolífica saga de tópicos netamente mexicanos. La cinta celebraba la límpida vida campestre de Oaxaca, que contrastaba con las producciones de Hollywood, Francia y Alemania, las cuales se regodeaban con ampulosas escenas de cabaret. La sociedad Calderón y Salas Porras aportó mucho, en ese entonces, a la formación de la conciencia nacional chihuahuense y mexicana.

En 1944 se filmó Nosotros, con Ricardo Montalbán, cinta cuya melodía central fue interpretada posteriormente por la estadunidense Eydie Gorme, en español, acompañada por el trío Los Panchos. Eran los años finales de la Segunda Guerra Mundial en los que Estados Unidos, por razones geopolíticas, aceptaba y promovía la cultura mexicana, desde Hollywood. En ese tiempo, se exhibían prácticamente sólo películas mexicanas en el Cine Colón de El Paso, Texas.

Para entonces, los descendientes de José U. Calderón y su yerno Jorge García Besné eran de los principales productores de películas en México. Los temas, sin embargo, iban a evolucionar desde rodajes estilo San Ignacio de Loyola (1949), que contó con la recomendación del Vaticano, hacia temáticas de acción con el personaje de El Santo o a filmes sobre el cambio en la moral y las costumbres en los años 50.

El fin de la película chihuahuense.

En los años 60 la competencia económica con los grupos empresariales del centro del país se endureció y el Circuito Alcázar pasó a otras manos. Finalmente, en los 70, todas las cadenas privadas de exhibición fueron nacionalizadas. La producción fílmica giró completamente su enfoque nacionalista para asumir temáticas menos culturales.


Por décadas, empresarios chihuahuenses fueron referentes en el mundo de la cinematografía transnacional. Con el despliegue de un circuito regional de salas, la instalación de sets fílmicos nacionales y la producción de películas binacionales, el dúo Calderón y Salas Porras, marcó una época.

El Circuito Alcázar.

En plena Revolución, algunos empresarios del espectáculo de orígenes extranjeros optaron por abandonar la capital. Ello dio la oportunidad a nuevos promotores locales. Así, en 1919, los jóvenes Rafael y José U. Calderón se unieron con Juan Salas Porras y adquirieron el viejo Cine Alcázar. José U. Calderón, según nos relata su bisnieta en un revelador documental, había estado en San Luis Misuri en la Exposición Universal de 1906, en la que se presentó con éxito el cinematógrafo y, desde entonces, se prendó José de él.

En la década de los 20, la nueva empresa cinematográfica chihuahuense decidió expandirse en la ciudad y en otras plazas del estado, como Parral y Ciudad Juárez, e incluso operar el Teatro Colón del Paso, Texas. Aparte de levantar el nuevo Cine Alcázar frente a la Plaza de Armas en 1927, construyeron el Cine Azteca en la avenida Ocampo, inaugurado el 16 de septiembre de 1929. Los empresarios completaron seis salas cinematográficas en el estado de Chihuahua y El Paso, Texas, que fueron identificadas como el Circuito Alcázar.

Entre la década de los años 20 y la de los años 60, la empresa habría de crecer poco a poco su red de cines en todas las ciudades del estado, hasta sumar 36 salas de exhibición, según nos describe la historiadora argentina Silvana Flores. El Circuito Alcázar competía con otros grupos nacionales que administraban cines en el centro y sur del país. Sin embargo, la sociedad de los Calderón y Salas Porras iba a incursionar, además, en los sectores de la producción y la distribución de la industria del entretenimiento.

Producción de cultura y de nacionalismo.

En aquella época posrevolucionaria, el nacionalismo era la moda internacional. Aunque en algunos casos concretos, ese sentimiento llevó a los excesos del nazismo; para México fue una motivación para fortalecer su identidad y renovarse. Los Calderón y Salas Porras exhibían y distribuían de preferencia películas mexicanas, tanto en nuestro país como en los Estados Unidos, durante la llamada época dorada del cine mexicano. Así lo anunciaban sus carteleras.

Como ejemplo del interés por la cultura, el archivo de los Caballeros de Colón conserva una carta del 4 de agosto de 1924, firmada por Julio Torri, de la Secretaría de Educación Pública, dirigida a los Calderón y Salas Porras. Se refiere a la cinta La caída de Troya, y expresa que la exhibición del filme es altamente recomendable, debido a su contenido cultural e histórico.

Además, Manuel O’Reilly y Carlos Ochoa Arroniz concretaron en 1929 la edificación del Cine Azteca, inmueble que representaba una nueva propuesta político-cultural de las élites de esos tiempos. Con un estilo cargado de jeroglíficos mexicas, especie de barroco prehispánico, este edificio era una expresión en cantera del orgullo antepasado, que se inspiraba en algunos cuadros del pintor Félix Parra. Así, el lienzo se transformó en piedra y la piedra en un cinema.

La estrella chihuahuense: Eco Films y El Heraldo de Chihuahua.

La empresa Eco Films, dirigida por José U. Calderón, asociada al Circuito Alcázar y, luego, a Azteca Films, había hecho una alianza estratégica con El Heraldo a fin de promover entre las jóvenes chihuahuenses un concurso (audiciones, diríamos hoy) para descubrir una promesa de la actuación. Motivados por el éxito del filme La Llorona a nivel nacional, los empresarios chihuahuenses se lanzaron a invertir en equipo y buscar talento para producir nuevos rodajes. La sociedad chihuahuense se volcó en propuestas y apoyos en esta especie de “Academia”.

En el mes de mayo de 1933, las páginas de El Heraldo comenzaron la publicación de anuncios dirigidos a las damas jóvenes de la época. Decía el desplegado: “Pronto daremos a conocer las bases para el Concurso de la Estrella Chihuahua”, y continuaban: “La señorita que obtenga el triunfo desempeñará el principal papel en la próxima película que habrá de imprimir la empresa Eco Films S.A.”, firmaba José U. Calderón, gerente general, y más abajo se leía: “Brillante oportunidad que El Heraldo ofrece a las damitas de la comunidad”.

Algunos éxitos importantes.

Zandunga, dirigida por Fernando de Fuentes, con un guión de Salvador Novo y estelarizada por Lupe Vélez y Arturo de Córdova, abrió en 1937 una prolífica saga de tópicos netamente mexicanos. La cinta celebraba la límpida vida campestre de Oaxaca, que contrastaba con las producciones de Hollywood, Francia y Alemania, las cuales se regodeaban con ampulosas escenas de cabaret. La sociedad Calderón y Salas Porras aportó mucho, en ese entonces, a la formación de la conciencia nacional chihuahuense y mexicana.

En 1944 se filmó Nosotros, con Ricardo Montalbán, cinta cuya melodía central fue interpretada posteriormente por la estadunidense Eydie Gorme, en español, acompañada por el trío Los Panchos. Eran los años finales de la Segunda Guerra Mundial en los que Estados Unidos, por razones geopolíticas, aceptaba y promovía la cultura mexicana, desde Hollywood. En ese tiempo, se exhibían prácticamente sólo películas mexicanas en el Cine Colón de El Paso, Texas.

Para entonces, los descendientes de José U. Calderón y su yerno Jorge García Besné eran de los principales productores de películas en México. Los temas, sin embargo, iban a evolucionar desde rodajes estilo San Ignacio de Loyola (1949), que contó con la recomendación del Vaticano, hacia temáticas de acción con el personaje de El Santo o a filmes sobre el cambio en la moral y las costumbres en los años 50.

El fin de la película chihuahuense.

En los años 60 la competencia económica con los grupos empresariales del centro del país se endureció y el Circuito Alcázar pasó a otras manos. Finalmente, en los 70, todas las cadenas privadas de exhibición fueron nacionalizadas. La producción fílmica giró completamente su enfoque nacionalista para asumir temáticas menos culturales.


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