/ viernes 6 de mayo de 2022

Empresarios & Sociedad: José González Múzquiz y el José David

José Guadalupe González Múzquiz, empresario del sector silvícola que reconvirtió su vida y la de su familia a partir de la enfermedad de su hijo primogénito José David

En esta ocasión tocamos el caso de otro filántropo chihuahuense, José Guadalupe González Múzquiz, empresario del sector silvícola que reconvirtió su vida y la de su familia a partir de la enfermedad de su hijo primogénito José David y, con ello, desarrolló en Chihuahua una institución sui géneris en el ámbito de la salud.

Juan González y Natalia Múzquiz

La historia comienza mucho más atrás, en la posrevolución, cuando Juan González Ugarte, joven neoleonés con muchas ganas de salir adelante, se internó en la Sierra Tarahumara a fin de forjarse un futuro. Cecilia González Russek, su nieta, recuerda que su abuelo platicaba que vivió varios años en un modesto cuarto del propio aserradero donde trabajaba y desde ahí empezó a ahorrar para comprar trozos, primero; luego camiones y, más tarde, aserraderos para producir diversos bienes.

En vida, José González Múzquiz refería que su padre contrataba ralámulis, algunos de los cuales eran manualmente tan diestros que sacaban durmientes a certeros golpes de hacha. Ocho hijos tuvieron don Juan y su esposa, Natalia Múzquiz Aldape, nacida en Múzquiz, Coahuila, los cuales fueron ocupándose en los aserraderos de la familia, hasta que el negocio se desarrolló en plantas industriales de aglomerados y de molduras, en las ciudades de Parral y Nuevo Casas Grandes.

A la señora Natalia se le recuerda por su compromiso altruista, como promotora del templo de San José de la Montaña, según nos narra Carolina Russek Gamero, su nuera. Cuando hizo traer un camión de material para la construcción, su esposo le preguntó: ¿y ahora quién va a pagar por la carga?, y ella le respondió tranquilamente que San José, ni más ni menos. Además, fue vocal de la Asociación Municipal de Asistencia Social y madrina de niños serranos, a quienes les procuraba ropa, juguetes y alimentos, según consta en documentos del archivo de los Caballeros de Colón.

José David

A José G. González Múzquiz, último de los hermanos, le tocó ir a estudiar Derecho a la Ciudad de México, donde desarrolló su perfil publirrelacionista con la formación de una Asociación de Estudiantes Chihuahuenses en México, de acuerdo con una nota de El Heraldo de Chihuahua a fines de los años 30. Recién formado, el matrimonio González Russek fue a vivir a Nuevo Casas Grandes a arrancar la fábrica de molduras para el mercado de Estados Unidos.

No obstante, pronto se avecindaron en la ciudad de Chihuahua, donde a los pocos años de haber nacido su primogénito, advirtieron el lento aprendizaje de su hijo, por comparación con el resto de la prole. Por ello, la familia se trasladó a la Ciudad de México a efecto de tratar al niño y a estudiar lo referente a su condición. En los negocios, don José estableció su oficina en la avenida Juárez y, desde ahí, se convirtió en el comercializador de los productos silvícolas de la familia.

Al tiempo que participaba en la COPARMEX, durante 1958 a 1974, don José fue fundador y presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes de Tableros de Madera (ANAFATA) en 1961, y dos veces presidente de la Cámara Nacional de Industrias Forestales de la CONCAMIN. Paralelamente, se integró a los trabajos de la Unión Social de Empresarios Mexicanos (1966) y de la Fundación Mexicana de Desarrollo Rural (1968), así como a los inicios del IPADE (1969), en todas ellas como socio fundador.

Tres generaciones del Instituto José David. Foto: Cortesía | Eduardo Ibáñez

Regreso a Chihuahua

Por la misma razón que dejó Chihuahua en 1957 -la salud y la seguridad física de José David-, la familia González Russek regresó años después. Don José tuvo a su cargo distintos puestos directivos de la empresa Duraplay, complejo fabril que integraba otras 14 empresas forestales y que se convirtió en uno de los dos consorcios más importantes de México en ese sector. No obstante, la empresa habría de sufrir un incendio terrible que obligó a reforzar inversiones y esfuerzos.

Sus hermanos mayores, todos ellos afanados en el trabajo empresarial, se distinguieron también por las labores filantrópicas. Por ejemplo, Gilberto González Múzquiz, fue el tesorero del Patronato de la Universidad Autónoma de Chihuahua que encabezó el Primer Sorteo Universitario, con una utilidad neta de 140 mil 972 pesos, que entregó al entonces rector, Óscar Ornelas Küchle. También se recuerda a Mario González Múzquiz, muchos años presidente del Patronato del Instituto Tecnológico de Chihuahua. Ambos hechos constan en el archivo del Heraldo.

Etapas y logros del Instituto

Don José fundó el Instituto José David que recorrió diversas etapas: la primera de 1973 a 1978, en que se gesta la idea de crear una escuela. Desde Chihuahua, don José prohijó y financió a un grupo de 13 estudiantes que habrían de especializarse en el tratamiento del lento aprendizaje en el Instituto Mexicano de Audición y Lenguaje de la Ciudad de México. Una de ellas, su hija Cecilia, iba a convertirse, más tarde, en directora del Instituto José David.

Por 17 años, don José González Múzquiz aportó al desarrollo y funcionamiento del Instituto que ocupó distintas sedes hasta convertirse en una clínica escuela de primer mundo. En 1994, decidió constituir un consejo de apoyo con empresarios como Enrique Terrazas Torres, Luis Enrique Terrazas Seyffert, Ernesto Hermosillo, Julio Picard Muñoz, Laura Cruz Russek, Olga Baca Beck, Cecilia González Russek y Eugenio García Russek, a quienes se sumaron Luis Lara, Federico Terrazas, Andrés Elías, Jaime Creel, Oscar Almeida y Rodolfo Martínez, entre otros empresarios.

El José David ha crecido notablemente con apoyos privados y públicos, así como de la Fechac; pero también con un voluntariado notable que hace la diferencia en el trato. La sordera, el habla deficiente y el autismo han sido superados por la inteligencia creciente del equipo del José David, hasta convertirse en una referencia en su tipo, tal como nos lo describe Alma Montemayor en su estudio sobre el Instituto.

Los valores empresariales del esfuerzo inteligente que genera bien y riqueza, así como el ahorro constante, se mezclaron con los de una familia generosa que vio por sus hijos con calidez y cuidado, al grado que convirtieron una carencia en un beneficio social.

En esta ocasión tocamos el caso de otro filántropo chihuahuense, José Guadalupe González Múzquiz, empresario del sector silvícola que reconvirtió su vida y la de su familia a partir de la enfermedad de su hijo primogénito José David y, con ello, desarrolló en Chihuahua una institución sui géneris en el ámbito de la salud.

Juan González y Natalia Múzquiz

La historia comienza mucho más atrás, en la posrevolución, cuando Juan González Ugarte, joven neoleonés con muchas ganas de salir adelante, se internó en la Sierra Tarahumara a fin de forjarse un futuro. Cecilia González Russek, su nieta, recuerda que su abuelo platicaba que vivió varios años en un modesto cuarto del propio aserradero donde trabajaba y desde ahí empezó a ahorrar para comprar trozos, primero; luego camiones y, más tarde, aserraderos para producir diversos bienes.

En vida, José González Múzquiz refería que su padre contrataba ralámulis, algunos de los cuales eran manualmente tan diestros que sacaban durmientes a certeros golpes de hacha. Ocho hijos tuvieron don Juan y su esposa, Natalia Múzquiz Aldape, nacida en Múzquiz, Coahuila, los cuales fueron ocupándose en los aserraderos de la familia, hasta que el negocio se desarrolló en plantas industriales de aglomerados y de molduras, en las ciudades de Parral y Nuevo Casas Grandes.

A la señora Natalia se le recuerda por su compromiso altruista, como promotora del templo de San José de la Montaña, según nos narra Carolina Russek Gamero, su nuera. Cuando hizo traer un camión de material para la construcción, su esposo le preguntó: ¿y ahora quién va a pagar por la carga?, y ella le respondió tranquilamente que San José, ni más ni menos. Además, fue vocal de la Asociación Municipal de Asistencia Social y madrina de niños serranos, a quienes les procuraba ropa, juguetes y alimentos, según consta en documentos del archivo de los Caballeros de Colón.

José David

A José G. González Múzquiz, último de los hermanos, le tocó ir a estudiar Derecho a la Ciudad de México, donde desarrolló su perfil publirrelacionista con la formación de una Asociación de Estudiantes Chihuahuenses en México, de acuerdo con una nota de El Heraldo de Chihuahua a fines de los años 30. Recién formado, el matrimonio González Russek fue a vivir a Nuevo Casas Grandes a arrancar la fábrica de molduras para el mercado de Estados Unidos.

No obstante, pronto se avecindaron en la ciudad de Chihuahua, donde a los pocos años de haber nacido su primogénito, advirtieron el lento aprendizaje de su hijo, por comparación con el resto de la prole. Por ello, la familia se trasladó a la Ciudad de México a efecto de tratar al niño y a estudiar lo referente a su condición. En los negocios, don José estableció su oficina en la avenida Juárez y, desde ahí, se convirtió en el comercializador de los productos silvícolas de la familia.

Al tiempo que participaba en la COPARMEX, durante 1958 a 1974, don José fue fundador y presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes de Tableros de Madera (ANAFATA) en 1961, y dos veces presidente de la Cámara Nacional de Industrias Forestales de la CONCAMIN. Paralelamente, se integró a los trabajos de la Unión Social de Empresarios Mexicanos (1966) y de la Fundación Mexicana de Desarrollo Rural (1968), así como a los inicios del IPADE (1969), en todas ellas como socio fundador.

Tres generaciones del Instituto José David. Foto: Cortesía | Eduardo Ibáñez

Regreso a Chihuahua

Por la misma razón que dejó Chihuahua en 1957 -la salud y la seguridad física de José David-, la familia González Russek regresó años después. Don José tuvo a su cargo distintos puestos directivos de la empresa Duraplay, complejo fabril que integraba otras 14 empresas forestales y que se convirtió en uno de los dos consorcios más importantes de México en ese sector. No obstante, la empresa habría de sufrir un incendio terrible que obligó a reforzar inversiones y esfuerzos.

Sus hermanos mayores, todos ellos afanados en el trabajo empresarial, se distinguieron también por las labores filantrópicas. Por ejemplo, Gilberto González Múzquiz, fue el tesorero del Patronato de la Universidad Autónoma de Chihuahua que encabezó el Primer Sorteo Universitario, con una utilidad neta de 140 mil 972 pesos, que entregó al entonces rector, Óscar Ornelas Küchle. También se recuerda a Mario González Múzquiz, muchos años presidente del Patronato del Instituto Tecnológico de Chihuahua. Ambos hechos constan en el archivo del Heraldo.

Etapas y logros del Instituto

Don José fundó el Instituto José David que recorrió diversas etapas: la primera de 1973 a 1978, en que se gesta la idea de crear una escuela. Desde Chihuahua, don José prohijó y financió a un grupo de 13 estudiantes que habrían de especializarse en el tratamiento del lento aprendizaje en el Instituto Mexicano de Audición y Lenguaje de la Ciudad de México. Una de ellas, su hija Cecilia, iba a convertirse, más tarde, en directora del Instituto José David.

Por 17 años, don José González Múzquiz aportó al desarrollo y funcionamiento del Instituto que ocupó distintas sedes hasta convertirse en una clínica escuela de primer mundo. En 1994, decidió constituir un consejo de apoyo con empresarios como Enrique Terrazas Torres, Luis Enrique Terrazas Seyffert, Ernesto Hermosillo, Julio Picard Muñoz, Laura Cruz Russek, Olga Baca Beck, Cecilia González Russek y Eugenio García Russek, a quienes se sumaron Luis Lara, Federico Terrazas, Andrés Elías, Jaime Creel, Oscar Almeida y Rodolfo Martínez, entre otros empresarios.

El José David ha crecido notablemente con apoyos privados y públicos, así como de la Fechac; pero también con un voluntariado notable que hace la diferencia en el trato. La sordera, el habla deficiente y el autismo han sido superados por la inteligencia creciente del equipo del José David, hasta convertirse en una referencia en su tipo, tal como nos lo describe Alma Montemayor en su estudio sobre el Instituto.

Los valores empresariales del esfuerzo inteligente que genera bien y riqueza, así como el ahorro constante, se mezclaron con los de una familia generosa que vio por sus hijos con calidez y cuidado, al grado que convirtieron una carencia en un beneficio social.

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