Dios nos ha elegido para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca, para ello es necesario saber escuchar el mensaje de Dios, el cual envía a través de diversos mensajeros, señaló monseñor Constancio Miranda Weckmann, arzobispo de Chihuahua al presidir la misa dominical en la Catedral Metropolitana.
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El jerarca de la Iglesia Católica mencionó que este domingo el evangelio exhortó a la fidelidad a Dios y a Cristo para no caer en la equivocación y sobre todo dar fruto en abundancia. “Que injertados en Cristo todos demos fruto abundante”.
Destacó que Dios y Cristo envían mensajeros para que a cada ser humano llegue la inspiración del Espíritu Santo, puede ser en sentimientos, consejos o lecturas, así como al escuchar las homilías de los sacerdotes, las experiencias de amigos o aquello que los estruja.
Exhortó a la feligresía a estar atentos a todas esas llamadas que vienen del Señor, uno de los principales mensajes fue enviar a su propio hijo, quien es el camino, la verdad y la vida.
Monseñor Constancio invitó a los católicos a detener su carrera frenética y revisar cómo han recibido a los mensajeros de Dios y en particular a Jesús, quien ha querido hacerse su consejero, compañero, amigo y hermano mayor.
A la vez los llamó a no comportarse como inquilinos de la viña, sino a trabajar activamente, “El Señor le ha quitado la viña a los judíos y nos la ha dado a nosotros, entre ellos los mexicanos y chihuahuenses, él espera que demos frutos abundantes”.
La comunidad se acogió a la Santísima María para que les ayude a responder con un sí decidido en su vida y en sus obras, así como para que les ayude a elegir que el seguimiento a Cristo siempre será a través del trabajo en la viña, en la iglesia, en el mundo y en su vida.
En oración se unieron en comunidad para que el Señor ayude a los gobernantes para lograr la paz, el desarrollo, el progreso y la libertad religiosa; para que el próximo ciclo agrícola beneficie a los campesinos; para que las naciones que sufren a causa de las guerras vean alejarse la destrucción y las lágrimas, y para que el señor ilumine el corazón de cada uno al ser llamados a la esperanza de la gloria.