/ domingo 31 de julio de 2022

Cierran Año Jubilar por 100 años del Sagrado Corazón de Jesús

Semana Ignaciana plagada de actividades en pro de la paz

Con una procesión la comunidad el Sagrado Corazón de Jesús cerró el Año Jubilar y Semana Ignaciana en el marco de la Jornada por la Paz. Se cumplen 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola y 100 años de la colocación de la primera piedra del la construcción del templo.

Durante la Semana Ignaciana se recordó a los sacerdotes jesuitas Javier y Joaquín, a quienes se les arrancó la vida en el poblado de Cerocahui, a través del dialogo “Un compartir de inquietudes sobre la realidad de la Tarahumara”, donde se informó que la Compañía de Jesús reforzará la presencia de los jesuitas, por ello ya enviaron a dos estudiantes y varios de los sacerdotes han ofrecido su servicio para acudir a Cerocahui a acompañar al pueblo.

El dialogo lo encabezó el padre Javier Ávila, quien compartió con los asistentes su visión, y sobre como hace 47 años llegó a la Tarahumara, “Cuando el Señor llama hay momentos que no puedes decir que no”. Ante ello es necesario que cada persona aporte, porque la solución no la tiene la iglesia, ni el gobierno, sino los ciudadanos con un trabajo en común.

Foto cortesía de: Sagrado Corazón de Jesús

En su platica señaló que los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora eran muy humanos, el padre Javier alias El Gallo a sus 23 años pidió ir a la misión en la Sierra Tarahumara, sitio donde luchan por su vida los campesinos, siempre en medio de la violencia, desde hace 20 años bajo el dominio de los narcotraficantes, primero para la siembra de mariguana, luego amapola, se convirtió en un territorio fuera de la protección de la ley, pero siempre supo vivir la alegría de los pobres y compartiendo sus saberes.

El padre Joaquín vivió toda su vida orando por los pobres. Vivió mucho tiempo en los barrios marginados en la colonia Pescadores en Tampoco, Tamaulipas, organizaba a los estudiantes del Colegio Jesuita para que tomaran conciencia de la injusticia y la desigualdad hace 20 años pidió ir a la Tarahumara.

Ambos se encontraban a mitad de las montañas y as barrancas, acompañando paciente y humildemente a las comunidades indígenas, dialogando y aprendiendo en un espíritu intercultural y religioso quienes se acercaron a ellos pudieron encontrar consuelo y paz

En el Diálogo con el P. Javier Ávila SJ. Se afirmó que la ovación es un misterio porque El Señor llama a quien se le antoje, Dios llamó a Joaquín y a Javier, a un mes de su muerte sigue estrujando el vació que dejaron.

El padre Pato Ávila recordó que no daban ni un centavo por él y a muchos les admira que siga en la Compañía y de sacerdote, pero confesó que las cuatro gracias que Dios le ha dado es la vocación a la Compañía de Jesús, su sacerdocio, su llegada a la Tarahumara, la misión que le encargaron los Superiores que es la de trabajar en la defensa y promoción de los derechos humanos de los pueblos indígenas.

El padre Pato recordó que la paz empezó a romperse tras la primera masacre registrada en Creel, aquel 16 de agosto de 2008. En medio de toda la violencia estuvieron Joaquín y Javier, “La vocación del sacerdocio es la muerte para unos y para otros la vida plena como ya la tienen Joaquín y Javier”.

Los sacerdotes corrieron a proteger la vida, y la decisión equivocada de un hombre acabó con su vida. Destacó que este reflector que se encendió sea una oportunidad para voltear a ver a otros desaparecidos y muertos. “Hay miles de muertos, no nos quedemos solo con Joaquín y Javier, vamos a extender la mirada, nosotros no le podemos apostar al olvido”.

Enfatizó que no basta la oración, es necesario que cada uno aporte desde su opción de vida para buscar la paz con justicia y dignidad.

Además en la semana se contó con la conferencia magistral “Justicia y Reconciliación por la Paz” a cargo del padre Jorge Atilano González; se realizó un Cineforo, una oración cantada a través de los ministerios de alabanza y un panel de discusión con la participación de 4 especialistas.

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Este domingo cerró la actividad con una procesión desde la capilla María Madre Admirable ubicada en la calle 24 y Samaniego, hacia el templo Sagrado Corazón de Jesús.

Con una procesión la comunidad el Sagrado Corazón de Jesús cerró el Año Jubilar y Semana Ignaciana en el marco de la Jornada por la Paz. Se cumplen 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola y 100 años de la colocación de la primera piedra del la construcción del templo.

Durante la Semana Ignaciana se recordó a los sacerdotes jesuitas Javier y Joaquín, a quienes se les arrancó la vida en el poblado de Cerocahui, a través del dialogo “Un compartir de inquietudes sobre la realidad de la Tarahumara”, donde se informó que la Compañía de Jesús reforzará la presencia de los jesuitas, por ello ya enviaron a dos estudiantes y varios de los sacerdotes han ofrecido su servicio para acudir a Cerocahui a acompañar al pueblo.

El dialogo lo encabezó el padre Javier Ávila, quien compartió con los asistentes su visión, y sobre como hace 47 años llegó a la Tarahumara, “Cuando el Señor llama hay momentos que no puedes decir que no”. Ante ello es necesario que cada persona aporte, porque la solución no la tiene la iglesia, ni el gobierno, sino los ciudadanos con un trabajo en común.

Foto cortesía de: Sagrado Corazón de Jesús

En su platica señaló que los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora eran muy humanos, el padre Javier alias El Gallo a sus 23 años pidió ir a la misión en la Sierra Tarahumara, sitio donde luchan por su vida los campesinos, siempre en medio de la violencia, desde hace 20 años bajo el dominio de los narcotraficantes, primero para la siembra de mariguana, luego amapola, se convirtió en un territorio fuera de la protección de la ley, pero siempre supo vivir la alegría de los pobres y compartiendo sus saberes.

El padre Joaquín vivió toda su vida orando por los pobres. Vivió mucho tiempo en los barrios marginados en la colonia Pescadores en Tampoco, Tamaulipas, organizaba a los estudiantes del Colegio Jesuita para que tomaran conciencia de la injusticia y la desigualdad hace 20 años pidió ir a la Tarahumara.

Ambos se encontraban a mitad de las montañas y as barrancas, acompañando paciente y humildemente a las comunidades indígenas, dialogando y aprendiendo en un espíritu intercultural y religioso quienes se acercaron a ellos pudieron encontrar consuelo y paz

En el Diálogo con el P. Javier Ávila SJ. Se afirmó que la ovación es un misterio porque El Señor llama a quien se le antoje, Dios llamó a Joaquín y a Javier, a un mes de su muerte sigue estrujando el vació que dejaron.

El padre Pato Ávila recordó que no daban ni un centavo por él y a muchos les admira que siga en la Compañía y de sacerdote, pero confesó que las cuatro gracias que Dios le ha dado es la vocación a la Compañía de Jesús, su sacerdocio, su llegada a la Tarahumara, la misión que le encargaron los Superiores que es la de trabajar en la defensa y promoción de los derechos humanos de los pueblos indígenas.

El padre Pato recordó que la paz empezó a romperse tras la primera masacre registrada en Creel, aquel 16 de agosto de 2008. En medio de toda la violencia estuvieron Joaquín y Javier, “La vocación del sacerdocio es la muerte para unos y para otros la vida plena como ya la tienen Joaquín y Javier”.

Los sacerdotes corrieron a proteger la vida, y la decisión equivocada de un hombre acabó con su vida. Destacó que este reflector que se encendió sea una oportunidad para voltear a ver a otros desaparecidos y muertos. “Hay miles de muertos, no nos quedemos solo con Joaquín y Javier, vamos a extender la mirada, nosotros no le podemos apostar al olvido”.

Enfatizó que no basta la oración, es necesario que cada uno aporte desde su opción de vida para buscar la paz con justicia y dignidad.

Además en la semana se contó con la conferencia magistral “Justicia y Reconciliación por la Paz” a cargo del padre Jorge Atilano González; se realizó un Cineforo, una oración cantada a través de los ministerios de alabanza y un panel de discusión con la participación de 4 especialistas.

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