Durante la misa dominical en la Catedral Metropolitana, el Arzobispo Constancio Miranda Weckmann llamó a comprender que el verdadero alimento, el Pan de Vida, es la sagrada comunión, y es la que dará eternidad y salvación.
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“El real y verdadero pan del cielo, es el que da Dios”, señaló al explicar que con Jesús no se tendrá sed de gozo que no sea el amor a Dios, “Jesús es la fuente de sosiego y paz”.
Explicó que el libro del Éxodo habla de cómo Dios alimentó el pueblo de Israel, “pero era un aviso de la comunión, era el anuncio del Pan de Vida que da eternidad y salvación. El real y verdadero pan del cielo es el que da Dios”
El Evangelio según Juan 6, 24-35, muestra que en aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
El Arzopispo de Chihuahua recordó que los discípulos preguntaron a Jesús qué era lo que necesitaban para llevar a cabo las obras de Dios, a lo que respondió, que la obra de Dios consiste en creer en quien Él ha enviado,
Fue entonces que cuestionaron a Jesús preguntando qué obras haría para poder creerle, refirieron “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Ante esto, Jesús les respondió “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Los discípulos pidieron entonces que les diera de ese pan, y Jesús les respondió “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
El arzobispo, dijo que al pueblo de Israel le fue muy provechoso estar en el desierto donde falta todo, para así poder experimentar lo portentoso de Dios, “pues tiene el poder para ayudar a los que en él confían”.
Agregó que el pueblo de Israel aprendió a experimentar la condición de pobre, “a estar necesitados y con esa necesidad recurrir a Dios, lo que fue de gran utilidad para el crecimiento de su fe y esperanza.
En este contexto, llamó a confiar en Jesús, pues es de esta manera como nunca se tendrá hambre, no en el sentido material de esto, sino espiritual.