Este sábado, la Escuela de Líderes Católicos que pertenece a la Academia Internacional de la Iglesia Católica, con apoyo de la asociación de la Ayuda a la Iglesia Necesitada, presentó el testimonio de la Hermana Gloria Cecilia Narváez, religiosa misionera quien permaneció secuestrada durante años, y hoy compartió una experiencia de fe, esperanza y perdón.
La presentación fue en la parroquia San Felipe Apóstol Centro Pastoral, donde la misionera afirmó que la “paz comienza por nosotros mismos” e invitó a vivir siguiendo el ejemplo de Jesús.
Desde el inicio de su formación, fue experimentando la grandeza de Dios para estar cerca de la comunidad, principalmente de las personas más necesitadas. La religiosa franciscana, expuso que la congregación a la que pertenece, cuenta con 131 años de presencia en América, Europa, África, y próximamente en Asia.
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Relato que en Mali, África, donde estuvo algún tiempo antes de ser secuestrada, un 98 por ciento de la población pertenecía Islam y 2% a la religión católica. Sin embargo, la misión que junto a otras personas tenía, no era buscar que se transformaran al catolicismo, sino brindar acompañamiento.
A pesar de esto y del respeto que siempre tuvieron hacia el Islam, tuvo la oportunidad de ver que muchas personas que se convirtieron. En ese tiempo, ella junto a otras misioneras enfrentaron varios desafíos en un centro de salud, donde muchas personas morían por distintas enfermedades, principalmente mujeres embarazadas y niños.
Posteriormente, abrieron un orfelinato, pues las mujeres que fallecían, dejaban a sus hijos solos, ya que al ser una comunidad del Islam, y existir la poligamia, cuando la mujer moría, el hombre no se hacía cargo de los niños, quienes al quedar sin madre eran considerados como bestias "En el orfelinato, acogíamos a los niños, desde que llegaban y siempre respetando siempre su religión, solamente compartiendo su dolor".
En febrero de 2017, comenzó un largo trayecto de sufrimiento para la Hermana Gloria, pues cuatro hombres armados del grupo Al Qaeda, entraron al orfelinato y junto a otras hermanas las señalaron como "las que predicaban a Jesús". Junto a las tres misioneras, fue secuestrada, y el motivo era el hecho de no adorar a Mahoma.
Así las llevaron en un viaje durante días, en los que se fueron adentrando en el desierto, a temperaturas extremas, de casi 60 grados centígrados, sin agua para beber ni comida.
La misionera fue encadenada de pies y manos, torturada frente a decenas de hombres que la escupían, le daban bofetadas y se burlaban de ella, además de que siempre le dijeron que tenía que cambiar de religión, para ser liberada.
Relató que en algún momento, preguntó a Dios por qué la había abandonado, pues fueron años de permanecer secuestrada en el desierto del Sahara, donde pensaba que moriría enterrada, ya que siempre se negó a renunciar a la religión católica.
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"Antes de hacer su oración, ellos siempre ponían una pistola en mi cabeza", e insistían que dejara el catolicismo, relató. "Todo este tiempo me acompañó la palabra de Dios, pues la tenía en mi corazón. Cada día rezaba los Salmos y los escribía con carbón en unos cartones que desechaban, para que las otras mujeres que estaban ahí los pudieran leer", afirmó.
Pese al sufrimiento que vivió durante años, la Hermana Gloria fue testigo de que Dios estaba con ella y de que nunca la abandonó. Aprendió a ver las maravillas que nunca había contemplado, como la inmensidad del cielo y las estrellas fugaces en el desierto, hasta comprender que el "silencio era desarmar la guerra".
A los tres años de secuestro, asesinaron a sus captores, lo cual le provocó un gran dolor, "pues nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otras personas" y poco antes de cumplir los cuatro años de secuestro, fue liberada.
Desde ese momento, decidió siempre mirar a los demás con ojos de misericordia, nunca encadenar a nadie, ni con actos ni con palabras, ni con juicios. "Nunca tener las palabras ni el corazón armado, pues la paz comienza por nosotros mismos".