/ domingo 30 de diciembre de 2018

Familia salvadoreña vende artesanías en cruceros para sobrevivir

Huyen de la violencia

Una familia salvadoreña de 7 integrantes, entre ellos una niña de 4 años de edad, que desde hace 2 meses salió de su país huyendo de la violencia y de la falta de empleo, llegó a este municipio desde hace 3 días y trabajan en los cruceros vendiendo artesanías que elaboran con latas de refrescos con el único objetivo de juntar por lo menos 6 mil pesos para trasladarse en autobús a la ciudad de Guadalajara en donde les ofrecieron empleo en campos.

“Hace 60 días salimos de El Salvador por la violencia, por las maras, no hay paz ni tranquilidad, pero no podemos hablar mucho de ellos porque por donde quiera que andemos siempre hay una persona de esa clica. Cuando en mi país se puso la mano dura a todos los rafleros los encerraron en una ciudad – barrio pero allá están las ordenes y los soldados que sí les decimos y que hay por todo el mundo de ellos”, expresó la madre de familia de aproximadamente 45 años.

Aseguró que en su país el empleo no sirve, debido a que el Gobierno acapara todo “para su bolsa” y aseguró que allá no tienen derechos y la policía persigue sin diferenciar a todos los jóvenes “debido a que existe mucho marero (maras) a todos los levantan por esos, es una persecución para los jóvenes, no pueden estar en paz, si tienes un hijo en Salvador ya sabes que va a ser marero” aseveró, tras asegurar que ellos no vienen con la caravana de Honduras, ya que eso ha sido orquestado por el mismo Gobierno: “Eso está en Nicaragua, Venezuela, Estados Unidos… es una cortina para desviar la atención” destacó.

Indicó que en este viaje de superación y supervivencia, la acompañan sus hijos de 18, 22 y 24 años, así como su hija de 19, su nietecita de 4 y su yerno, y se encuentra en esta ciudad tratando de sobrevivir con la venta de floreros que elaboran de las latas de aluminio, ayudados con tijeras e hilos, los cuales los venden a 20 pesos, sin embargo en ocasiones las personas sólo les pueden ofrecer 10 y 15 pesos.

“Aquí trabajamos la artesanía porque necesitamos dinero, yo les he enseñado a mis hijos que adonde quiera que vayamos siempre debemos trabajar, hacemos floreritos de las latas de sodas, es difícil porque la gente de acá la bebe y la parcha (la aplasta) con su pie, si está lastimada ya no la podemos usar”, y destacó que se tardan aproximadamente media hora para hacer cada una de dichas artesanías.

Los siete integrantes de la familia salieron de su país hace 2 meses, huyendo de la violencia de los maras salvatruchas y de la falta de empleo, por lo que en su travesía llegaron a este municipio desde hace 3 días, en donde han permanecido hasta hoy, gracias a que han logrado vender algunas de sus artesanías durante el día, mientras que al caer la noche, buscan un refugio en casas vacías y en las vías del ferrocarril en donde han tenido que soportar el frío sin ropa abrigadora.

Pese a las graves carencias que enfrentan, la madre, de quien se omiten sus generales debido a que teme por su seguridad y la de sus seres queridos que la acompañan, agradeció a Dios por estar todos juntos, en tranquilidad y paz, ya que en su país los jóvenes son perseguidos por la policía debido a que andan detrás de los maras.

“Los integrantes de esa clica, como nosotros las llamamos, se encuentran en todas partes, pero no puedo hablar mucho de ello, porque a donde quiera que vamos ahí puede haber uno de ellos”, respondió la señora al momento de confirmar que los maras en la actualidad ya no se tatúan como antes y por eso se pueden mezclar con las demás personas y de ahí su temor de hablar sobre ellos, como también evitó hablar de su esposo, quien no los acompaña en su travesía.

Esta familia se encontraba la mañana de ayer en el crucero de la avenida Luis H. Álvarez y Juan de Dios Peza, a unos metros del Complejo de Seguridad Pública y del albergue El Peregrino, al que no han acudido a solicitar refugio, sin embargo dijo que si la gente desea ayudarlos, los puede encontrar en alguno de los cruceros de la ciudad e incluso en las vías del ferrocarril.

Puntualizó que a lo largo del camino que ha recorrido, ha aprendido que mientras esté con su familia, que son su hijos, nieta y yerno, no le importa si viven debajo de un árbol, si cenan o no, “lo importante es tener paz, tener tranquilidad, que lo demás, como quiera viene solo, siempre Dios no se olvida, si usted tiene a Dios en su corazón siempre, no le ponga mente que siempre va a mirar por usted” enfatizó.

Una familia salvadoreña de 7 integrantes, entre ellos una niña de 4 años de edad, que desde hace 2 meses salió de su país huyendo de la violencia y de la falta de empleo, llegó a este municipio desde hace 3 días y trabajan en los cruceros vendiendo artesanías que elaboran con latas de refrescos con el único objetivo de juntar por lo menos 6 mil pesos para trasladarse en autobús a la ciudad de Guadalajara en donde les ofrecieron empleo en campos.

“Hace 60 días salimos de El Salvador por la violencia, por las maras, no hay paz ni tranquilidad, pero no podemos hablar mucho de ellos porque por donde quiera que andemos siempre hay una persona de esa clica. Cuando en mi país se puso la mano dura a todos los rafleros los encerraron en una ciudad – barrio pero allá están las ordenes y los soldados que sí les decimos y que hay por todo el mundo de ellos”, expresó la madre de familia de aproximadamente 45 años.

Aseguró que en su país el empleo no sirve, debido a que el Gobierno acapara todo “para su bolsa” y aseguró que allá no tienen derechos y la policía persigue sin diferenciar a todos los jóvenes “debido a que existe mucho marero (maras) a todos los levantan por esos, es una persecución para los jóvenes, no pueden estar en paz, si tienes un hijo en Salvador ya sabes que va a ser marero” aseveró, tras asegurar que ellos no vienen con la caravana de Honduras, ya que eso ha sido orquestado por el mismo Gobierno: “Eso está en Nicaragua, Venezuela, Estados Unidos… es una cortina para desviar la atención” destacó.

Indicó que en este viaje de superación y supervivencia, la acompañan sus hijos de 18, 22 y 24 años, así como su hija de 19, su nietecita de 4 y su yerno, y se encuentra en esta ciudad tratando de sobrevivir con la venta de floreros que elaboran de las latas de aluminio, ayudados con tijeras e hilos, los cuales los venden a 20 pesos, sin embargo en ocasiones las personas sólo les pueden ofrecer 10 y 15 pesos.

“Aquí trabajamos la artesanía porque necesitamos dinero, yo les he enseñado a mis hijos que adonde quiera que vayamos siempre debemos trabajar, hacemos floreritos de las latas de sodas, es difícil porque la gente de acá la bebe y la parcha (la aplasta) con su pie, si está lastimada ya no la podemos usar”, y destacó que se tardan aproximadamente media hora para hacer cada una de dichas artesanías.

Los siete integrantes de la familia salieron de su país hace 2 meses, huyendo de la violencia de los maras salvatruchas y de la falta de empleo, por lo que en su travesía llegaron a este municipio desde hace 3 días, en donde han permanecido hasta hoy, gracias a que han logrado vender algunas de sus artesanías durante el día, mientras que al caer la noche, buscan un refugio en casas vacías y en las vías del ferrocarril en donde han tenido que soportar el frío sin ropa abrigadora.

Pese a las graves carencias que enfrentan, la madre, de quien se omiten sus generales debido a que teme por su seguridad y la de sus seres queridos que la acompañan, agradeció a Dios por estar todos juntos, en tranquilidad y paz, ya que en su país los jóvenes son perseguidos por la policía debido a que andan detrás de los maras.

“Los integrantes de esa clica, como nosotros las llamamos, se encuentran en todas partes, pero no puedo hablar mucho de ello, porque a donde quiera que vamos ahí puede haber uno de ellos”, respondió la señora al momento de confirmar que los maras en la actualidad ya no se tatúan como antes y por eso se pueden mezclar con las demás personas y de ahí su temor de hablar sobre ellos, como también evitó hablar de su esposo, quien no los acompaña en su travesía.

Esta familia se encontraba la mañana de ayer en el crucero de la avenida Luis H. Álvarez y Juan de Dios Peza, a unos metros del Complejo de Seguridad Pública y del albergue El Peregrino, al que no han acudido a solicitar refugio, sin embargo dijo que si la gente desea ayudarlos, los puede encontrar en alguno de los cruceros de la ciudad e incluso en las vías del ferrocarril.

Puntualizó que a lo largo del camino que ha recorrido, ha aprendido que mientras esté con su familia, que son su hijos, nieta y yerno, no le importa si viven debajo de un árbol, si cenan o no, “lo importante es tener paz, tener tranquilidad, que lo demás, como quiera viene solo, siempre Dios no se olvida, si usted tiene a Dios en su corazón siempre, no le ponga mente que siempre va a mirar por usted” enfatizó.

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