/ lunes 17 de octubre de 2022

Los túneles de Meoqui, ¿realidad o leyenda?

La excavación de una zanja en la calle Portillo a finales de los años 80s dejó al descubierto un túnel misterioso que pareció confirmar las historias contadas por los más viejos del pueblo

La excavación de una zanja en la calle Portillo a finales de los años 80s para introducir el drenaje en el casco viejo de la ciudad, dejó al descubierto un túnel misterioso que pareció confirmar las historias contadas por los más viejos del pueblo, quienes afirmaban que los antiguos pobladores habían construido pasadizos subterráneos para protegerse de los ataques perpetrados por los apaches.

Francisco González Carrasco, cronista del municipio, refirió como antecedente que en tiempos de la fundación de Meoqui, lo cual ocurrió el 29 de junio de 1709 por Fray Andrés Ramírez, fraile franciscano, existían muchas tribus en la región: tobosos, conchos, mansos, julimes, navichames, janos, pimas, guarojios, chinipas, guazapres, tepehuanos, rarámuris y, por supuesto, los apaches.

Y los españoles venían con un solo objetivo el oro y la plata. Por ello, las primeras poblaciones importantes estaban en los yacimientos mineros de oro y plata, y los pueblos originarios fueron un obstáculo importante para los asentamientos humanos españoles, al grado que se volvió una guerra sangrienta y feroz sobre todo por el gobierno que venía por los metales preciosos.

Las autoridades ordenaron una cacería de apaches, pagando 2.00 por cabellera indígena, 1.50 si era de mujer y .50 si eran niños. Hechos que hicieron que los apaches en venganza hicieran lo mismo con los habitantes mestizos y españoles, por eso era tanto el terror que se les tenía.

No obstante, al paso del tiempo y por el crecimiento de la población y las necesidades de comercio, además, los obstáculos geográficos, se vieron en la necesidad de fundar poblaciones con otro tipo de actividad, diferente a la extracción de metales preciosos.

Tal es el caso de San Pablo que se funda para crear una estación de cambio de animales y presidio militar para proteger a la población precisamente de los ataques apaches.

Después de fundarse San Pablo se utilizó como presidio y estación de pasajeros donde cambiaban caballos y se asentaron los primeros agricultores, pescadores y comerciantes, que también muchos de ellos emigraban cuando sucedían los ataques apaches.

Paulatinamente fue creciendo la población, sus primeras viviendas estaban entre las calles Degollado, Doblado y Aldama, 5 de mayo, Porfirio Díaz y Ocampo, en eso consistía el casco viejo, recuerdo que el Rio crecía e inundaba parte de las calles Degollado y Ocampo, generalmente los meses de lluvia.

También es reconocible que en las márgenes del Rio y en el lecho del mismo, no tenía caja; existían grandes bosques de álamos, sauces, arbustos, entre otras especies, por lo que en temporada de lluvias el rio siempre se desbordaba creando muchos daños y que en el siglo XIX, XVIII, XVII y años más atrás, todo era un bosque y semi desierto.

San Pablo fue creciendo y se fue consolidando sobre todo cuando el camino real, que venía del este desde Julimes, lo trasladan directo del sur a San Pablo, entrando por la calle Hidalgo, esto favoreció mucho a la población y tuvo una etapa muy positiva de crecimiento con agricultores, ganaderos y comerciantes; sin embargo, los ataques de los apaches no cedían, todavía el gobierno no podía controlarlos y esto hacía que siempre hubiese migrantes, por el temor a los pueblos originarios y su violencia.

Llego el momento de que por la relevancia, el pueblo y el gobierno se organizaron para construir un templo de la importancia y categoría de San Pablo y la Fe católica lo pedía, además se veía también como un lugar para guarecerse de los ataques apaches, y se inició el templo de San Pablo (joya arquitectónica) con materiales diversos de la época, pero con columnas, muros y marcos de cantera rosa de aquí de la región, que lo hace imponente.

Se inició su construcción en el año 1862, en un terreno donado por la familia Álvarez y se concluyó el 11 de noviembre de 1877, toda la vida se ha comentado que en el interior, atrás del altar del templo, había un túnel con una entrada que bajaba y comunicaba a otros túneles a las calles: Portillo, Ocampo, Niños héroes y Degollado, con entradas que permitían viajar hasta el templo y guarecerse de los apaches.

Estos túneles ofrecían seguridad a la población de los ataques de los apaches, prácticamente en el casco viejo de la comunidad y en las orillas de este había entradas y salidas que solo los habitantes de San Pablo sabían de ellas.

Las leyendas tienen cosas verdaderas y también cosas fantasiosas. El cronista recordó que en la administración municipal 1986 – 1989 se hicieron algunos trabajos de instalación de drenaje sanitario que no existía por esa calle y se descubrió un túnel perfectamente delineado por la calle Portillo, precisamente enseguida de la Plaza Hidalgo, aquel túnel se destruyó por los trabajos mismos de la obra, pero eso abono mucho a la leyenda de los túneles de San Pablo y sabemos que cruzaban de la calle Portillo a la Calle Ocampo hasta la orilla del Rio.

Existen varias versiones de que puede ser que los túneles solo era un plan y no se continuó por falta de recursos, o tal vez se construyeron y con el tiempo y el desuso, al no existir ataques de los apaches debido a que prácticamente fueron exterminados por el gobierno a finales del siglo XVII, pronto se destruyeron, pero las Historias y Leyendas permanecen, la información pasa de persona a persona y de generación a generación.

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En lo particular, el cronista cree que los túneles sí existieron, pero se utilizaron poco debido a la exterminación de los apaches con la batalla final de Tres Castillos el 14 de octubre de 1880, lo que marca el triunfo del gobierno con esa batalla.

“Y estos famosos túneles se fueron destruyendo con el paso del tiempo y las obras de agua y drenaje primero y después con los trabajos de pavimentación de las calles, se completó su desaparición”, aseveró Francisco González.

Sin embargo, admitió que la interrogante persiste hasta la actualidad: ¿Fueron los túneles de Meoqui una realidad o una simple leyenda urbana?

Con información de Francisco González Carrasco, cronista de Meoqui.

La excavación de una zanja en la calle Portillo a finales de los años 80s para introducir el drenaje en el casco viejo de la ciudad, dejó al descubierto un túnel misterioso que pareció confirmar las historias contadas por los más viejos del pueblo, quienes afirmaban que los antiguos pobladores habían construido pasadizos subterráneos para protegerse de los ataques perpetrados por los apaches.

Francisco González Carrasco, cronista del municipio, refirió como antecedente que en tiempos de la fundación de Meoqui, lo cual ocurrió el 29 de junio de 1709 por Fray Andrés Ramírez, fraile franciscano, existían muchas tribus en la región: tobosos, conchos, mansos, julimes, navichames, janos, pimas, guarojios, chinipas, guazapres, tepehuanos, rarámuris y, por supuesto, los apaches.

Y los españoles venían con un solo objetivo el oro y la plata. Por ello, las primeras poblaciones importantes estaban en los yacimientos mineros de oro y plata, y los pueblos originarios fueron un obstáculo importante para los asentamientos humanos españoles, al grado que se volvió una guerra sangrienta y feroz sobre todo por el gobierno que venía por los metales preciosos.

Las autoridades ordenaron una cacería de apaches, pagando 2.00 por cabellera indígena, 1.50 si era de mujer y .50 si eran niños. Hechos que hicieron que los apaches en venganza hicieran lo mismo con los habitantes mestizos y españoles, por eso era tanto el terror que se les tenía.

No obstante, al paso del tiempo y por el crecimiento de la población y las necesidades de comercio, además, los obstáculos geográficos, se vieron en la necesidad de fundar poblaciones con otro tipo de actividad, diferente a la extracción de metales preciosos.

Tal es el caso de San Pablo que se funda para crear una estación de cambio de animales y presidio militar para proteger a la población precisamente de los ataques apaches.

Después de fundarse San Pablo se utilizó como presidio y estación de pasajeros donde cambiaban caballos y se asentaron los primeros agricultores, pescadores y comerciantes, que también muchos de ellos emigraban cuando sucedían los ataques apaches.

Paulatinamente fue creciendo la población, sus primeras viviendas estaban entre las calles Degollado, Doblado y Aldama, 5 de mayo, Porfirio Díaz y Ocampo, en eso consistía el casco viejo, recuerdo que el Rio crecía e inundaba parte de las calles Degollado y Ocampo, generalmente los meses de lluvia.

También es reconocible que en las márgenes del Rio y en el lecho del mismo, no tenía caja; existían grandes bosques de álamos, sauces, arbustos, entre otras especies, por lo que en temporada de lluvias el rio siempre se desbordaba creando muchos daños y que en el siglo XIX, XVIII, XVII y años más atrás, todo era un bosque y semi desierto.

San Pablo fue creciendo y se fue consolidando sobre todo cuando el camino real, que venía del este desde Julimes, lo trasladan directo del sur a San Pablo, entrando por la calle Hidalgo, esto favoreció mucho a la población y tuvo una etapa muy positiva de crecimiento con agricultores, ganaderos y comerciantes; sin embargo, los ataques de los apaches no cedían, todavía el gobierno no podía controlarlos y esto hacía que siempre hubiese migrantes, por el temor a los pueblos originarios y su violencia.

Llego el momento de que por la relevancia, el pueblo y el gobierno se organizaron para construir un templo de la importancia y categoría de San Pablo y la Fe católica lo pedía, además se veía también como un lugar para guarecerse de los ataques apaches, y se inició el templo de San Pablo (joya arquitectónica) con materiales diversos de la época, pero con columnas, muros y marcos de cantera rosa de aquí de la región, que lo hace imponente.

Se inició su construcción en el año 1862, en un terreno donado por la familia Álvarez y se concluyó el 11 de noviembre de 1877, toda la vida se ha comentado que en el interior, atrás del altar del templo, había un túnel con una entrada que bajaba y comunicaba a otros túneles a las calles: Portillo, Ocampo, Niños héroes y Degollado, con entradas que permitían viajar hasta el templo y guarecerse de los apaches.

Estos túneles ofrecían seguridad a la población de los ataques de los apaches, prácticamente en el casco viejo de la comunidad y en las orillas de este había entradas y salidas que solo los habitantes de San Pablo sabían de ellas.

Las leyendas tienen cosas verdaderas y también cosas fantasiosas. El cronista recordó que en la administración municipal 1986 – 1989 se hicieron algunos trabajos de instalación de drenaje sanitario que no existía por esa calle y se descubrió un túnel perfectamente delineado por la calle Portillo, precisamente enseguida de la Plaza Hidalgo, aquel túnel se destruyó por los trabajos mismos de la obra, pero eso abono mucho a la leyenda de los túneles de San Pablo y sabemos que cruzaban de la calle Portillo a la Calle Ocampo hasta la orilla del Rio.

Existen varias versiones de que puede ser que los túneles solo era un plan y no se continuó por falta de recursos, o tal vez se construyeron y con el tiempo y el desuso, al no existir ataques de los apaches debido a que prácticamente fueron exterminados por el gobierno a finales del siglo XVII, pronto se destruyeron, pero las Historias y Leyendas permanecen, la información pasa de persona a persona y de generación a generación.

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En lo particular, el cronista cree que los túneles sí existieron, pero se utilizaron poco debido a la exterminación de los apaches con la batalla final de Tres Castillos el 14 de octubre de 1880, lo que marca el triunfo del gobierno con esa batalla.

“Y estos famosos túneles se fueron destruyendo con el paso del tiempo y las obras de agua y drenaje primero y después con los trabajos de pavimentación de las calles, se completó su desaparición”, aseveró Francisco González.

Sin embargo, admitió que la interrogante persiste hasta la actualidad: ¿Fueron los túneles de Meoqui una realidad o una simple leyenda urbana?

Con información de Francisco González Carrasco, cronista de Meoqui.

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