/ viernes 13 de abril de 2018

El secreto está en la Sangre

De los corredores Tarahumaras

El secreto para correr maratones que los integrantes de la etnia rarámuri llevan implícito en su nombre no se encuentra en sus pies ligeros, sino en su sangre.

Más específicamente, en su ADN, de acuerdo a un reciente estudio que encabezó el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen).

Tras cinco años de extenuantes investigaciones, la mencionada institución reveló la secuenciación del genoma indígena mexicano e incluyó interesantes descubrimientos sobre herencia histórica, demográfica, cultural y física de las etnias mexicanas, en lo general; así como detalles en lo particular, como la reconocida resistencia física de los dueños de la Sierra Tarahumara.

En efecto, el estudio (cuyos resultados generales fueron publicados en la revista en red especializada Nature Communications) encontró genes vinculados con la capacidad física y el desarrollo muscular de los nativos chihuahuenses. Alejandro Garcíarrubio, integrante del Instituto de Biotecnología del campus Morelos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue uno de los especialistas que participaron en la investigación.

Explicó de manera pública que que uno de los resultados más importantes del estudio es la confirmación de que los indígenas del país presentan una uniformidad genética, lo cual corrobora que todos son producto de una sola migración de pocos individuos.

Sin embargo, entre las conclusiones más notables que desmenuzan a partir de ese “punto de partida”, está que los pueblos del norte, por haber mantenido comunidades pequeñas y un carácter nómada, son muy distintos a los del resto del país.

“Ello también explica el hallazgo funcional más importante de este trabajo: la identificación de genes relacionados con el desarrollo muscular y la capacidad física de los tarahumaras (sic)”, destacó el investigador.

“Uno de los argumentos que se daban para justificar esta aptitud sobresaliente para la carrera (de los corredores rarámuris) era la de una adaptación biomecánica derivada de los usos y costumbres de una cultura gestada en las cumbres de la Sierra Madre Oriental”, añadió.

Sin embargo, gracias a la mencionada secuenciación y los derivados, la respuesta va mucho más allá de lo meramente cultural e incluso histórico, pues desde el punto de vista genético para la revelación de tal aptitud se apunta a una respuesta mucho más compleja.

“Fue una sorpresa encontrar en los tarahumaras un enriquecimiento justo en los genes asociados con el desarrollo muscular y la resistencia”, mencionó Garcíarrubio en lo tocante a ese punto en particular. “Éste es un hallazgo muy interesante, porque hay pocos ejemplos similares en la literatura (científica) mundial, y es equiparable a la adaptación a la altura entre los incas y tibetanos”, comparó.

¿Cómo le hicieron?

El mencionado universitario y otros 30 científicos dedicaron cinco años a secuenciar e interpretar la información obtenida de un universo compuesto 15 individuos, divididos en un grupo de 12 indígenas y otro de tres mestizos.

La meta era ahondar precisamente en las etnias locales porque, históricamente, los proyectos para analizar genomas humanos se habían enfocado en europeos, africanos y asiáticos, y dejaron de lado a los americanos nativos.

Por esa “pequeña omisión”, durante décadas de investigación en la rama de la genética se ignoró cuál era la aportación de esos grupos étnicos a la diversidad genética del mundo y, más específicamente hablando, al mestizaje en América Latina tras la llegada de los conquistadores.

Para llevar a cabo semejante labor, los investigadores seleccionaron a 12 miembros de seis grupos étnicos que representaran a diversas regiones del país, y en la norte correspondió el estudio a dos etnias chihuahuenses, pues además de la rarámuri, se incluyó a los tepehuanos.

En cuanto al resto de la República, las zonas centro y sur de México se conformaron con nahuas, totonacas y zapotecos, y mayas, de manera respectiva. Los mestizos elegidos fueron padre, madre e hijo, y sirvieron como individuos de control. Posteriormente, se tomaron muestras de sangre de cada uno de los individuos a fin de extraer material genético, que se mandó a secuenciar a una compañía de Estados Unidos.

Aunque los resultados fueron analizados en México.

Antecedentes relacionados con rarámuris

Ya el año pasado, en marzo, el estudio “The genetics of Mexico recapitules Native American subestructure and affects biomedical traits”, que analizo a 511 individuos de 20 grupos indígenas diferentes, arrojó también interesantes resultados con rarámuris incluidos. Dicho análisis partió de la premisa de que los mexicanos son tan distintos unos de otros, como lo pueden ser los alemanes y los japoneses, por ejemplo.

Y aunque la investigación no cubrió todas las regiones del país, si alcanzó una porción significativa. Se encontró que la variación genética entre mexicanos es de 0.89 por ciento, número abismal si se toma en cuenta que, en todo el continente europeo, ese coeficiente de variación es apenas de 0.30 en su punto máximo.

La variación mexicana sólo se encontraría en regiones tan disímiles como la propia Europa y los habitantes de Asia del oeste, por ejemplo.

Lo anterior, porque contrario a lo que pudiera pensarse, México no es un país predominantemente mestizo, y las actuales generaciones de las diferentes culturas que componen la nación no acostumbran mezclar su material genético (ADN) con otras culturas distintas.

Es decir, sí existen mestizos, desde luego, pero casi todos son descendientes de los mestizos de primera generación, pues fueron pocos sus integrantes que intercambiaron información genética con otros, y si lo llegaron a hacer, sus descendientes ya no lo hicieron. Algo similar ocurrió con las etnias estudiadas: su porcentaje de mestizaje resultó paupérrimo.

Eso explica cómo hay una enorme distancia, tanto geográfica como genética entre las distintas culturas: rarámuris y mayas son tan diferentes en su composición de genes, como lo pueden ser un chino de un noruego, porque ambas etnias, milenariamente, no se han mezclado en absoluto.


DATO Difícil como el genoma Para hacer el reciente estudio, nada fácil fue conseguir las 12 muestras de sangre finales. Hubo antes que explicarles a los integrantes de las etnias en qué consistía el trabajo y obtener un consentimiento informado. Esa parte también tuvo sus trabas: los investigadores debían llegar con folletería y hacer el proyecto entendible a gente que, con frecuencia, no habla español y tiene una escolaridad muy baja.

El secreto para correr maratones que los integrantes de la etnia rarámuri llevan implícito en su nombre no se encuentra en sus pies ligeros, sino en su sangre.

Más específicamente, en su ADN, de acuerdo a un reciente estudio que encabezó el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen).

Tras cinco años de extenuantes investigaciones, la mencionada institución reveló la secuenciación del genoma indígena mexicano e incluyó interesantes descubrimientos sobre herencia histórica, demográfica, cultural y física de las etnias mexicanas, en lo general; así como detalles en lo particular, como la reconocida resistencia física de los dueños de la Sierra Tarahumara.

En efecto, el estudio (cuyos resultados generales fueron publicados en la revista en red especializada Nature Communications) encontró genes vinculados con la capacidad física y el desarrollo muscular de los nativos chihuahuenses. Alejandro Garcíarrubio, integrante del Instituto de Biotecnología del campus Morelos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue uno de los especialistas que participaron en la investigación.

Explicó de manera pública que que uno de los resultados más importantes del estudio es la confirmación de que los indígenas del país presentan una uniformidad genética, lo cual corrobora que todos son producto de una sola migración de pocos individuos.

Sin embargo, entre las conclusiones más notables que desmenuzan a partir de ese “punto de partida”, está que los pueblos del norte, por haber mantenido comunidades pequeñas y un carácter nómada, son muy distintos a los del resto del país.

“Ello también explica el hallazgo funcional más importante de este trabajo: la identificación de genes relacionados con el desarrollo muscular y la capacidad física de los tarahumaras (sic)”, destacó el investigador.

“Uno de los argumentos que se daban para justificar esta aptitud sobresaliente para la carrera (de los corredores rarámuris) era la de una adaptación biomecánica derivada de los usos y costumbres de una cultura gestada en las cumbres de la Sierra Madre Oriental”, añadió.

Sin embargo, gracias a la mencionada secuenciación y los derivados, la respuesta va mucho más allá de lo meramente cultural e incluso histórico, pues desde el punto de vista genético para la revelación de tal aptitud se apunta a una respuesta mucho más compleja.

“Fue una sorpresa encontrar en los tarahumaras un enriquecimiento justo en los genes asociados con el desarrollo muscular y la resistencia”, mencionó Garcíarrubio en lo tocante a ese punto en particular. “Éste es un hallazgo muy interesante, porque hay pocos ejemplos similares en la literatura (científica) mundial, y es equiparable a la adaptación a la altura entre los incas y tibetanos”, comparó.

¿Cómo le hicieron?

El mencionado universitario y otros 30 científicos dedicaron cinco años a secuenciar e interpretar la información obtenida de un universo compuesto 15 individuos, divididos en un grupo de 12 indígenas y otro de tres mestizos.

La meta era ahondar precisamente en las etnias locales porque, históricamente, los proyectos para analizar genomas humanos se habían enfocado en europeos, africanos y asiáticos, y dejaron de lado a los americanos nativos.

Por esa “pequeña omisión”, durante décadas de investigación en la rama de la genética se ignoró cuál era la aportación de esos grupos étnicos a la diversidad genética del mundo y, más específicamente hablando, al mestizaje en América Latina tras la llegada de los conquistadores.

Para llevar a cabo semejante labor, los investigadores seleccionaron a 12 miembros de seis grupos étnicos que representaran a diversas regiones del país, y en la norte correspondió el estudio a dos etnias chihuahuenses, pues además de la rarámuri, se incluyó a los tepehuanos.

En cuanto al resto de la República, las zonas centro y sur de México se conformaron con nahuas, totonacas y zapotecos, y mayas, de manera respectiva. Los mestizos elegidos fueron padre, madre e hijo, y sirvieron como individuos de control. Posteriormente, se tomaron muestras de sangre de cada uno de los individuos a fin de extraer material genético, que se mandó a secuenciar a una compañía de Estados Unidos.

Aunque los resultados fueron analizados en México.

Antecedentes relacionados con rarámuris

Ya el año pasado, en marzo, el estudio “The genetics of Mexico recapitules Native American subestructure and affects biomedical traits”, que analizo a 511 individuos de 20 grupos indígenas diferentes, arrojó también interesantes resultados con rarámuris incluidos. Dicho análisis partió de la premisa de que los mexicanos son tan distintos unos de otros, como lo pueden ser los alemanes y los japoneses, por ejemplo.

Y aunque la investigación no cubrió todas las regiones del país, si alcanzó una porción significativa. Se encontró que la variación genética entre mexicanos es de 0.89 por ciento, número abismal si se toma en cuenta que, en todo el continente europeo, ese coeficiente de variación es apenas de 0.30 en su punto máximo.

La variación mexicana sólo se encontraría en regiones tan disímiles como la propia Europa y los habitantes de Asia del oeste, por ejemplo.

Lo anterior, porque contrario a lo que pudiera pensarse, México no es un país predominantemente mestizo, y las actuales generaciones de las diferentes culturas que componen la nación no acostumbran mezclar su material genético (ADN) con otras culturas distintas.

Es decir, sí existen mestizos, desde luego, pero casi todos son descendientes de los mestizos de primera generación, pues fueron pocos sus integrantes que intercambiaron información genética con otros, y si lo llegaron a hacer, sus descendientes ya no lo hicieron. Algo similar ocurrió con las etnias estudiadas: su porcentaje de mestizaje resultó paupérrimo.

Eso explica cómo hay una enorme distancia, tanto geográfica como genética entre las distintas culturas: rarámuris y mayas son tan diferentes en su composición de genes, como lo pueden ser un chino de un noruego, porque ambas etnias, milenariamente, no se han mezclado en absoluto.


DATO Difícil como el genoma Para hacer el reciente estudio, nada fácil fue conseguir las 12 muestras de sangre finales. Hubo antes que explicarles a los integrantes de las etnias en qué consistía el trabajo y obtener un consentimiento informado. Esa parte también tuvo sus trabas: los investigadores debían llegar con folletería y hacer el proyecto entendible a gente que, con frecuencia, no habla español y tiene una escolaridad muy baja.

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