/ domingo 25 de febrero de 2018

Gómez Farías, la frontera de dos cárteles de droga; epicentro de violencia

Comandancia de Bachíniva sola; patrullas abandonadas y sin uso

GÓMEZ FARÍAS, Chih.- Esta población es la frontera entre La Línea y el Cártel de Sinaloa, que representa una célula de Sonora con influencia en esta región de Chihuahua, por ello uno de estos grupos es considerado el responsable del secuestro del médico Juan Blas Godínez Loya, desaparecido desde la primera semana de noviembre de 2017.

La noche en que el doctor fue sacado a la fuerza de su casa, en buena parte de la comunidad hubo enfrentamientos que dejaron evidencia, conservada hasta la fecha, del poder de fuego que tienen y de la cantidad de hombres que integran sus tropas, lo que a la vista de los familiares fortalece la idea de que, cualquiera que lo haya secuestrado, lo necesita como doctor en alguno de los campamentos que tienen instalados los grupos criminales.

Aunque los familiares han recibido pistas contradictorias, de unos que dicen que lo tienen los otros y viceversa, no descartan que Godínez Loya se mantenga con vida también como forma de presión, para mantener “caliente la plaza” en perjuicio de uno de los grupos o incluso para negociar entre ellos o con las autoridades estatales y federales, que no escapan a señalamientos de que brindan protección o apoyo a la delincuencia.

Para el hijo y la esposa del doctor, Blas Godínez Ortega y Rosa Emma Ortega Soto, la situación que padece Gómez Farías desde antes de la desaparición forzada de Godínez Loya, explica en parte las razones de su desaparición, la imparable violencia y la disputa por la plaza era un anticipo de lo que venía.

El municipio es sólo lugar de paso, de tránsito, es lo que detiene a los grupos criminales, uno de Chihuahua y otro de Sonora, muy bien identificados por los pobladores, que antes se sentían seguros en este lugar o en comunidades del mismo, pero ahora viven con el temor constante porque siempre hay enfrentamientos, casi no hay día en que no lleguen noticias de balaceras o detenciones.

 

La actividad de la Comisión Estatal de Seguridad y de la Policía Federal, que ha incrementado su presencia en la región, ha inhibido los delitos y el paso de los convoyes de los ejércitos criminales, pero no ha disminuido la sensación de inseguridad ni los niveles de violencia de forma significativa.

Gómez Farías forma parte del corredor que desde el año pasado, entre enero y febrero de 2017 fue puesto bajo control de la Fiscalía General del Estado, que limitó a las policías municipales por su alto grado de infiltración.

Como respuesta llegó la violencia, con alzas de hasta 90% en homicidios dolosos y enfrentamientos de grupos criminales en municipios de la región, todo lo relacionado con la delincuencia organizada, que controla todos los delitos menores y mayores.

LAS COMANDANCIAS MUNICIPALES ABANDONADAS

Los recuerdos de la madrugada del 8 de noviembre del año pasado, cuando fue secuestrado el doctor Godínez, aún se aprecian a la entrada del pueblo, donde fue el enfrentamiento mayor entre dos grupos criminales.

“Allá va, allá va, que no escape”, “ve por el otro, va corriendo”, recuerda haber escuchado, en medio de balazos intermitentes y ráfagas que hacían un ruido ensordecedor, una de las comerciantes que tiene su negocio a la entrada de Gómez Farías, en la carretera que lleva a Peña Blanca.

Agazapada en la casa durante horas de balacera, a la mañana siguiente todo cambió, el pueblo ya no era el mismo, no sólo por la desaparición del médico Godínez, de la que toda la región se dio cuenta a las pocas horas, sino por la intrusión hasta este pueblo que era la frontera o el lugar de paso solamente, que ahora se había tornado en uno de tantos escenarios de los enfrentamientos.

 

En el lugar aún se aprecian los daños de las balas de alto calibre, capaces de atravesar, como lo hicieron, de lado a lado un tubo grueso de fierro a unos cuantos metros de la carretera.

Dan cuenta del abandono y la indefensión en la que viven los pobladores de municipios de la región y sus instalaciones de seguridad pública.

En Bachíniva, a 80 kilómetros de Gómez Farías, la comandancia de la Policía Municipal y Bomberos está en el abandono desde el 15 de diciembre, cuando un grupo armado la atacó, tan sólo para evidenciar que en realidad, aunque era un edificio público, nunca fue una base de seguridad, sino el cuartel de uno de los capos de la región, Arturo Quintana, alias “el 80”. El inmueble que también fue incendiado junto con patrullas municipales, tenía en sus ventanas, por dentro, muros de ladrillo para que las balas no atravesaran al interior.

En octubre, un mes antes de la desaparición del doctor Godínez Loya, la comandancia de Gómez Farías también fue atacada, los agentes cercanos y la población obligada a encerrarse en sus casas. Unas semanas después sobrevino el secuestro y los hechos ya conocidos, que llevaron a dejar sin médicos residentes a los centros de salud de prácticamente toda la región.

Ahora permanecen dos patrullas afuera de la comandancia, inutilizables, con las llantas ponchadas a balazos, como una especie de parapeto para el escaso personal que de vez en cuando se ve en las instalaciones municipales y como recordatorio de que no hay autoridad más que la del crimen en buena parte de los poblados, lo que ha llevado a los habitantes incluso a solicitar el auxilio de la delincuencia en determinadas ocasiones.

LA MUJER QUE APARECIÓ 10 MESES DESPUÉS

Pese al panorama desolador de Gómez Farías, para los familiares del doctor Godínez hay esperanzas de encontrarlo con vida, pues corren versiones sobre la actitud menos negativa de un grupo criminal, menos agresivo con la población civil que el que antes tenía el control de la plaza.

Los pobladores hablan de una mujer que había sido privada de su libertad estando embarazada. Fue llevada junto con su pareja, un “halcón” o “un punto”, como les dicen a los vigilantes que sirven para un grupo delincuencial, por hombres armados con rumbo desconocido. A las pocos días de andar buscándola, los familiares fueron amenazados y se vieron obligados a detener la búsqueda y esperar, como era lo más lógico, que aparecieran los cadáveres de la pareja, al menos era lo previsible, pero pasaron los meses y nada, no apareció.

Fue hasta 10 meses después, cuando ya había sido secuestrado Godínez Loya, que la mujer regresó con un bebé de brazos.

La noticia corrió por toda la región, la dio una de las familiares de la víctima, en un culto religioso, en el que agradeció a Dios y dio testimonio de que sus rezos habían dado frutos.

 

El problema es que unos dicen que es Las Varas, otros de Namiquipa, otros más de otras localidades porque, como todas las leyendas, la precisión no es su fuerte.

Pero es esto lo que también da esperanzas a Rosa Emma Ortega, esposa del médico, quien ha tratado de localizar a la mujer con su bebé, para saber cómo fue su parto y si su marido tendría algo que ver en su atención, dado que la hipótesis de que está secuestrado y es obligado a servir al crimen, es posible, real.

En esta región, comenta, se habla de que uno de los grupos criminales no elimina a sus rivales o a otros que quiere en sus filas, sino que los hace trabajar a la fuerza para los intereses de la delincuencia. Su esperanza es que al doctor Godínez así le haya sucedido, dado que no se imagina una venganza o un ajuste de cuentas, debido a la trayectoria del médico, que era ampliamente reconocido en la región.

“Aquí nació, aquí creció, siempre era bien visto, nunca tuvo problemas”, comenta la mujer.

UN MÉDICO PARA LOS HERIDOS

El hijo del doctor Godínez, quien ha experimentado directamente la presión de los grupos criminales que llegan con heridos buscando atención médica urgente, tiene la idea de que su padre pudo haber sido llevado de emergencia para atender a uno de los mandos de alguno de los grupos, de ahí la urgencia con que lo sacaron, sin mayores agresiones a su madre, que dormía en esos momentos con él, la madrugada del 8 de noviembre pasado.

Aunque poco se puede hacer en condiciones precarias de atención médica, dice, no es descabellado pensar que fue llevado para atender a alguno de los líderes criminales y posteriormente fue dejado en alguna casa de seguridad o campamento, pues siempre es necesario un médico para atender a los heridos.

En esas condiciones, asegura, es poco lo que se puede hacer, pero un doctor como su papá podría estabilizar a un herido en condición crítica, para un traslado a un hospital donde hubiera quirófano, sangre, personal e instrumental suficiente para salvarle la vida a alguien, por lo que piensa es de utilidad para quien sea que lo tenga.

Entre las pistas que ha seguido y le hace pensar que está con vida, está también una llamada el 17 de noviembre, una semana después de su desaparición, cuando le avisaron que estaba en el rancho Ojo Caliente, en San Buenaventura, a donde se trasladó junto con sus hermanos para constatar que la Policía Estatal realizaba un operativo con alrededor de 70 agentes y perros entrenados, sin resultado alguno.

Eso y las versiones de que el grupo criminal que lo tiene le conviene mantenerlo con vida, le dan esperanzas a Blas Godínez, sus hermanos y esposa, de que lo van a recuperar con vida próximamente, aunque saben que también existe la otra posibilidad, de que esté muerto, en cuyo caso sólo piden un mensaje, una señal, un aviso que acabe con la incertidumbre, ya no con el temor, con el que viven.

GÓMEZ FARÍAS, Chih.- Esta población es la frontera entre La Línea y el Cártel de Sinaloa, que representa una célula de Sonora con influencia en esta región de Chihuahua, por ello uno de estos grupos es considerado el responsable del secuestro del médico Juan Blas Godínez Loya, desaparecido desde la primera semana de noviembre de 2017.

La noche en que el doctor fue sacado a la fuerza de su casa, en buena parte de la comunidad hubo enfrentamientos que dejaron evidencia, conservada hasta la fecha, del poder de fuego que tienen y de la cantidad de hombres que integran sus tropas, lo que a la vista de los familiares fortalece la idea de que, cualquiera que lo haya secuestrado, lo necesita como doctor en alguno de los campamentos que tienen instalados los grupos criminales.

Aunque los familiares han recibido pistas contradictorias, de unos que dicen que lo tienen los otros y viceversa, no descartan que Godínez Loya se mantenga con vida también como forma de presión, para mantener “caliente la plaza” en perjuicio de uno de los grupos o incluso para negociar entre ellos o con las autoridades estatales y federales, que no escapan a señalamientos de que brindan protección o apoyo a la delincuencia.

Para el hijo y la esposa del doctor, Blas Godínez Ortega y Rosa Emma Ortega Soto, la situación que padece Gómez Farías desde antes de la desaparición forzada de Godínez Loya, explica en parte las razones de su desaparición, la imparable violencia y la disputa por la plaza era un anticipo de lo que venía.

El municipio es sólo lugar de paso, de tránsito, es lo que detiene a los grupos criminales, uno de Chihuahua y otro de Sonora, muy bien identificados por los pobladores, que antes se sentían seguros en este lugar o en comunidades del mismo, pero ahora viven con el temor constante porque siempre hay enfrentamientos, casi no hay día en que no lleguen noticias de balaceras o detenciones.

 

La actividad de la Comisión Estatal de Seguridad y de la Policía Federal, que ha incrementado su presencia en la región, ha inhibido los delitos y el paso de los convoyes de los ejércitos criminales, pero no ha disminuido la sensación de inseguridad ni los niveles de violencia de forma significativa.

Gómez Farías forma parte del corredor que desde el año pasado, entre enero y febrero de 2017 fue puesto bajo control de la Fiscalía General del Estado, que limitó a las policías municipales por su alto grado de infiltración.

Como respuesta llegó la violencia, con alzas de hasta 90% en homicidios dolosos y enfrentamientos de grupos criminales en municipios de la región, todo lo relacionado con la delincuencia organizada, que controla todos los delitos menores y mayores.

LAS COMANDANCIAS MUNICIPALES ABANDONADAS

Los recuerdos de la madrugada del 8 de noviembre del año pasado, cuando fue secuestrado el doctor Godínez, aún se aprecian a la entrada del pueblo, donde fue el enfrentamiento mayor entre dos grupos criminales.

“Allá va, allá va, que no escape”, “ve por el otro, va corriendo”, recuerda haber escuchado, en medio de balazos intermitentes y ráfagas que hacían un ruido ensordecedor, una de las comerciantes que tiene su negocio a la entrada de Gómez Farías, en la carretera que lleva a Peña Blanca.

Agazapada en la casa durante horas de balacera, a la mañana siguiente todo cambió, el pueblo ya no era el mismo, no sólo por la desaparición del médico Godínez, de la que toda la región se dio cuenta a las pocas horas, sino por la intrusión hasta este pueblo que era la frontera o el lugar de paso solamente, que ahora se había tornado en uno de tantos escenarios de los enfrentamientos.

 

En el lugar aún se aprecian los daños de las balas de alto calibre, capaces de atravesar, como lo hicieron, de lado a lado un tubo grueso de fierro a unos cuantos metros de la carretera.

Dan cuenta del abandono y la indefensión en la que viven los pobladores de municipios de la región y sus instalaciones de seguridad pública.

En Bachíniva, a 80 kilómetros de Gómez Farías, la comandancia de la Policía Municipal y Bomberos está en el abandono desde el 15 de diciembre, cuando un grupo armado la atacó, tan sólo para evidenciar que en realidad, aunque era un edificio público, nunca fue una base de seguridad, sino el cuartel de uno de los capos de la región, Arturo Quintana, alias “el 80”. El inmueble que también fue incendiado junto con patrullas municipales, tenía en sus ventanas, por dentro, muros de ladrillo para que las balas no atravesaran al interior.

En octubre, un mes antes de la desaparición del doctor Godínez Loya, la comandancia de Gómez Farías también fue atacada, los agentes cercanos y la población obligada a encerrarse en sus casas. Unas semanas después sobrevino el secuestro y los hechos ya conocidos, que llevaron a dejar sin médicos residentes a los centros de salud de prácticamente toda la región.

Ahora permanecen dos patrullas afuera de la comandancia, inutilizables, con las llantas ponchadas a balazos, como una especie de parapeto para el escaso personal que de vez en cuando se ve en las instalaciones municipales y como recordatorio de que no hay autoridad más que la del crimen en buena parte de los poblados, lo que ha llevado a los habitantes incluso a solicitar el auxilio de la delincuencia en determinadas ocasiones.

LA MUJER QUE APARECIÓ 10 MESES DESPUÉS

Pese al panorama desolador de Gómez Farías, para los familiares del doctor Godínez hay esperanzas de encontrarlo con vida, pues corren versiones sobre la actitud menos negativa de un grupo criminal, menos agresivo con la población civil que el que antes tenía el control de la plaza.

Los pobladores hablan de una mujer que había sido privada de su libertad estando embarazada. Fue llevada junto con su pareja, un “halcón” o “un punto”, como les dicen a los vigilantes que sirven para un grupo delincuencial, por hombres armados con rumbo desconocido. A las pocos días de andar buscándola, los familiares fueron amenazados y se vieron obligados a detener la búsqueda y esperar, como era lo más lógico, que aparecieran los cadáveres de la pareja, al menos era lo previsible, pero pasaron los meses y nada, no apareció.

Fue hasta 10 meses después, cuando ya había sido secuestrado Godínez Loya, que la mujer regresó con un bebé de brazos.

La noticia corrió por toda la región, la dio una de las familiares de la víctima, en un culto religioso, en el que agradeció a Dios y dio testimonio de que sus rezos habían dado frutos.

 

El problema es que unos dicen que es Las Varas, otros de Namiquipa, otros más de otras localidades porque, como todas las leyendas, la precisión no es su fuerte.

Pero es esto lo que también da esperanzas a Rosa Emma Ortega, esposa del médico, quien ha tratado de localizar a la mujer con su bebé, para saber cómo fue su parto y si su marido tendría algo que ver en su atención, dado que la hipótesis de que está secuestrado y es obligado a servir al crimen, es posible, real.

En esta región, comenta, se habla de que uno de los grupos criminales no elimina a sus rivales o a otros que quiere en sus filas, sino que los hace trabajar a la fuerza para los intereses de la delincuencia. Su esperanza es que al doctor Godínez así le haya sucedido, dado que no se imagina una venganza o un ajuste de cuentas, debido a la trayectoria del médico, que era ampliamente reconocido en la región.

“Aquí nació, aquí creció, siempre era bien visto, nunca tuvo problemas”, comenta la mujer.

UN MÉDICO PARA LOS HERIDOS

El hijo del doctor Godínez, quien ha experimentado directamente la presión de los grupos criminales que llegan con heridos buscando atención médica urgente, tiene la idea de que su padre pudo haber sido llevado de emergencia para atender a uno de los mandos de alguno de los grupos, de ahí la urgencia con que lo sacaron, sin mayores agresiones a su madre, que dormía en esos momentos con él, la madrugada del 8 de noviembre pasado.

Aunque poco se puede hacer en condiciones precarias de atención médica, dice, no es descabellado pensar que fue llevado para atender a alguno de los líderes criminales y posteriormente fue dejado en alguna casa de seguridad o campamento, pues siempre es necesario un médico para atender a los heridos.

En esas condiciones, asegura, es poco lo que se puede hacer, pero un doctor como su papá podría estabilizar a un herido en condición crítica, para un traslado a un hospital donde hubiera quirófano, sangre, personal e instrumental suficiente para salvarle la vida a alguien, por lo que piensa es de utilidad para quien sea que lo tenga.

Entre las pistas que ha seguido y le hace pensar que está con vida, está también una llamada el 17 de noviembre, una semana después de su desaparición, cuando le avisaron que estaba en el rancho Ojo Caliente, en San Buenaventura, a donde se trasladó junto con sus hermanos para constatar que la Policía Estatal realizaba un operativo con alrededor de 70 agentes y perros entrenados, sin resultado alguno.

Eso y las versiones de que el grupo criminal que lo tiene le conviene mantenerlo con vida, le dan esperanzas a Blas Godínez, sus hermanos y esposa, de que lo van a recuperar con vida próximamente, aunque saben que también existe la otra posibilidad, de que esté muerto, en cuyo caso sólo piden un mensaje, una señal, un aviso que acabe con la incertidumbre, ya no con el temor, con el que viven.

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