/ miércoles 29 de agosto de 2018

Inmigrante de por vida, fuera de casa desde los 15 años

Johnson comparte su historia de vida

Originario de Panamá, Johnson comparte su historia de vida, en donde resalta que su sueño de llegar a Estados Unidos ya no es más una meta a seguir, por lo que espera su regreso a casa.

Calor, frío, sed, hambre, peligro, muerte; son algunos de los matices que se presentan al subirse en La Bestia, famoso tren infernal, donde se quedan varados cientos de sueños, deseos y esperanzas de miles de personas que intentan cruzar los países latinoamericanos con el anhelo de llegar “al otro lado”.

-“No me mires a los ojos”-, le gritó un Mara Salvatrucha a Óscar Alfonso de Panamá, mejor conocido como Johnson, mientras este recargaba sobre su garganta un afilado machete a bordo del famoso tren de migrantes, La Bestia.

Johnson, un joven panameño de 33 años que actualmente se encuentra varado en la capital del estado, en donde lleva viviendo más de 5 meses con la esperanza de poder regresar a San José, su natal ciudad.

“Mi infancia fue bien difícil, siempre luchando por la vida, crecí en una playa de Panamá con mi abuela. Mi mamá me abandonó desde muy pequeño y se fue para otro país, para Belice.”, recuerda el joven al preguntarle acerca de su pasado.

Su abuela, a quien define como una mujer fuerte y sabia, le brindó estudios que no pudo acabar por la falta de recursos económicos; la compra de uniformes, útiles escolares y demás elementos, eran imposibles de comprar.

“Miré la vida y dije que eso (el estudio) no era posible, que no le podía dejar todo a mi abuela y me dediqué a jalar. Ahí en mi tierra trabajé como unos ocho años y después cuando cumplí los 15 emigré.”

La influencia de algunos amigos lo hizo tomar la decisión de emigrar de su país, de dejar todo en el pasado y continuar en busca de una mejor vida, pues según Johnson en su ciudad no hay muchas opciones para poder llevar una buena vida.

“Todo pasa por algo, no me arrepiento de estar aquí, pero son cosas de la vida que le tienen que pasar a uno. Hay veces que le ruego a Dios, mi padre, que me dé fuerzas porque no es fácil estar aquí. Extraño a mi familia y hay días que no tengo donde dormir.”


Un camino lleno de dolor y angustia

No hay palabras que puedan describir la vida arriba del tren, según narra Johnson, todo el trayecto desde su inicio hasta su fin es algo inimaginable pues nunca pensó con lo que se toparía.

“Hay que tener mucho cuidado con los Zetas y los secuestradores, a mí me asaltaron en Palenque y en Chiapas con la Mara Salvatrucha. Ellos te cobran una cuota para que te subas al tren y si no lo pagas, te tiran del tren y te machetean. En el tren hay mujeres, niños… viene de todo. Cobran como 200 dólares, pero hay mucha gente que no tiene dinero y los avientan del tren.”, comenta el panameño.

Johnson narra que uno de sus amigos, Alejandro, se cayó del tren por los nervios que le daba ver a los Maras con armas y machetes, “él se cayó entre vagones que le destrozaron las piernas y se desangró. Todas las noches en casa pienso en él y me siento muy mal.”

Uno de los aspectos que Johnson resalta como más inhumanos es el sufrimiento de las mujeres arriba del tren, pues asegura que terminan siendo maltratadas, violadas y muchas veces asesinadas por los propios grupos delincuenciales. “Siento feo por las mujeres porque tengo carnalas, y si van en pareja y la mujer no se va con los maras, terminan matando al hombre.”

Al tren le dicen la bestia y el nombre le queda de manera adecuada…“Es eso, así como se ve en las películas acerca de las violaciones y la muerte. Tal cual. Yo no creía, cuando me contaban de cómo sería el trayecto no lo creí, pero ahora que lo he vivido, creo que les faltaron más palabras para describirlo.”

En el cruce de Guatemala a México los policías son corruptos, para Johnson no hay manera de corrupción más grande que el de permitir el tráfico de menores, “ellos (los policías) permiten que vengan niños, menores de edad y con que los maras les paguen una cuota, listo, no importa si los niños no traen papeles o algo escrito por los papás, el tráfico de niños se hace de la manera más fácil.”

Es puro negocio, si no traes dinero, ni te muevas

“A mí la mara me puso a pedir, me dijeron que si no traía dinero no podía pasar, así que no me quedó de otra más que conseguir dinero de las maneras que ni te imaginas.”, cuenta Johnson a El Heraldo de Chihuahua.

A parte de la cuota de 200 dólares al subirse a La Bestia, Johnson destaca que conforme vas avanzando de país o estado te cobran por seguir arriba. Explica que en Veracruz, por ejemplo, la cuota era de 500 pesos. “Para todo necesitas dinero, y bastante… hay gente que lleva los ahorros de toda su vida y no les alcanza ni para subirse.”

Anteriormente Johnson se encontraba en Saltillo, ya que su plan era cruzar por Laredo, pero su ruta cambió al toparse con unos amigos que le dijeron que en Chihuahua las cosas estaban más tranquilas. “Por Ojinaga o Sinaloa dicen que es un poco más tranquilo, pero no lo he intentado.”

Johnson vive por la avenida Pacheco, atrás de Interceramic, asegura que a él y a sus otros tres compañeros originarios de Belice, Honduras y Panamá, Chihuahua los ha tratado muy bien. “Salimos todos los días a trabajar en lo que se pueda para comprar algo de comer, lavando carros, en la obra y cosas así.”

Pero no todos los sueños se pueden hacer realidad, para Johnson el deseo de cruzar se ha terminado, después de vivir fuera de su país por más de 15 años, el hartazgo y el hambre, son dos factores que lo tienen cansado. “Yo ya no pienso cruzar… tenemos un gran problema con el nuevo presidente de Estados Unidos y no está fácil.”

Para Johnson, México es un país grande, comenta que a veces para cruzar de un estado a otro, pasaban hasta 15 o 18 horas. De Zacatecas a Torreón asegura que pasaron alrededor de15 horas y de Torreón a Chihuahua, son casi otras 13 horas, “si no llevas agua o comida te mueres, como algunos que vi”.

“No sé decir qué tanto tiempo más me quedaré, pero ya extraño mucho a mi familia, yo mi destino lo dejo a manos de Dios, él sabe lo que hace. Quiero ya estar durmiendo en mi camita… calientito, ahorita la mera neta estamos durmiendo en el suelo, solo con una cobija y una almohada. Quiero una mesa para comer, pero yo ya no tengo esa vida… mi vida es estar sufriendo, no físicamente, pero mentalmente, es el peor sufrimiento.”, comenta el migrante.

La vida en Chihuahua

“Me han tratado peor en los estados del sur y mejor aquí en Chihuahua, la gente sí es muy cálida, aunque los policías de aquí me quitaron mi celular, ellos me han robado nada más porque ando pidiendo en los semáforos.”, asegura el joven panameño.

De los sucesos más importantes por los que ha tenido que pasar Johnson, es cuando en los cruceros se le acerca gente “mala”, como lo describe el joven, a ofrecerle trabajo ilegal, es decir, que estén relacionados con armas, venta de droga, secuestros, etc.


“Como en todo llega gente buena y gente mala… de todo hay, pero hay veces que llegan a los cruceros y te preguntan que si quieres jalar, personas me han ofrecido trabajos con armas, matar, vender drogas, y otros más. Esas personas se ven muy diferentes, como que no le tienen amor a nadie, son gente que mata. En Veracruz y en Monterrey es donde más he visto que le ofrecen trabajos feos a los migrantes.”, asegura el joven quien dice jamás haber sido partícipe de trabajos ilegales.

Johnson asegura que en la capital del estado la delincuencia no está tan mal como en otras partes, pero que el hablar de la Sierra Tarahumara ya es otro tema, “En la sierra, es otro rollo, está muy feo, allá todos en el tren están armados, los sicarios te quieren poner a trabajar en lo suyo y no puedes hacer nada sin que los cárteles se enteren.”

Los días lluviosos le recuerdan a su natal San José, Panamá, donde a diario caen diluvios, “los días que llueven me salgo, me quito la playera y soy feliz. Me recuerda a Panamá, aprovecho a mirar al cielo y lo disfruto.”

“La gente piensa que somos malos, desde que nos ven piensan que les vamos a robar, pero no es el caso, comienzan a subir los vidrios. No desconfíen, solo queremos una ayuda voluntaria para sobrevivir y aunque nos vean ahí, siendo inmigrantes de por vida, somos humanos y ante los ojos de Dios, todos somos iguales.”, finaliza Johnson.


Originario de Panamá, Johnson comparte su historia de vida, en donde resalta que su sueño de llegar a Estados Unidos ya no es más una meta a seguir, por lo que espera su regreso a casa.

Calor, frío, sed, hambre, peligro, muerte; son algunos de los matices que se presentan al subirse en La Bestia, famoso tren infernal, donde se quedan varados cientos de sueños, deseos y esperanzas de miles de personas que intentan cruzar los países latinoamericanos con el anhelo de llegar “al otro lado”.

-“No me mires a los ojos”-, le gritó un Mara Salvatrucha a Óscar Alfonso de Panamá, mejor conocido como Johnson, mientras este recargaba sobre su garganta un afilado machete a bordo del famoso tren de migrantes, La Bestia.

Johnson, un joven panameño de 33 años que actualmente se encuentra varado en la capital del estado, en donde lleva viviendo más de 5 meses con la esperanza de poder regresar a San José, su natal ciudad.

“Mi infancia fue bien difícil, siempre luchando por la vida, crecí en una playa de Panamá con mi abuela. Mi mamá me abandonó desde muy pequeño y se fue para otro país, para Belice.”, recuerda el joven al preguntarle acerca de su pasado.

Su abuela, a quien define como una mujer fuerte y sabia, le brindó estudios que no pudo acabar por la falta de recursos económicos; la compra de uniformes, útiles escolares y demás elementos, eran imposibles de comprar.

“Miré la vida y dije que eso (el estudio) no era posible, que no le podía dejar todo a mi abuela y me dediqué a jalar. Ahí en mi tierra trabajé como unos ocho años y después cuando cumplí los 15 emigré.”

La influencia de algunos amigos lo hizo tomar la decisión de emigrar de su país, de dejar todo en el pasado y continuar en busca de una mejor vida, pues según Johnson en su ciudad no hay muchas opciones para poder llevar una buena vida.

“Todo pasa por algo, no me arrepiento de estar aquí, pero son cosas de la vida que le tienen que pasar a uno. Hay veces que le ruego a Dios, mi padre, que me dé fuerzas porque no es fácil estar aquí. Extraño a mi familia y hay días que no tengo donde dormir.”


Un camino lleno de dolor y angustia

No hay palabras que puedan describir la vida arriba del tren, según narra Johnson, todo el trayecto desde su inicio hasta su fin es algo inimaginable pues nunca pensó con lo que se toparía.

“Hay que tener mucho cuidado con los Zetas y los secuestradores, a mí me asaltaron en Palenque y en Chiapas con la Mara Salvatrucha. Ellos te cobran una cuota para que te subas al tren y si no lo pagas, te tiran del tren y te machetean. En el tren hay mujeres, niños… viene de todo. Cobran como 200 dólares, pero hay mucha gente que no tiene dinero y los avientan del tren.”, comenta el panameño.

Johnson narra que uno de sus amigos, Alejandro, se cayó del tren por los nervios que le daba ver a los Maras con armas y machetes, “él se cayó entre vagones que le destrozaron las piernas y se desangró. Todas las noches en casa pienso en él y me siento muy mal.”

Uno de los aspectos que Johnson resalta como más inhumanos es el sufrimiento de las mujeres arriba del tren, pues asegura que terminan siendo maltratadas, violadas y muchas veces asesinadas por los propios grupos delincuenciales. “Siento feo por las mujeres porque tengo carnalas, y si van en pareja y la mujer no se va con los maras, terminan matando al hombre.”

Al tren le dicen la bestia y el nombre le queda de manera adecuada…“Es eso, así como se ve en las películas acerca de las violaciones y la muerte. Tal cual. Yo no creía, cuando me contaban de cómo sería el trayecto no lo creí, pero ahora que lo he vivido, creo que les faltaron más palabras para describirlo.”

En el cruce de Guatemala a México los policías son corruptos, para Johnson no hay manera de corrupción más grande que el de permitir el tráfico de menores, “ellos (los policías) permiten que vengan niños, menores de edad y con que los maras les paguen una cuota, listo, no importa si los niños no traen papeles o algo escrito por los papás, el tráfico de niños se hace de la manera más fácil.”

Es puro negocio, si no traes dinero, ni te muevas

“A mí la mara me puso a pedir, me dijeron que si no traía dinero no podía pasar, así que no me quedó de otra más que conseguir dinero de las maneras que ni te imaginas.”, cuenta Johnson a El Heraldo de Chihuahua.

A parte de la cuota de 200 dólares al subirse a La Bestia, Johnson destaca que conforme vas avanzando de país o estado te cobran por seguir arriba. Explica que en Veracruz, por ejemplo, la cuota era de 500 pesos. “Para todo necesitas dinero, y bastante… hay gente que lleva los ahorros de toda su vida y no les alcanza ni para subirse.”

Anteriormente Johnson se encontraba en Saltillo, ya que su plan era cruzar por Laredo, pero su ruta cambió al toparse con unos amigos que le dijeron que en Chihuahua las cosas estaban más tranquilas. “Por Ojinaga o Sinaloa dicen que es un poco más tranquilo, pero no lo he intentado.”

Johnson vive por la avenida Pacheco, atrás de Interceramic, asegura que a él y a sus otros tres compañeros originarios de Belice, Honduras y Panamá, Chihuahua los ha tratado muy bien. “Salimos todos los días a trabajar en lo que se pueda para comprar algo de comer, lavando carros, en la obra y cosas así.”

Pero no todos los sueños se pueden hacer realidad, para Johnson el deseo de cruzar se ha terminado, después de vivir fuera de su país por más de 15 años, el hartazgo y el hambre, son dos factores que lo tienen cansado. “Yo ya no pienso cruzar… tenemos un gran problema con el nuevo presidente de Estados Unidos y no está fácil.”

Para Johnson, México es un país grande, comenta que a veces para cruzar de un estado a otro, pasaban hasta 15 o 18 horas. De Zacatecas a Torreón asegura que pasaron alrededor de15 horas y de Torreón a Chihuahua, son casi otras 13 horas, “si no llevas agua o comida te mueres, como algunos que vi”.

“No sé decir qué tanto tiempo más me quedaré, pero ya extraño mucho a mi familia, yo mi destino lo dejo a manos de Dios, él sabe lo que hace. Quiero ya estar durmiendo en mi camita… calientito, ahorita la mera neta estamos durmiendo en el suelo, solo con una cobija y una almohada. Quiero una mesa para comer, pero yo ya no tengo esa vida… mi vida es estar sufriendo, no físicamente, pero mentalmente, es el peor sufrimiento.”, comenta el migrante.

La vida en Chihuahua

“Me han tratado peor en los estados del sur y mejor aquí en Chihuahua, la gente sí es muy cálida, aunque los policías de aquí me quitaron mi celular, ellos me han robado nada más porque ando pidiendo en los semáforos.”, asegura el joven panameño.

De los sucesos más importantes por los que ha tenido que pasar Johnson, es cuando en los cruceros se le acerca gente “mala”, como lo describe el joven, a ofrecerle trabajo ilegal, es decir, que estén relacionados con armas, venta de droga, secuestros, etc.


“Como en todo llega gente buena y gente mala… de todo hay, pero hay veces que llegan a los cruceros y te preguntan que si quieres jalar, personas me han ofrecido trabajos con armas, matar, vender drogas, y otros más. Esas personas se ven muy diferentes, como que no le tienen amor a nadie, son gente que mata. En Veracruz y en Monterrey es donde más he visto que le ofrecen trabajos feos a los migrantes.”, asegura el joven quien dice jamás haber sido partícipe de trabajos ilegales.

Johnson asegura que en la capital del estado la delincuencia no está tan mal como en otras partes, pero que el hablar de la Sierra Tarahumara ya es otro tema, “En la sierra, es otro rollo, está muy feo, allá todos en el tren están armados, los sicarios te quieren poner a trabajar en lo suyo y no puedes hacer nada sin que los cárteles se enteren.”

Los días lluviosos le recuerdan a su natal San José, Panamá, donde a diario caen diluvios, “los días que llueven me salgo, me quito la playera y soy feliz. Me recuerda a Panamá, aprovecho a mirar al cielo y lo disfruto.”

“La gente piensa que somos malos, desde que nos ven piensan que les vamos a robar, pero no es el caso, comienzan a subir los vidrios. No desconfíen, solo queremos una ayuda voluntaria para sobrevivir y aunque nos vean ahí, siendo inmigrantes de por vida, somos humanos y ante los ojos de Dios, todos somos iguales.”, finaliza Johnson.


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