La vida de Diana se ha convertido en un calvario. Con lágrimas cuenta cómo un día al despertar descubrió una protuberancia en la parte baja de su espalda. El polímero que le habían inyectado para aumentar sus glúteos hacía estragos en su vida. Ahora está consciente de que va morir, pero no sin luchar.
Era odontóloga, estaba en plena vida productiva y hoy tiene problemas para caminar, pues el producto emigró hacia las piernas, donde tiene otras protuberancias que le causan mucho dolor.
Las inyecciones en los glúteos son uno de los muchos procedimientos de estética a los que se suelen someterse las mujeres en Chihuahua para cumplir con los cánones de belleza de la sociedad o lograr un cuerpo espectacular que pare el tráfico al caminar.
Entre los riegos de esta práctica está que el biopolímero puede migrar a otras del cuerpo debido a que se inyecta de manera libre y no existen barreras de contención. Aunado a las reacciones inmunológicas que tiene el cuerpo hacia el material extraño.
En el caso de Diana, acudió a una estética, fueron siete sesiones, una por mes, sin embargo al tercer mes empezó a presentar fiebre, escalofríos, hormigueos. Al comentarle al supuesto médico los síntomas se limitó a decir que era una reacción normal, pero con el tiempo pasaría.
De acuerdo a los expertos, se advierte que los síntomas pueden surgir luego de meses y quizá años después de la aplicación. Quienes se someten a estos procedimientos pueden sufrir desde reacciones alérgicas hasta fatiga crónica, pero si el producto migra causa dolor intenso en las articulaciones.
Diana sufrirá de por vida a consecuencia de la mala praxis de un supuesto médico. El material se aloja a la mitad del fémur por la parte lateral y en la parte de arriba por la espalda se acumuló, la protuberancia es dura y ha cambiado de color. El cirujano que la atiende ahora le dijo que ya hay necrosis del tejido.
A la fecha ya está en proceso de una cirugía para retirar la mayor cantidad de material plástico que se pueda, sin embargo la dificultad para caminar no se quitará, tampoco los dolores, pues se ha convertido en una enfermedad crónica.
Diana pagó alrededor de 45 mil pesos por el aumento con proteínas, que en realidad eran biopolímeros, pero se enteró hasta que se realizó una resonancia magnética y estudios. Ahora gasta mensualmente entre 15 y 20 mil pesos en medicamentos, suplementos y vitaminas para que el cuerpo pueda defenderse y no siga el desgaste.
“Para mí es un crimen, él sabe que la gente puede morir y sigue aplicando estos productos”, señaló Diana.
Recomendó que cada vez que la gente vaya a practicarse un procedimiento estético averigüe del lugar, que investiguen en los colegios de médicos si quien los atenderá es un profesional de la salud, o incluso en internet se puede buscar la cédula profesional del médico y si está certificado, “No se dejen engañar, porque en ello va la vida”.
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