Cerca de 300 indigentes en la ciudad viven refugiados en tapias, debajo de puentes o en parques públicos, y su forma de sustento es la mendicidad, actividad que les deja, a lo menos, 150 pesos diarios.
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De acuerdo con las últimas cifras del Municipio, las personas que viven en situación de calle oscilan entre 280 y 300, y la mayor parte son hombres de entre 22 y 45 años de edad.
Durante un recorrido, se pudo constatar que en la zona Centro y al suroriente de la ciudad los indigentes de se han convertido más que una estadística, en personajes urbanos: "El pata de elefante” “El Cucho” o “Tontín”, por citar algunos, deambulan de una calle a otra.
Cada uno cuenta su historia, algunos huérfanos, otros con enfermedades terminales o con familia hospitalizada, pero todos necesitados de una ayuda económica.
Sin embargo la población femenina se ha incrementado en los últimos años, por lo que principalmente en la zona Centro y sur de la ciudad se pueden observar mujeres jóvenes pidiendo dinero en cruceros.
El día a día de estas personas es ya rutina, pues se instalan en horarios establecidos, incluso dicen tener un espacio “apartado”, por aquello de que otros pedigüeños aterricen e intenten invadir su lugar.
Aunado a los indigentes que ya se encontraban establecidos en la ciudad, hace ya algunos años arribaron los indocumentados, que también han optado por pedir dinero en calles de la ciudad.
Esto ha significado una manera y estilo de vida para ellos, pues dicen, es mejor remunerado que cualquier otro trabajo que pudieran obtener en Chihuahua, además de que ellos manejan sus horarios, y días de descanso.
“Estoy solo en el mundo”: Toño
Toño es un hombre de 31 años que recorre las calles del primer cuadro de la ciudad, y para conseguir dinero camina con muletas y narra que fue víctima de un camión que lo atropelló, aunque en otras ocasiones, simplemente se sienta en las banquetas a esperar que alguien pase y le dé algo de dinero como respuesta a su petición: “ayúdeme, estoy solo en el mundo”.
Toño dice que son varios puntos de la ciudad los que ha recorrido, pero desde hace un año decidió instalarse en el Centro de la ciudad, porque le parece más cómodo, ya que es donde más gente transita, y por ende, recibe más dinero, sin mucho esfuerzo.
Reconoce que las muletas no les son indispensables, pero dice que es una buena manera de atraer a la gente, “sí, nomás no diga nada”, respondió al preguntársele si no podía caminar sin ayuda de las muletas.
Este personaje urbano prefiere situarse en cruceros como el ubicado en la avenida 20 de Noviembre y calle 11ª, en el Paseo Bolívar e Independencia, y en la avenida Niños Héroes y Venustiano Carranza.
No lo acepta, pero su evidente adicción a las drogas lo hace mentir y contar historias fantásticas donde siempre excusa la lesión en un brazo que dice sufrió al ser arrollado.
Entre los automóviles camina entre que cambia la luz del semáforo y él puede colarse de auto en auto, en donde pide primero ser escuchado, si acaso el conductor lleva su ventanilla cerrada.
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