Un hombre que llegó a pedir asilo a la Casa del Migrante en la colonia Revolución, debió salir del lugar por la noche y con apoyo de la policía, pues denuncia que “es un infierno, el lugar es controlado por hondureños y salvadoreños que se drogan y embriagan al interior sin que nadie les diga nada; en la semana que estuve ahí observé violencia, drogas y alcohol, y los encargados se roban dinero y ropa que gente lleva para ayudar a las personas que ahí llegan a pedir un lugar dónde dormir”.
El señor Víctor Orozco López, de 43 años de edad, fue víctima de la violencia, drogas y robos en Casa del Migrante, ubicada en la colonia Revolución, a donde llegó hace una semana al salirse de su pueblo denominado La Norteñita, Chihuahua, para buscar mejores oportunidades de trabajo y llegó a esta ciudad.
A su arribo a esta capital señaló que le aconsejaron acudir a la Casa del Migrante para buscar un techo dónde pernoctar y lo apoyaran con alimentos mientras conseguía trabajo y buscaba qué hacer; apenas la noche del pasado jueves, tras casi una semana, logró escapar del lugar pero con ayuda de la Policía Municipal.
Cuenta Víctor Orozco que dentro del lugar hay 36 personas de las cuales sólo cuatro son mexicanos, los demás son hondureños y salvadoreños, quienes atemorizan a todo el que ingresa al lugar solapados por los encargados de seguridad y la propia administradora, ya que con consentimiento de los responsables de la Casa del Migrante fuman, toman y hasta se drogan al interior del lugar.
“Son un tipo pandilla -dijo el señor Orozco- los que controlan todo y te amenazan hasta de muerte si dices o te quejas de algo, incluso a mí ya me tocó ver que uno de los que lideran, ahí de nombre Wilton, quien dice que es mara y odia a los mexicanos, ya acuchilló a uno de los migrantes en el cuello, lo curó el doctor de ahí, pero no lo llevaron a un hospital”.
“Una vez llegaron unas gentes de dinero y nos reunieron a todos diciendo que nos regalaban 20 mil pesos en efectivo, y los organizadores nos formaron y pusieron frente a nosotros en una mesa el dinero repartido a cada uno, pero al irse los señores de inmediato nos lo quitaron y se lo quedaron ellos aun cuando nos lo repartieron frente a ellos y hasta foto nos tomaron”.
“Sólo cuando llegaban los integrantes de iglesias cristianas lográbamos quedarnos con algo de ropa o de buena comida, pues ellos mismos lo repartían y lo entregaban personalmente hasta que comiéramos, y así pues no nos los quitaban, es horrible recibir amenazas de esos compas que son malandros de otros países y se han apoderado del lugar”, dijo Víctor triste tras lo vivido.
“Si dices algo o denuncias algo, perro, te vamos a cortar el cuello”, era la amenaza, señaló el entrevistado. “Los migrantes que llegan con mujeres al día siguiente luego, luego se salen de ahí por cómo los tratan y no respetan la intimidad de las mujeres, a mí me tuvieron casi una semana encerrado sin salir, me secuestraron, pero como pude yo escondí mi celular, un ‘cacahuatito’ que tengo, y de ahí ya la noche del jueves arropado tras amenazarme de muerte llamé al 911 y pedí auxilio”.
“Luego de que me dijeron los de la policía que me saliera de ahí me dirigí al guardia y este me regañó y me dijo que no me dejaría salir, pero al decirle que ya había llamado a la policía me abrió, yo por temor a que me siguieran o me hicieran algo ya afuera esperé a que llegaran las patrullas antes de salir del barandal, y al ver las luces me salí y les conté todo a los uniformados y ellos me dijeron que me fuera rápido de ahí”.
“Ahí se ve de todo, desde drogas, violencia y robos, incluso hay un hombre en silla de ruedas a quien el tren le mochó las piernas, y este dice que se quiere salir, pero no lo dejan. En una ocasión una pareja que llegó ahí con tres niños pequeños al día siguiente de ver cómo estaban las cosas al salir a pedir dinero fueron a denunciar al DIF, incluso según les dijeron que una queja más al lugar y lo cerraban, pero aún sigue abierto, es triste ver cómo un lugar de ayuda como ese está controlado por gente que ni de aquí es, pues la encargada y su hijo que la hace de guardia ahí están protegiéndolos. Una vez a una mujer que dijo ser de Derechos Humanos la vimos hasta fumando marihuana y al decirle que por qué me dijo que ‘que chin… me importaba’, pos mejor ya no dije nada de los otros”.
“Uno de los responsables del lugar, este según sé hijo de la encargada, quienes cada que llegan donaciones de ropa o alimentos agarran lo mejor o nuevo para ellos y a la gente le dan lo más feo; la gente decía que por qué las autoridades no se daban cuenta de lo que pasaba, pues es porque apagan las cámaras de seguridad que ahí tienen”.
Víctor Orozco es originario del poblado La Norteñita Chihuahua, de donde se salió en busca de mejor vida; señala que su mujer murió hace seis años y al no haber trabajo en la sierra decidió bajar a la ciudad para buscar empleo y ayudar a sus dos hijos, de 14 y 16 años, que dejó con un familiar en su pueblo.
