Pascual Orozco Vázquez nace el 28 de enero de 1882 en la ex Hacienda de Santa Inés, Distrito de Guerrero, Chihuahua, una hacienda propiedad de Mateo Domínguez de Mendoza, que fuera fraccionada y vendida entre varias personas entre ellas los padres de Pascual Orozco Vázquez, Pascual Orozco Merino y Amada Vázquez.
Pascual Orozco Vázquez se une a los clubs antireeleccionistas, invitado por Abraham González Casavantes, originario de Ciudad Guerrero. Orozco fue conducto de propaganda del Partido Liberal Mexicano con los revolucionarios, ya que se dedicaba a transportar metales preciosos para varias compañías americanas, además de poseer su propia mina llamada la Soledad en Estación Sánchez, municipio de Bocoyna, la cual vendió para comprar armas para la causa revolucionaria.
La figura y el papel de Pascual Orozco fue siempre motivo de polémica, no sólo por los desacuerdos que tuvo con Madero al inicio de la Revolución, sino también por su unión con Huerta en el año de 1913, pero su participación dentro del proceso histórico no ha sido entendida en el contexto del revolucionario de ideales puros del pueblo mexicano, como lo sostiene el Dr. Friedrich Katz en su idealismo y su entrega a una causa revolucionaria del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
El muralista Aarón Piña Mora lo inmortaliza en uno de los murales del Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua, sosteniendo en su mano izquierda un rifle que levanta en señal de lucha y desnudo porque para el artista, Orozco representa la pureza de los ideales que el pueblo planteara en la Revolución, y sus convicciones y acciones patrióticas por las que siempre luchó.
Después de la victoria de Ciudad Juárez el 11 de mayo de 1911, el ejército formado y dirigido por el general Pascual Orozco fue enviado al estado de Sinaloa y Orozco nombrado jefe de los rurales, quedando así disperso por órdenes de Madero, quien se apoya militarmente en el ejército federal al cual combatió. Sin embargo, los ideales de Pascual Orozco y sus colorados se mantuvieron vivos y activos hasta reiniciar de nueva la lucha hasta conquistar la victoria del pueblo por la cual miles de campesinos habían luchado, y que había quedado olvidada con los acuerdos de Ciudad Juárez entre el gobierno de Porfirio Diaz y la agenda del grupo de Francisco I. Madero. José Vasconcelos en su libro de Ulises Criollo corrobora lo siguiente:
“Desde la campaña contra Orozco, la Revolución, como potencia armada ha caído en el desprestigio. De un lado Huerta, el federal despedazando a Orozco, el héroe de la lucha contra Porfirio Díaz”.
La decisión de Madero de integrar en sus filas a sus antiguos enemigos y dejar en manos del ejército la seguridad del país fue fatal y profético. Al respecto escribiría José Vasconcelos en Ulises Criollo: “El peligro de la situación debió verse claro desde el principio ya que no fueron los maderistas, sino los antiguos soldados federales quienes dieron su sostén militar al régimen”, este fue el principio del fin del maderismo, ponerse militarmente en manos de sus antiguos enemigos y en contra de quienes habían apoyado y combatido a su lado desde los inicios de la revolución”.
Madero finalmente reconoce su error muy tarde durante el cuartelazo a horas de su muerte, cuando su suerte es aún incierta y pensando que lo van a trasladar a Veracruz dice al general González Garza y al vicepresidente Pino Suárez: “Yo tengo la culpa de lo que está pasando; porque no supe distinguir encumbré a mis enemigos e hice de lado a mis verdaderos aliados, lo que suceda es culpa mía”.
La Revolución mexicana no fue como algunos autores sostienen la acción aislada de algunos hombres que se unieron formando un frente común contra la dictadura porfiriana, fue fundamentalmente parafraseando a James Cocroft, “un proceso en el cual toman parte y forma diferentes corrientes, ubicadas en un espacio y un tiempo específico, un proceso social conformado por clases y por sectores de clase, un proceso histórico, aquel de la lucha de clases, que toma forma armada y organizada en los últimos años del porfiriato, en esos momentos México entró en un periodo de cruenta guerra civil que amenaza con derribar no sólo a los porfiristas, sino a todo el aparato estatal burgués”.
En este contexto toma forma la corriente orozquista, misma que tiene sus inicios formales desde noviembre de 1910 pero que antes de unirse a la lucha armada, los integrantes del orozquismo habían tenido contacto con los dirigentes del Partido Liberal mexicano.
El movimiento orozquista transita fundamentalmente por tres momentos históricos diferentes, en los cuales inclusive sus planteamientos no son los mismos, el primero de ellos: de 1907 a 1911, años que marcan su unión con Madero y el inicio de la Revolución maderista; de 1911 a 1912, año de la deserción de Orozco del maderismo, en el cual la situación del orozquismo es todavía de un movimiento fuerte con características sociales importantes.
De 1913 en delante la historia del movimiento orozquista es otra y por tanto debe dársele un tratamiento diferente, y es de hecho de este periodo del que se tienen menos datos y el que se ha estudiado menos.
Orozco se une a Huerta por las mismas razones por las que se unió a Madero, buscando implantar el proyecto agrario que habían delineado desde las épocas en que se une a la Revolución maderista, y se separa de Madero porque considera que no se cumplieron con los artículos planteados en el Plan de San Luis, sobre todo con lo relacionado con el reparto agrario.
La lucha de Orozco contra Madero tenía las mismas causas que la rebelión contra Díaz, él había deseado siempre la implantación de un programa revolucionario agrario que satisficiera las aspiraciones por las cuales el pueblo mexicano había tomado las armas, Orozco nunca perdió contacto con las masas, fue siempre hasta el último momento el revolucionario del pueblo.
A pesar de lo que dicen sus detractores la Revolución mexicana sin Orozco hubiera tenido un final diferente, Orozco logra levantar en armas a las diferentes clases sociales revolucionarias del distrito de Guerrero y logra tener una serie de victorias en contra de los federales durante los primeros días de la Revolución armada. Su ejército fue el primer grupo armado y organizado en el país y era un ejército heterogéneo donde se podían encontrar campesinos, ganaderos, comerciantes y obreros.
Orozco se levanta en armas el 20 de noviembre de 1910 ante el llamado maderista, con un proyecto claro de reparto agrario y de lucha en contra de los abusos de poder de los caciques regionales. Con un ejército formado por campesinos, rancheros, jornaleros y pequeños propietarios, los revolucionarios obtienen diferentes triunfos en San Isidro, Miñaca y Cd. Guerrero. Estas victorias de los orozquistas dan legitimidad al Plan de San Luis de Madero y logran que la Revolución continúe.
Madero en cambio no logra ingresar a suelo mexicano, como se lo había propuesto, su proyecto político de insurrección de las clases medias que lo habían acompañado durante sus giras por el país en busca del voto es ignorado y regresa a San Antonio, Texas, totalmente decepcionado y derrotado.
Pero poco tiempo después, Madero es informado de que en el distrito de Guerrero un grupo de revolucionarios comandados por Pascual Orozco habían tenido ya algunas batallas y victorias contra los federales. Ante esta nueva situación favorable, Madero decide ingresar a México por segunda vez, para ponerse al frente de las fuerzas revolucionarias. En su primera batalla contra los federales en Casas Grandes fue herido en el brazo izquierdo y le fue confiscado todo el armamento que llevaba. Lesionado se dirige hacia el sur y se refugia en la Hacienda de Bustillos, donde el ejército revolucionario va a su encuentro y ahí reunidos con los revolucionarios del distrito de Guerrero, nombra general a Pascual Orozco Vázquez Jr., mayor a Francisco Villa y coronel al Sr. Pascual Orozco Merino, padre de Pascual Orozco Vázquez.
De tal manera es incuestionable el hecho de que sin Pascual Orozco y su ejército de liberación nacional, Madero no hubiera podido lograr al menos en los términos y tiempo en que se realizó dicho proceso ni el levantamiento que se había propuesto en el punto número siete del Plan de San Luis, ni la toma de Ciudad Juárez y mucho menos el triunfo de la Revolución armada.