/ martes 13 de noviembre de 2018

"Sería una bendición si muero en un caballo..."

Su añoranza no pudo se cumplida, pues lamentablemente falleció víctima de la violencia

“Sería una bendición si me muero arriba de un caballo”, un sueño que no se le cumplió a José Ricardo Caraveo Vallina, quien lamentablemente falleció víctima de la violencia; luego de meses de angustia para su familia el cuerpo del empresario chihuahuense fue encontrado el viernes de la semana pasada en las inmediaciones de la carretera Cuauhtémoc-Álvaro Obregón.

Su sentido servicio funerario se realizó en Mausoleos Luz Eterna, familiares y amigos lo despidieron recordando principalmente su faceta como jinete, caballerango e instructor de equitación de generaciones enteras.


Su esposa Fabiola y sus hijos, Fabiola, Fernanda y Ricardo recibieron el pésame agradeciendo las muestras de apoyo de innumerables personas que estuvieron con ellos en este trance; principalmente, dijo Fer, sus tíos Ili Beltrán del Río y Gustavo Caraveo Vallina, quienes permanecieron muy cerca de ellos en todo momento.

Hijo de Margarita Vallina y Guadalupe Caraveo, “Rico”, como cariñosamente lo llamaban sus seres queridos, deja un gran vacío y consternación para todos, especialmente para sus padres, sus hermanos, Tomás, Gustavo, Juan, Wallo, Margarita y Ana Sofía, su esposa y sus tres hijos.

Un hombre que estaba al pendiente de sus hermanas, se quedaba con sus padres una vez por semana y no permitía que su mamá hiciera labores del hogar, él le preparaba el desayuno y la atendía; como padre, estricto y a veces, dicen, “renegado” pero siempre se “quitó la camisa para dársela a sus hijos”.


UNA VIDA DEDICADA A LOS CABALLOS

Mañana, tarde y noche estaba al lado de los caballos; su gran pasión: la equitación. Montaba como nadie, dicen quienes estaban cerca de él; era el mejor veterinario para los equinos, las vacunas él mismo las aplicaba y sabía perfectamente con sólo mirar al animal, de qué estaba enfermo y el tratamiento que había que darle.

Desde niño mostró su inquietud por ser jinete, sus juguetes eran precisamente caballos de plástico y de madera y no había momento en que no hablara de la nobleza de estos animales de quienes decía “es más fácil tratar a un caballo que a un ser humano”.

Si habría que describirlo como jinete, la palabra sería extraordinario, el salto era su fuerte, pues lograba en estas competencias premios nacionales no solamente para él sino también para sus alumnas del Club Hípico del Bosque, a quienes inculcaba disciplina, constancia y especialmente amor hacia los caballos.

Su más grande admiradora y quien heredó su pasión por la equitación, su hija Fernanda. Los tres montan, Fer, Fabiola y Ricardo, pero es la primera de ellas quien siguió su ejemplo al pie de la letra y hoy en día también es una excelente amazona al igual que su padre; ganadora de reconocimientos locales, regionales y nacionales y como su progenitor, sus juguetes no fueron muñecas, sino caballos de plástico.

Desde que amanecía hasta el anochecer estaba en el Hípico o en el campo, sus lugares predilectos donde desayunaba y comía para llegar después a su casa donde al lado de su familia disfrutaba del descanso y de unas ricas “carnitas” que tanto le encantaban.

Sabía cuándo un caballo tenía cólicos y lo atendía inmediatamente, asistía a concursos fuera de la ciudad conduciendo el remolque él mismo al lado de su familia, pues decía, “si algo le pasa a uno de mis caballos no van a saber cómo atenderlos”.

Los amaba y protegía, propietarios de otros caballos se los confiaban ciegamente para las competencias pues comentaban, “si los lleva Caraveo están seguros”.

Incorruptible, dice su esposa, así era “Rico”, honesto ante todo, su rectitud era indiscutible al igual que la forma de criar a sus hijos quienes afirman, gracias a eso, formó personas de bien.


SALTAMONTES SU PRIMER CABALLO, YÉCORA, SU YEGUA CONSENTIDA

Su primer caballo fue “Saltamontes” y con él hizo un binomio perfecto ganando los dos reconocimientos que despertaron la admiración y el respeto entre los amantes de las competencias ecuestres.

Los quería a todos, afirman, pero Yécora fue una de sus yeguas consentidas, con ella también hizo gran equipo.

Al lado de su esposa y durante ocho años, impartieron equinoterapia en el Hípico del Bosque donde ofrecían terapia física y mental para niños y jóvenes con capacidades especiales, mejorando con ello su calidad de vida, con lo que lograron abarcar áreas disciplinarias como la medicina, psicología, pedagogía y deporte.

El elemento central en lo anterior, era el caballo. Fabiola y “Rico” entrenaban al animal para que este posteriormente ayudara a sus alumnos quienes fueron beneficiados gracias a la nobleza de los señores Caraveo.

“ME GUSTA IR A GANAR, NO A COMPRAR MOÑAS”

Palabras que repetía todo el tiempo a sus alumnas a quienes entrenaba exhaustivamente y en especial cuando se acercaba el momento de las competencias; las clases duran alrededor de cuarenta minutos diarios, pero al acercarse los concursos podían extenderse toda la tarde.

Nunca se cansaba ni de estar al lado de los caballos ni de enseñar a sus alumnas quienes lo recuerdan como el mejor de los maestros que les inculcó a dar todo en la pista y no sólo eso, recuerdan, “también fue como un padre, ya que si atravesabas malos momentos, te daba consejos, te escuchaba y estaba al pendiente, se preocupa no solamente porque fuéramos buenas jinetes, también porque estuviéramos bien emocionalmente”.

En las competencias, exigente y recto, compartía los logros con sus jinetes, su más grande orgullo, y quienes gracias a ese excelente maestro lograron medallas que hoy presumen con la satisfacción de haber sido entrenadas por, como ellas dicen, “el mejor”, Ricardo Caraveo Vallina, quien hoy ya descansa en paz.


-Fundó el Hípico del Bosque donde durante 25 años fue jinete e instructor

-Heredó su pasión por la equitación a su hija Fernanda

-Su primer caballo Saltamontes

-Su yegua consentida, Yécora

-Ganó el Gran Premio con salto de 1,30 m


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“Sería una bendición si me muero arriba de un caballo”, un sueño que no se le cumplió a José Ricardo Caraveo Vallina, quien lamentablemente falleció víctima de la violencia; luego de meses de angustia para su familia el cuerpo del empresario chihuahuense fue encontrado el viernes de la semana pasada en las inmediaciones de la carretera Cuauhtémoc-Álvaro Obregón.

Su sentido servicio funerario se realizó en Mausoleos Luz Eterna, familiares y amigos lo despidieron recordando principalmente su faceta como jinete, caballerango e instructor de equitación de generaciones enteras.


Su esposa Fabiola y sus hijos, Fabiola, Fernanda y Ricardo recibieron el pésame agradeciendo las muestras de apoyo de innumerables personas que estuvieron con ellos en este trance; principalmente, dijo Fer, sus tíos Ili Beltrán del Río y Gustavo Caraveo Vallina, quienes permanecieron muy cerca de ellos en todo momento.

Hijo de Margarita Vallina y Guadalupe Caraveo, “Rico”, como cariñosamente lo llamaban sus seres queridos, deja un gran vacío y consternación para todos, especialmente para sus padres, sus hermanos, Tomás, Gustavo, Juan, Wallo, Margarita y Ana Sofía, su esposa y sus tres hijos.

Un hombre que estaba al pendiente de sus hermanas, se quedaba con sus padres una vez por semana y no permitía que su mamá hiciera labores del hogar, él le preparaba el desayuno y la atendía; como padre, estricto y a veces, dicen, “renegado” pero siempre se “quitó la camisa para dársela a sus hijos”.


UNA VIDA DEDICADA A LOS CABALLOS

Mañana, tarde y noche estaba al lado de los caballos; su gran pasión: la equitación. Montaba como nadie, dicen quienes estaban cerca de él; era el mejor veterinario para los equinos, las vacunas él mismo las aplicaba y sabía perfectamente con sólo mirar al animal, de qué estaba enfermo y el tratamiento que había que darle.

Desde niño mostró su inquietud por ser jinete, sus juguetes eran precisamente caballos de plástico y de madera y no había momento en que no hablara de la nobleza de estos animales de quienes decía “es más fácil tratar a un caballo que a un ser humano”.

Si habría que describirlo como jinete, la palabra sería extraordinario, el salto era su fuerte, pues lograba en estas competencias premios nacionales no solamente para él sino también para sus alumnas del Club Hípico del Bosque, a quienes inculcaba disciplina, constancia y especialmente amor hacia los caballos.

Su más grande admiradora y quien heredó su pasión por la equitación, su hija Fernanda. Los tres montan, Fer, Fabiola y Ricardo, pero es la primera de ellas quien siguió su ejemplo al pie de la letra y hoy en día también es una excelente amazona al igual que su padre; ganadora de reconocimientos locales, regionales y nacionales y como su progenitor, sus juguetes no fueron muñecas, sino caballos de plástico.

Desde que amanecía hasta el anochecer estaba en el Hípico o en el campo, sus lugares predilectos donde desayunaba y comía para llegar después a su casa donde al lado de su familia disfrutaba del descanso y de unas ricas “carnitas” que tanto le encantaban.

Sabía cuándo un caballo tenía cólicos y lo atendía inmediatamente, asistía a concursos fuera de la ciudad conduciendo el remolque él mismo al lado de su familia, pues decía, “si algo le pasa a uno de mis caballos no van a saber cómo atenderlos”.

Los amaba y protegía, propietarios de otros caballos se los confiaban ciegamente para las competencias pues comentaban, “si los lleva Caraveo están seguros”.

Incorruptible, dice su esposa, así era “Rico”, honesto ante todo, su rectitud era indiscutible al igual que la forma de criar a sus hijos quienes afirman, gracias a eso, formó personas de bien.


SALTAMONTES SU PRIMER CABALLO, YÉCORA, SU YEGUA CONSENTIDA

Su primer caballo fue “Saltamontes” y con él hizo un binomio perfecto ganando los dos reconocimientos que despertaron la admiración y el respeto entre los amantes de las competencias ecuestres.

Los quería a todos, afirman, pero Yécora fue una de sus yeguas consentidas, con ella también hizo gran equipo.

Al lado de su esposa y durante ocho años, impartieron equinoterapia en el Hípico del Bosque donde ofrecían terapia física y mental para niños y jóvenes con capacidades especiales, mejorando con ello su calidad de vida, con lo que lograron abarcar áreas disciplinarias como la medicina, psicología, pedagogía y deporte.

El elemento central en lo anterior, era el caballo. Fabiola y “Rico” entrenaban al animal para que este posteriormente ayudara a sus alumnos quienes fueron beneficiados gracias a la nobleza de los señores Caraveo.

“ME GUSTA IR A GANAR, NO A COMPRAR MOÑAS”

Palabras que repetía todo el tiempo a sus alumnas a quienes entrenaba exhaustivamente y en especial cuando se acercaba el momento de las competencias; las clases duran alrededor de cuarenta minutos diarios, pero al acercarse los concursos podían extenderse toda la tarde.

Nunca se cansaba ni de estar al lado de los caballos ni de enseñar a sus alumnas quienes lo recuerdan como el mejor de los maestros que les inculcó a dar todo en la pista y no sólo eso, recuerdan, “también fue como un padre, ya que si atravesabas malos momentos, te daba consejos, te escuchaba y estaba al pendiente, se preocupa no solamente porque fuéramos buenas jinetes, también porque estuviéramos bien emocionalmente”.

En las competencias, exigente y recto, compartía los logros con sus jinetes, su más grande orgullo, y quienes gracias a ese excelente maestro lograron medallas que hoy presumen con la satisfacción de haber sido entrenadas por, como ellas dicen, “el mejor”, Ricardo Caraveo Vallina, quien hoy ya descansa en paz.


-Fundó el Hípico del Bosque donde durante 25 años fue jinete e instructor

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