/ lunes 4 de marzo de 2019

Siervos de máquinas

Estos servicios son necesarios pero no indispensables para sobrevivir

¿Qué sucedería si un día la energía eléctrica no fluye en nuestra casa?, ¿o que otro día cortaran el suministro de agua potable? Esta posibilidad es muy real y suele suceder, en muchas zonas de las ciudades, con gran frecuencia.

Tal vez, ese día, nos iríamos a trabajar sin bañarnos o recurriríamos a la casa de un familiar o amistad para que nos permitieran bañarnos. O si falló la luz, ese día no podríamos poner la cafetera eléctrica para preparar el café y compraríamos uno en un punto que nos quede en el traslado a nuestro destino.

Estos servicios son necesarios pero no indispensables para sobrevivir. El agua sirve para nuestra higiene y preparar los alimentos, la luz para alumbrarnos y que funcionen los aparatos eléctricos. Cumplen un papel muy importante, sobre todo en sociedades donde el progreso y la tecnología han establecido nuevas y cómodas formas de vivir.

Sin embargo, la falla de uno de estos servicios no nos genera ansiedad o angustia. Un día sin luz o sin agua, es un día complicado pero no fatal. Ni tampoco nos lleva a la depresión, simplemente se racionaliza el problema, se entiende y asimila y se busca una solución temporal, mientras se reanuda el servicio.

Pero, ¿qué pasaría si un día nos quedamos sin batería del celular, o se nos extravía o nos lo roban? ¿Hasta dónde se dispararían nuestros niveles de ansiedad o angustia por no traerlo con nosotros?

Dependencia de las herramientas

El mundo digital que vivimos está sostenido sobre tecnología que se aplica a través de herramientas. Tanto la tecnología como las herramientas son creaciones del hombre para simplificar o facilitar sus actividades. Se aplican funciones similares a la del cerebro o de otras capacidades del cuerpo humano, pues justamente esa es la idea de auxiliarnos en decisiones más rápidas.

El problema es que a la tecnología digital la hemos convertido en una herramienta indispensable para vivir y sobrevivir, lo que implica entonces, una dependencia. La tecnología es una herramienta, decía Aristóteles, que el hombre crea para su servicio, no para estar al servicio de la herramienta.

El filósofo Henry David Thoreau, quien fue famoso por su teoría de la desobediencia civil, dijo que “los hombres se han convertido en las herramientas de sus herramientas”. Algo asi, como una criatura se convierte en creador.

Marshall McLuhan en su teoría para comprender los medios masivos de comunicación había establecido que dichos medios son extensiones de los sentidos humanos y que son herramientas creadas por el propio hombre para informarse. Un medio es extensión de un sentido y herramienta al mismo tiempo, pero son inspiración y para uso y beneficio del hombre.

El conflicto actual es que las herramientas tecnologías, como los celulares, son los nuevos tiranos de nuestras vidas. Dependemos de ellos, servimos y ansiamos por ellos. No podemos vivir ni sobrevivir sin esas herramientas tecnológicas. Se nos ha invertido el papel, y de amos nos han convertido en esclavos.

Kraus[1] lo dijo directamente “la realidad es cruda: las herramientas tecnológicas seguirán moldeando al ser humano. En pocas décadas nuestra especie será distinta y, nuestra casa, la Tierra, enfermará cada vez más”.

Ahora veamos qué dice uno de los mejores cineastas de nuestros tiempos, Steven Spielberg, quien justamente se ha distinguido por utilizar al máximo en sus películas la tecnología, revolucionando la industria del cine.

Para él, “la tecnología puede ser nuestra mejor amiga, y la tecnología también puede ser el mayor aguafiestas de nuestra vida. Interrumpe nuestra propia historia, interrumpe nuestra capacidad de tener un pensamiento o un sueño, de imaginar algo maravilloso, porque estamos demasiado ocupados tendiendo un puente desde la cafetería a la oficina en el teléfono celular”.

O el historiador y pacifista noruego Christian Lous Lange, quien afirmó que “la tecnología es un siervo útil pero un maestro peligroso”.

El problema es que todo indica que la tecnología se ha salido del control humano, a pesar de que es creación humana. Esto urge de plantearnos de manera alarmante, de ¿entonces, quién está detrás de la tecnología, de las herramientas digitales?

Aparte de la robotización de muchas de las funciones en las herramientas o en las plataformas de redes sociales, se sigue avanzando en el proceso de crear algoritmos que son los que ya están supliendo nuestras decisiones, nuestros gustos y voluntades.

Los algoritmos como operaciones matemáticas, que por afinidad van creando perfiles, donde nos ubican como en casilleros, constituyen una forma muy concreta y real de manipulación a través de las redes.

En conclusión, el dato es alarmante: las herramientas antes creadas por nosotros, ahora son las que nos controlan a nosotros. Lo que antes era un principio bueno y loable de beneficio, ahora se ha transformado en una amenaza.

[1] Kraus, Arnold (2018) ¿Somos víctimas de nuestras herramientas?, 7 de octubre de 2018, p. A19, El Universal, México

¿Qué sucedería si un día la energía eléctrica no fluye en nuestra casa?, ¿o que otro día cortaran el suministro de agua potable? Esta posibilidad es muy real y suele suceder, en muchas zonas de las ciudades, con gran frecuencia.

Tal vez, ese día, nos iríamos a trabajar sin bañarnos o recurriríamos a la casa de un familiar o amistad para que nos permitieran bañarnos. O si falló la luz, ese día no podríamos poner la cafetera eléctrica para preparar el café y compraríamos uno en un punto que nos quede en el traslado a nuestro destino.

Estos servicios son necesarios pero no indispensables para sobrevivir. El agua sirve para nuestra higiene y preparar los alimentos, la luz para alumbrarnos y que funcionen los aparatos eléctricos. Cumplen un papel muy importante, sobre todo en sociedades donde el progreso y la tecnología han establecido nuevas y cómodas formas de vivir.

Sin embargo, la falla de uno de estos servicios no nos genera ansiedad o angustia. Un día sin luz o sin agua, es un día complicado pero no fatal. Ni tampoco nos lleva a la depresión, simplemente se racionaliza el problema, se entiende y asimila y se busca una solución temporal, mientras se reanuda el servicio.

Pero, ¿qué pasaría si un día nos quedamos sin batería del celular, o se nos extravía o nos lo roban? ¿Hasta dónde se dispararían nuestros niveles de ansiedad o angustia por no traerlo con nosotros?

Dependencia de las herramientas

El mundo digital que vivimos está sostenido sobre tecnología que se aplica a través de herramientas. Tanto la tecnología como las herramientas son creaciones del hombre para simplificar o facilitar sus actividades. Se aplican funciones similares a la del cerebro o de otras capacidades del cuerpo humano, pues justamente esa es la idea de auxiliarnos en decisiones más rápidas.

El problema es que a la tecnología digital la hemos convertido en una herramienta indispensable para vivir y sobrevivir, lo que implica entonces, una dependencia. La tecnología es una herramienta, decía Aristóteles, que el hombre crea para su servicio, no para estar al servicio de la herramienta.

El filósofo Henry David Thoreau, quien fue famoso por su teoría de la desobediencia civil, dijo que “los hombres se han convertido en las herramientas de sus herramientas”. Algo asi, como una criatura se convierte en creador.

Marshall McLuhan en su teoría para comprender los medios masivos de comunicación había establecido que dichos medios son extensiones de los sentidos humanos y que son herramientas creadas por el propio hombre para informarse. Un medio es extensión de un sentido y herramienta al mismo tiempo, pero son inspiración y para uso y beneficio del hombre.

El conflicto actual es que las herramientas tecnologías, como los celulares, son los nuevos tiranos de nuestras vidas. Dependemos de ellos, servimos y ansiamos por ellos. No podemos vivir ni sobrevivir sin esas herramientas tecnológicas. Se nos ha invertido el papel, y de amos nos han convertido en esclavos.

Kraus[1] lo dijo directamente “la realidad es cruda: las herramientas tecnológicas seguirán moldeando al ser humano. En pocas décadas nuestra especie será distinta y, nuestra casa, la Tierra, enfermará cada vez más”.

Ahora veamos qué dice uno de los mejores cineastas de nuestros tiempos, Steven Spielberg, quien justamente se ha distinguido por utilizar al máximo en sus películas la tecnología, revolucionando la industria del cine.

Para él, “la tecnología puede ser nuestra mejor amiga, y la tecnología también puede ser el mayor aguafiestas de nuestra vida. Interrumpe nuestra propia historia, interrumpe nuestra capacidad de tener un pensamiento o un sueño, de imaginar algo maravilloso, porque estamos demasiado ocupados tendiendo un puente desde la cafetería a la oficina en el teléfono celular”.

O el historiador y pacifista noruego Christian Lous Lange, quien afirmó que “la tecnología es un siervo útil pero un maestro peligroso”.

El problema es que todo indica que la tecnología se ha salido del control humano, a pesar de que es creación humana. Esto urge de plantearnos de manera alarmante, de ¿entonces, quién está detrás de la tecnología, de las herramientas digitales?

Aparte de la robotización de muchas de las funciones en las herramientas o en las plataformas de redes sociales, se sigue avanzando en el proceso de crear algoritmos que son los que ya están supliendo nuestras decisiones, nuestros gustos y voluntades.

Los algoritmos como operaciones matemáticas, que por afinidad van creando perfiles, donde nos ubican como en casilleros, constituyen una forma muy concreta y real de manipulación a través de las redes.

En conclusión, el dato es alarmante: las herramientas antes creadas por nosotros, ahora son las que nos controlan a nosotros. Lo que antes era un principio bueno y loable de beneficio, ahora se ha transformado en una amenaza.

[1] Kraus, Arnold (2018) ¿Somos víctimas de nuestras herramientas?, 7 de octubre de 2018, p. A19, El Universal, México

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