/ miércoles 4 de noviembre de 2020

Bicicletas se apoderan de la capital peruana

La venta de los vehículos de dos ruedas aumentó 300 por ciento y las importaciones más de 600 por ciento en Lima, según Ciclotraxión

LIMA. La capital peruana vive una revolución. Ante la cruel dictadura del automóvil, que hace de la capital peruana una de las ciudades del mundo con el tráfico más hostil, violento y contaminante, las humildes bicicletas han tomado al asalto las calles en un cambio inesperado que no parece que vaya a tener “marcha atrás”.

Acuciados por la pandemia de coronavirus, que convirtió en trampas mortales las hacinadas y lentas “combis” y los taxis “colectivos”, el ilegal pero ubicuo modo de traslado de los limeños a corta distancia, miles de ciudadanos han encontrado en los pedales una salvación.

Las cifras hablan solas: tras el fin del confinamiento y la apertura de tiendas y negocios, la venta de bicicletas se ha multiplicado más de 300 por ciento y sus importaciones llegaron a superar en agosto 685 por ciento respecto al año pasado.

SALTO DE DIEZ AÑOS

“En Lima no había infraestructura, pero la bicicleta crecía ya antes del covid por el pésimo tráfico. A pesar de no sentirse segura, la gente veía beneficios en tiempo y dinero. Ahora con la pandemia se añade que los riesgos a la salud son mucho menores. Y así es que en cuestión de meses se avanzó lo que no se hizo en 10 años”, resumió Mauricio Zegarra, portavoz de la organización civil Cicloaxión.

Con una década a sus espaldas, clamando por la expansión del ciclismo como un modo de transporte sostenible, eficaz y saludable, no sólo para los individuos, sino también para la ciudad en su conjunto, Zegarra considera positivo lo que sucede, además de irreversible.

“Ahora hay voluntad de impulsar la bicicleta. Se sabía que era beneficioso, pero por cuestiones políticas no se hacía. Pero pocos se oponen a los cambios y ahora encima hay demanda ciudadana. El rol de la bicicleta se va a mantener y será difícil volver a lo de antes: una vez que se permite la autonomía, el control del tiempo de transporte, la libertad... si quitas eso, será un sacrificio político, no lo veo viable”, indicó el activista.

En Lima, los ciclistas aprovechan pocas ciclovías sin tránsito de autos / Foto: EFE

UNA PRIORIDAD

La bicicleta, como ejemplo de movilidad sostenible, es una “prioridad” para la Autoridad de Transporte Urbano (ATU) de Lima y El Callao, el organismo regulador de la movilidad en la región más poblada del país sudamericano.

Así de categórica se expresó Claudia Ato, la subdirectora de Asuntos Ambientales y Sociales de ATU, quien apuntó que el objetivo del organismo es la creación de hasta 473 kilómetros de vías “seguras” para el tránsito de las bicicletas.

“No es nuestra competencia la construcción, depende de las autoridades locales, pero trabajamos en la promoción de este sistema de transporte, que reduce aglomeraciones y nos permite dar alternativas seguras a las personas”, indicó la funcionaria.

Para Ato, en este momento está claro que Lima “no tiene la infraestructura” para toda la demanda que hay para el uso de bicicletas, y existen problemas con algunos carriles que se han habilitado y que no cumplen criterios técnicos, desafíos clave para que este transporte siga creciendo y se consolide en la ciudad.

Ato se refirió así a la notable modificación del paisaje urbano limeño, donde han aparecido carriles exclusivos para bicicletas que por primera vez restan espacio al auto y ofrecen recorridos cada vez más integrados, pero falta conectividad y “seguridad vial” en los recorridos.

MUJERES, PROTAGONISTAS

Este abordaje popular de la bicicleta como medio de transporte se ha visto sostenido por un protagonista que ha encontrado en las dos ruedas una solución a muchos de sus problemas vinculados al transporte público: las mujeres.

Pese a que tienden a usar menos la bicicleta como transporte urbano en todo el mundo, y dependen más de buenas infraestructuras y señalizaciones para salir a pedalear, la incidencia de nuevas ciclistas en Lima es superior a las expectativas.

“Las mujeres son termómetros de la seguridad vial. Cuando ves que los ciclistas se dividen al 50 por ciento según sexo, significa que el espacio es seguro. En Lima 35 por ciento de mujeres, muy alto pese a que no existe esa seguridad.

“No tenemos un estudio, pero parece ser que a las mujeres les parece atractiva la bicicleta por culpa del factor del acoso sexual en el transporte público”, apuntó Mauricio Zegarra.

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Acuciados por la pandemia de coronavirus, que convirtió en trampas mortales las hacinadas y lentas “combis” y los taxis “colectivos”, el ilegal pero ubicuo modo de traslado de los limeños a corta distancia, miles de ciudadanos han encontrado en los pedales una salvación.

Las cifras hablan solas: tras el fin del confinamiento y la apertura de tiendas y negocios, la venta de bicicletas se ha multiplicado más de 300 por ciento y sus importaciones llegaron a superar en agosto 685 por ciento respecto al año pasado.

SALTO DE DIEZ AÑOS

“En Lima no había infraestructura, pero la bicicleta crecía ya antes del covid por el pésimo tráfico. A pesar de no sentirse segura, la gente veía beneficios en tiempo y dinero. Ahora con la pandemia se añade que los riesgos a la salud son mucho menores. Y así es que en cuestión de meses se avanzó lo que no se hizo en 10 años”, resumió Mauricio Zegarra, portavoz de la organización civil Cicloaxión.

Con una década a sus espaldas, clamando por la expansión del ciclismo como un modo de transporte sostenible, eficaz y saludable, no sólo para los individuos, sino también para la ciudad en su conjunto, Zegarra considera positivo lo que sucede, además de irreversible.

“Ahora hay voluntad de impulsar la bicicleta. Se sabía que era beneficioso, pero por cuestiones políticas no se hacía. Pero pocos se oponen a los cambios y ahora encima hay demanda ciudadana. El rol de la bicicleta se va a mantener y será difícil volver a lo de antes: una vez que se permite la autonomía, el control del tiempo de transporte, la libertad... si quitas eso, será un sacrificio político, no lo veo viable”, indicó el activista.

En Lima, los ciclistas aprovechan pocas ciclovías sin tránsito de autos / Foto: EFE

UNA PRIORIDAD

La bicicleta, como ejemplo de movilidad sostenible, es una “prioridad” para la Autoridad de Transporte Urbano (ATU) de Lima y El Callao, el organismo regulador de la movilidad en la región más poblada del país sudamericano.

Así de categórica se expresó Claudia Ato, la subdirectora de Asuntos Ambientales y Sociales de ATU, quien apuntó que el objetivo del organismo es la creación de hasta 473 kilómetros de vías “seguras” para el tránsito de las bicicletas.

“No es nuestra competencia la construcción, depende de las autoridades locales, pero trabajamos en la promoción de este sistema de transporte, que reduce aglomeraciones y nos permite dar alternativas seguras a las personas”, indicó la funcionaria.

Para Ato, en este momento está claro que Lima “no tiene la infraestructura” para toda la demanda que hay para el uso de bicicletas, y existen problemas con algunos carriles que se han habilitado y que no cumplen criterios técnicos, desafíos clave para que este transporte siga creciendo y se consolide en la ciudad.

Ato se refirió así a la notable modificación del paisaje urbano limeño, donde han aparecido carriles exclusivos para bicicletas que por primera vez restan espacio al auto y ofrecen recorridos cada vez más integrados, pero falta conectividad y “seguridad vial” en los recorridos.

MUJERES, PROTAGONISTAS

Este abordaje popular de la bicicleta como medio de transporte se ha visto sostenido por un protagonista que ha encontrado en las dos ruedas una solución a muchos de sus problemas vinculados al transporte público: las mujeres.

Pese a que tienden a usar menos la bicicleta como transporte urbano en todo el mundo, y dependen más de buenas infraestructuras y señalizaciones para salir a pedalear, la incidencia de nuevas ciclistas en Lima es superior a las expectativas.

“Las mujeres son termómetros de la seguridad vial. Cuando ves que los ciclistas se dividen al 50 por ciento según sexo, significa que el espacio es seguro. En Lima 35 por ciento de mujeres, muy alto pese a que no existe esa seguridad.

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