/ sábado 11 de mayo de 2019

Este es el lado oscuro de la Ruta de la Seda

La provincia de Xinjiang, con mayoría musulmana, se convirtió en la espina clavada en el gobierno de Pekin

KHORGOS. "Velos y barbas largas prohibidas". En una zona de libre comercio en la frontera entre China y Kazajistán, unos carteles delatan la campaña orquestada por Pekín contra el islamismo en Xinjiang, una región que está en el centro de su proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda.

Este territorio chino, fronterizo con Pakistán, Afganistán y tres exrepúblicas soviéticas de Asia Central de mayoría musulmana (Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán), es para Pekín la puerta natural de las rutas de la seda, un faraónico proyecto de infraestructuras que conectará su territorio a los mercados tradicionales de Asia, Europa y África, e incluso más allá.

"El proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda es un importante factor que permite explicar por qué el gobierno central necesita poner orden de una vez por todas en Xinjiang", observa el investigador alemán Adrian Zenz, especialista en la región.

Escenario de atentados atribuidos a separatistas de etnia uigur, la región, poblada en más del 50% por musulmanes, es objeto de una intensa intervención de Pekín, acusada de haber internado a por lo menos un millón de personas en campos de reeducación política, por motivos a veces baladíes, como llevar una barba sospechosa.

El régimen comunista desmiente esa cifra y afirma que se trata de centros de formación profesional destinados a reforzar las capacidades de la población para el empleo y a combatir el riesgo de radicalización.

POSICIÓN DELICADA

La represión lanzada en Xinjiang puso en una situación delicada a los gobiernos de los países vecinos, que la semana pasada asistieron a la cumbre sobre las Rutas de la Seda en Pekín, convocada por el presidente Xi Jinping.

Estos países, que tienen relaciones con Pekín vinculadas con promesas chinas de inversiones masivas, dudan a la hora de criticar la política que se lleva a cabo en Xinjiang, a riesgo de contrariar a su población.

"Hablando con franqueza, no estoy muy al corriente", declaraba en marzo el primer ministro pakistaní, Imran Khan, al ser preguntado por la situación en Xinjiang.

Comerciantes pakistaníes casados con uigures afirman que sus mujeres están detenidas en el lado chino de la frontera y denuncian el silencio de Islamabad.

En Kazajistán, un activista fue detenido tras haber denunciado la situación de las personas de etnia kazaja en Xinjiang (alrededor del 6% de la población). Además, Astaná le negó el asilo a una ciudadana china que había huido a ese país, tras describir sus condiciones de detención en Xinjiang.

"La situación no es fácil para esos países, porque están frente a ese socio económico (China), cuya potencia no hace más que crecer", apunta Raffaello Pantucci, del instituto británico Royal United Services.

"Tienen que gestionar esta relación esforzándose en representar a su pueblo tanto como puedan", subraya.

Beneficio indirecto

Precisamente, Xi Jinping lanzó su iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda (a la que China llama "Cinturón y ruta") en la capital de Kazajistán, en 2013, lo que da cuenta de la importancia que otorga Pekín a Asia Central.

Para Pantucci, los dirigentes chinos esperan que el desarrollo de Asia Central beneficie indirectamente a Xinjiang.

"Desde el punto de vista de China, la respuesta a largo plazo a los problemas de Xinjiang [...] pasa por la prosperidad económica", comenta.

La Zona Económica Especial de Khorgos, en la frontera entre China y Kazajistán, busca dinamizar el comercio entre ambos países. Los comerciantes acuden aquí para intercambiar bienes como ropa o utensilios de cocina, sin tener que pedir visado.

Pero las tensiones políticas y religiosas no quedan muy lejos. En una visita de la prensa, una periodista kazaja fue advertida de que no podría entrar con hiyab en la parte china de la zona económica. La periodista permaneció en el lado kazajo.

KHORGOS. "Velos y barbas largas prohibidas". En una zona de libre comercio en la frontera entre China y Kazajistán, unos carteles delatan la campaña orquestada por Pekín contra el islamismo en Xinjiang, una región que está en el centro de su proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda.

Este territorio chino, fronterizo con Pakistán, Afganistán y tres exrepúblicas soviéticas de Asia Central de mayoría musulmana (Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán), es para Pekín la puerta natural de las rutas de la seda, un faraónico proyecto de infraestructuras que conectará su territorio a los mercados tradicionales de Asia, Europa y África, e incluso más allá.

"El proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda es un importante factor que permite explicar por qué el gobierno central necesita poner orden de una vez por todas en Xinjiang", observa el investigador alemán Adrian Zenz, especialista en la región.

Escenario de atentados atribuidos a separatistas de etnia uigur, la región, poblada en más del 50% por musulmanes, es objeto de una intensa intervención de Pekín, acusada de haber internado a por lo menos un millón de personas en campos de reeducación política, por motivos a veces baladíes, como llevar una barba sospechosa.

El régimen comunista desmiente esa cifra y afirma que se trata de centros de formación profesional destinados a reforzar las capacidades de la población para el empleo y a combatir el riesgo de radicalización.

POSICIÓN DELICADA

La represión lanzada en Xinjiang puso en una situación delicada a los gobiernos de los países vecinos, que la semana pasada asistieron a la cumbre sobre las Rutas de la Seda en Pekín, convocada por el presidente Xi Jinping.

Estos países, que tienen relaciones con Pekín vinculadas con promesas chinas de inversiones masivas, dudan a la hora de criticar la política que se lleva a cabo en Xinjiang, a riesgo de contrariar a su población.

"Hablando con franqueza, no estoy muy al corriente", declaraba en marzo el primer ministro pakistaní, Imran Khan, al ser preguntado por la situación en Xinjiang.

Comerciantes pakistaníes casados con uigures afirman que sus mujeres están detenidas en el lado chino de la frontera y denuncian el silencio de Islamabad.

En Kazajistán, un activista fue detenido tras haber denunciado la situación de las personas de etnia kazaja en Xinjiang (alrededor del 6% de la población). Además, Astaná le negó el asilo a una ciudadana china que había huido a ese país, tras describir sus condiciones de detención en Xinjiang.

"La situación no es fácil para esos países, porque están frente a ese socio económico (China), cuya potencia no hace más que crecer", apunta Raffaello Pantucci, del instituto británico Royal United Services.

"Tienen que gestionar esta relación esforzándose en representar a su pueblo tanto como puedan", subraya.

Beneficio indirecto

Precisamente, Xi Jinping lanzó su iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda (a la que China llama "Cinturón y ruta") en la capital de Kazajistán, en 2013, lo que da cuenta de la importancia que otorga Pekín a Asia Central.

Para Pantucci, los dirigentes chinos esperan que el desarrollo de Asia Central beneficie indirectamente a Xinjiang.

"Desde el punto de vista de China, la respuesta a largo plazo a los problemas de Xinjiang [...] pasa por la prosperidad económica", comenta.

La Zona Económica Especial de Khorgos, en la frontera entre China y Kazajistán, busca dinamizar el comercio entre ambos países. Los comerciantes acuden aquí para intercambiar bienes como ropa o utensilios de cocina, sin tener que pedir visado.

Pero las tensiones políticas y religiosas no quedan muy lejos. En una visita de la prensa, una periodista kazaja fue advertida de que no podría entrar con hiyab en la parte china de la zona económica. La periodista permaneció en el lado kazajo.

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