El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer para reconocer su importante contribución al sostenimiento no sólo del bienestar de sus familias y comunidades, sino también de la sociedad y la economía en su conjunto. Aprovechemos la ocasión para reflexionar sobre lo que tenemos que asegurar como sociedad para que todas las mujeres puedan vivir y trabajar en libertad y con dignidad.
Además de participar en todos los oficios y profesiones de la esfera pública, las mujeres asumen gran parte de las responsabilidades privadas, es decir todas aquellas que conllevan el cuidado de las niñas, niños, adolescentes, personas mayores, personas con discapacidad y del hogar, de una manera desproporcionada en comparación con los hombres.
Chihuahua es el tercer estado en inclusión laboral formal de mujeres, con casi el 57% de las mujeres ocupadas trabajando formalmente, el 93% de éstas en las industrias de la transformación, comercio y servicios. Desafortunadamente, dentro de la infinidad de relaciones interpersonales que resultan, en muchas ocasiones la posición de subordinación de unas respecto a otras se convierte en un espacio de oportunidad para el menoscabo de su dignidad. A esto, sumemos la existencia de una clara tendencia: mientras más aumentan los ingresos, existe una menor participación femenina. Por otro lado, el 17.6% de las mujeres ha sufrido de violencia emocional, física y/o sexual en el trabajo a lo largo de su vida.
Para fomentar la igualdad, es fundamental reconocer a la mujer en su dignidad de ser humano en todas sus dimensiones, incluyendo la laboral, y que esto abarque a las esferas pública y privada, con una participación igualitaria en las labores domésticas y de cuidado, la garantía de sus derechos humanos, incluyendo los laborales, y ambientes libres de acoso y hostigamiento, considerando siempre las consecuencias vigentes de su histórica situación de desventaja social, económica y política.
La democracia requiere de la observancia irrestricta de los derechos humanos. Todas las personas tenemos el derecho a ser respetadas en nuestra integridad por todas las demás con quienes nos relacionemos y en cualquier ambiente en donde se lleven a cabo dichas relaciones.
La necesidad de las mujeres de cubrir sus necesidades y las de sus familias no debe llevarlas a someterse a condiciones que atenten contra su dignidad, sino por lo contrario, el trabajo debe continuar convirtiéndose en un instrumento para alcanzar la realización personal y explotar todas nuestras capacidades. Con esto en mente, invito a las y los lectores a adoptar o continuar con prácticas tendientes a garantizar la igualdad en todos los aspectos y a garantizar derecho a las mismas oportunidades laborales, al ascenso y a la estabilidad en el trabajo, a la capacitación, igualdad salarial, seguridad social, protección de la salud; y, por otro lado, vigilar que ya no se reproduzca la discriminación por razones de género, matrimonio o maternidad.