Durante este mes y medio de aislamiento social por la contingencia sanitaria que enfrenta México ante la amenaza del ahora temido COVID 19, y ante la variada respuesta de las instituciones de gobierno en sus 3 niveles, el sector privado y la sociedad civil organizada (algunas más preparadas que otras para actuar ante esta crisis sin precedentes para nuestra generación), ha habido un grupo etario que me ha sorprendido profundamente para bien: las juventudes. Esas personas de 12 a 29 años, que son quienes con más asombro observan los hechos del presente, pero que conforman el grupo que con todo y las adversas condiciones actuales, mejor han reaccionado ante esta pandemia mundial.
Y es que la población comúnmente tachada como indolente, poco participativa y egoísta, ha sabido sacar provecho de las ventajas de la época en la que nacieron para dar respuesta oportuna y eficaz a los retos que se nos han presentado este 2020. Desde adaptarse a la modalidad de clases virtuales, hasta enseñar a sus padres, jefes y maestros el uso de las nuevas plataformas digitales que permiten trabajar, educarnos y divertirnos a distancia. Los y las jóvenes hemos sido quienes más hemos participado en la construcción de la nueva realidad.
La demanda de conferencias virtuales en temas por demás diversos ha sido impresionante y los espacios se agotan rápidamente, la responsabilidad social de respetar las indicaciones de las autoridades al suspender fiestas, graduaciones, conciertos y reuniones de toda índole para quedarnos en casa ha sido demostrada por la gran mayoría de este grupo poblacional. A esto hay que añadirle que han sido los principales impulsores de la creatividad reflejada en las actividades y tareas innovadoras que nos entretienen durante la cuarentena. También nuestras redes sociales (esos espacios muchas veces poco comprendidos en su naturaleza y en su utilidad por la adultocracia) se han llenado de solidaridad, el rostro social del amor, para apoyar en la medida de lo posible a las personas que están en la primera línea atendiendo a los enfermos, previniendo contagios y procurando la seguridad de todos.
Como nunca, la participación juvenil está al frente y al centro, pero la prueba de fuego será su consolidación en la etapa post pandemia con más acciones que sean motor del futuro inmediato.
Espero en el corto o mediano plazo, esto lleve a que los y las jóvenes sean reconocidos en la nueva realidad como solidarios, participativos y generosos, porque lo veo en los hechos. No me cabe duda de que regresaremos en poco tiempo a espacios transformados, no sólo por la pandemia que enfrentamos, sino por la transformación personal en este tiempo de introspección y aprendizaje que vivimos colectivamente y que está sacando a flote lo mejor de nuestras juventudes.
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