El Presidente López Obrador ha lanzado su nueva ofensiva contra las instituciones que aseguran y garantizan la democracia de nuestro país; con esa jugada además se entromete en el proceso electoral que ya inició con la intención de asegurarse el poder, por medio de su fiel seguidora, y concretar su Maximato. El paquete de reformas constitucionales que mandó es otra más de sus simulaciones con miras a obtener un lucro político.
Este paquete lo presentó el pasado 5 de febrero desde Palacio Nacional. En un claro viaje al pasado el autoritario Presidente en su palacio, acompañado de sus incondicionales, hablaba de las bondades de sus reformas y de la necesidad de devolver la grandeza y la dignidad tanto al pueblo como a la nación. Esas dos palabras, pueblo y nación, deben entenderse en la acepción que él les ha querido dar: pueblo son solo aquellos que lo siguen y nación sólo la que él comprende. Todo lo demás está fuera de su visión.
Lo cierto es que, de ser sincera su intención, las propuestas jamás las hubiese presentado a meses de terminar su nefasto sexenio. Lo hubiese hecho al inicio y se hubiese dedicado en cuerpo y alma a lograr su aprobación; pero además, tampoco lo hubiese hecho en un momento como este en el que sabe que no cuenta con las dos terceras partes de ninguna de las Cámaras, es decir, la de Diputados y Senadores, para lograr su aprobación; requisito indispensable pues se trata de reformas constitucionales.
¿Que en el papel algunas de ellas aparentan ser provechosas?, es verdad, nadie puede oponerse a que se prohíba el consumo de fentanilo o a la garantía de atención médica gratuita, por ejemplo; pero también es cierto que la mayoría de ellas se quedan en sólo aparentes buenas intenciones, porque el Presidente no necesita reformas constitucionales para cumplir con lo que por mandato está obligado a cumplir, pues la salud ya es un derecho de rango constitucional o el combate a la delincuencia es una de las principales funciones del Estado y en ambas encomiendas el Presidente y su partido Morena han fallado miserablemente.
Además, dentro de estas 20 reformas están algunas que de manera descarada anuncian su intención de destruir el avance democrático de este país y concentrar el poder en un solo Poder. Ahí está en su propuesta la elección directa de ministros, magistrados y jueces del Poder Judicial que hasta el ex ministro Zaldívar señala que es incorrecto, o la eliminación de los organismos autónomos como el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), la Auditoría Superior de la Federación, entre otros.
Hay más de veneno que de bondad en ese cúmulo de propuestas que no albergan un interés genuino de proteger y velar por los más pobres como él dice, es más, ni siquiera hay un interés genuino de que estas reformas se aprueben. Este paquete lo que en realidad es, es un motivo para permitir una intromisión presidencial inusitada en un proceso electoral. Desde hace muchísimo tiempo que no se veía en un México una figura presidencial tan antidemocrática y tan irrespetuosa de la Ley, eso ya es un gran peligro; que se vuelque en el proceso electoral así como lo está haciendo, desde su mañanera, con este paquete reformas, con toda la estructura federal y la de los estados que domina para favorecer a Morena es otra más de las facetas de este Presidente hipócrita y antidemocrático, que no tiene límites.