Conmovedora hasta las lágrimas, ocurrente hasta las carcajadas, fue la conferencia “Sobreviví a los Andes” que el uruguayo Roberto Canessa ofreció la noche de este jueves en el Centro de Convenciones y Exposiciones de Chihuahua.
Si la asistencia (que fue buena, aunque no llenó el aforo) iba no sólo a escuchar el testimonio del ponente, sino en la búsqueda de una montaña rusa de emociones, salió en ese sentido del inmueble más que satisfecha y la inversión de su boleto valió cada centavo.
Desde el principio de su charla, el orador cautivó al público que escuchaba con avidez (y algunos integrantes del mismo literalmente con la boca abierta) los detalles de aquel fatídico 13 de octubre de 1972, cuando su avión se estrelló en el Valle de las Lágrimas, en la frontera entre Chile y Argentina, a varios kilómetros de altura sobre el nivel del mar y quedando entre condiciones inhóspitas.
Sentado en su sillón, y sin hacer más movimientos de los necesarios para aderezar sus palabras, Canessa daba a la impresión de un abuelo que ha envejecido bien y que reúne a sus nietos para contarles su historia.
En este caso, una muy extrema, donde él y otros quince compañeros tuvieron que hacerle frente a temperaturas bajo cero en el mejor de los casos, avalanchas y tormentas de nieve, así como de alimentarse con los cadáveres de sus compañeros fallecidos para poder sobrevivir.
Empero, el sudamericano fue mucho más allá al dejar atrás esos pasajes oscuros, pero absolutamente necesarios de su relato, para seguir enfocado en la motivación que resumió en el lema que precisamente nació allá en lo alto de las nieves eternas andinas: mientras hay vida y esperanza, hay un mañana.
Continuó compartiendo su experiencia con momentos que siguieron arrancando lágrimas y risas de parte de los asistentes, recalcando de vez en vez que su real objetivo era dar herramientas de vida adquiridas a raíz de aquella experiencia que le cambió su propia existencia para siempre.
Entre esas herramientas, la determinación de “tomar al toro por los cuernos” y, una vez decidido a salir de aquella prisión con murallas de hielo y roca, no dar marcha atrás e incluso, morir caminando, de ser necesario pero hacerlo en el intento.
Aquella determinación fue la que lo llevó a él y a su compañero Nando Parrado, en una expedición de diez días que los llevó a los valles chilenos, a encontrarse con el arriero Sergio Catalán y al posterior rescate de las 14 personas que se habían quedado en la montaña dependiendo de su éxito.
Imposible fue para el uruguayo dejar de soslayo importantes lecciones, como la que le dejó la avalancha que casi lo mata, porque confesó que él pensaba que, en una situación por como la que estaban atravesando, las cosas no podían empeorar.
Empero, no fue la lección más dura que aprendió en la montaña, ya que como él mismo dijo, sobrevivió, pero se encontró en una situación adversa donde la adaptación rápida era crucial y debió, junto a muchos de sus compañeros, ingerir carne humana, lo que cimbró a muchos espectadores, pese a que ya lo sabían, principalmente por las películas que refieren su historia.
Sin embargo, Canessa fue más allá de lo que cuentan la pantalla grande o el streaming, al contar, primero el antes, y luego el después de su historia, donde, para no variar, continuó haciendo llorar a unos y sonreír a otros.
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En ese sentido, otra de las lecciones que recordó al público fue que el amor todo lo puedo. Ese amor reflejado en su esposa Laura, su novia al momento del accidente, quien siempre lo esperó con la certeza de que estaría vivo (aunque recuerda que, momentos después de su rescate, se lo encontró todo maltrecho y en un estado nada favorable) y con quien actualmente lleva 45 años de feliz matrimonio.
Asimismo, habló de su resolución de seguir estudiando medicina, y especializarse en males del corazón y en niños, lo que a la postre sería una de las misiones de vida que más satisfecho lo han dejado al crear su fundación denominada “Corazoncitos”, que brinda atención a niños con enfermedades cardíacas congénitas.
Siguió conmoviendo al decir que para él es muy especial tener la oportunidad de salvar estas vidas, y para finalizar su hora y media de charla, Roberto respondió a varias preguntas de los asistentes, firmó autógrafos y se tomó fotografías con algunos de ellos.
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