El desierto de Chihuahua es áspero y peligroso, si no se cuenta con agua y refugio se trata de una verdadera trampa mortal. Pero esto no le importó a las autoridades municipales de la capital del estado, cuando en el caluroso verano de 1983, abandonaron a nueve personas a su suerte en una llanura despoblada.
Y es que se trataba de “loquitos”, es decir hombres y mujeres que enfrentaban diferentes enfermedades mentales, y resultaban incómodas para el municipio, al considerarse que su presencia afeaba las calles de la ciudad.
Así que se organizaron “razzias”, redadas policiacas sorpresivas, en las que se capturó a estas personas que se encontraban en situación de calle. Se sabe que estuvieron en la cárcel municipal. Para después, el 21 de julio, ser subidos a una camioneta de la policía que los abandonó a decenas de kilómetros de la ciudad.
Fueron dejados a su suerte en un camino de tierra que une al pueblo de San Diego de Alcalá con la carretera 45. Desde donde vagaron sin rumbo, sufriendo toda clase percances, sed, hambre e insolación.
Siete de ellos fueron rescatados el 23 de junio por conductores en las orillas de la carretera 45 que conecta a la capital de Chihuahua con el sur del estado.
Pero, tristemente, el día 24, cerca de Tomás García fueron encontrados los cuerpos sin vida de dos de las personas abandonadas. Se trataba de Graciela Torres, de 27 años, quien se encontraba desnuda y presentaba mordeduras de animales. De ella se dijo que murió de deshidratación. Mientras que el otro fallecido era un joven menor de edad de 17 años, quien murió atropellado.
Un infierno ciertamente grande
Al saberse los hechos, hubo reacciones de indignación a nivel local, nacional e internacional. Y se cuestionó el papel de toda la cadena de mando desde el presidente municipal, hasta los policías que ejecutaron el inhumano plan.
Tras un juicio, se consideró que el oficial de barandilla, Héctor Delgado, y el alcaide de la cárcel municipal Jaime Acosta Osollo, fueron quienes dieron la orden para que se ejecutara ese alevoso acto de inhumanidad.
Sin embargo, ambos continuaron alegando que ellos sólo estaban siguiendo órdenes. Y se presentaron protestas y denuncias que acusaban de opacidad y corrupción en el juicio contra Delgado y Acosta.
Mientras, Ramiro Cota, el presidente municipal, argumentó que él nunca mandó a hacer la “limpia” de las calles de las personas marginadas. Y también dijo que el director de Seguridad Pública Municipal, Adolfo Baca Beltrán, era inocente y nunca se enteró de lo que habían hecho sus compañeros.
¿De dónde provino esa brutal orden? No parece creíble que los policías hayan decidido hacer eso por iniciativa propia. Y los resultados del juicio siguen siendo criticados hasta la fecha.
Finalmente, el caso es uno de los episodios más oscuros en la historia de la ciudad de Chihuahua, y ha dejado huellas en nuestra cultura. A partir de este episodio se escribió la desgarradora novela “Infierno grande”, del escritor Alfredo Espinosa, quien era estudiante de psiquiatría cuando se desarrollaron los hechos.
La novela es importante en sí misma como obra literaria. Sin embargo, tiene el valor agregado de denunciar un hecho de violencia extrema orquestada por las mismas autoridades municipales.