/ martes 10 de enero de 2023

Cultura del narco y empleos precarios detonan crimen en adolescentes: especialista

El académico Arturo Alvarado señaló que la conducta de los adolescentes infractores se debe a las pocas oportunidades existentes y el estereotipo mediático del perfil criminal

Gran parte de los adolescentes infractores ven actos delictivos como algo excitante, aunque muchos de ellos estudian o trabajan (e incluso ambas), al momento de cometer algún delito, así lo informó Arturo Alvarado Mendoza, doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología y director del Colegio de México.

El académico realizó un estudio en el que concluyó que los estudiantes desprecian las características precarias y los salarios bajos de los empleos a los que tienen acceso.

Además, dijo que la mayoría presenta rasgos de una masculinidad violenta y destacó que las aspiraciones de los jóvenes se dividen en dos grupos, uno que desearía una vida como trabajador reconocido (incluso en el Ejército), en donde tenga reconocimiento social y familiar, y otro que tiene la ilusión de ser como algunos criminales de organizaciones mexicanas.

Foto: Archivo | El Heraldo de Chihuahua

Su estudio propone que la conducta de los adolescentes infractores obedece a un doble factor: las pocas oportunidades que viven los jóvenes, así como por el estereotipo público y mediático de un perfil criminal, mismo que han publicitado las mismas autoridades policiales y judiciales.

“Entre todos ellos, la edad constituye un componente central en la caracterización de este tipo de comportamiento adolescente, esto es el de personas entre los 12 y los 18 años”. Refiere que en el ámbito académico se suele detectar que las conductas criminales en adolescentes son pasajeras; sin embargo, en México muchas veces los jóvenes primodelincuentes terminan delinquiendo reiteradamente. También dijo que la incidencia criminal en menores de edad suele relacionarse con los barrios bajos o populares, pero no se ha estudiado en grupos sociales con mejores condiciones de vida.

En conclusión, dijo que el sistema de justicia penal mexicano no ha logrado estudiar ampliamente el tema de las adolescencias infractoras, puesto que se ha enfocado en un grupo selecto de jóvenes que “no sólo cubre la categoría de delincuente amateur, sino que presenta rasgos de trayectorias de una carrera delictiva incompletos para entender de manera íntegra el problema” y que no han estudiado con mayor amplitud los contextos familiares y sociales de los jóvenes para poder entender mejor el universo de posibilidades que los lleva a delinquir y en cambio, los etiquetan, encuadran y definen como “problemáticos”.

Citando datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el investigador refiere que la gran mayoría de los adolescentes residentes en penales juveniles sabía leer y escribir (95.3%); sin embargo, 75.9% sólo contaba con educación básica, mientras que 22.1% cursaba educación media y 1.1% superior. “De hecho, la gran mayoría se encontraba estudiando al momento de la detención, aun cuando tuviera un claro rezago educativo”.

De ellos, 71.2% era soltero/a, 21.6% vivía en pareja y el 7.3% estuvo casado/a alguna vez. Un mil 505 afirmaron tener al menos un hijo, es decir 21.8%. Para las mujeres, esto significaba embarazos adolescentes – 46.7% de ellas estuvo embarazada alguna vez en su vida y 18.6% ha tenido al menos un aborto-, según los datos del INEGI (2018).

Además, informó que gran parte de los jóvenes entrevistados trabajaba desde la infancia; el 5.6% de ellos tuvo su primer trabajo antes de cumplir los 10 años; 68% obtuvo su primer empleo entre los 10 y 15 años y 24.8% entre 16 y 18 años. El 94.3% de los adolescentes declaró haber trabajado alguna vez y sólo 5.7% de ellos no lo había hecho antes de entrar al sistema. De los jóvenes, 57% declaró que requería trabajar para contribuir al ingreso de sus hogares y 53.7% tenía la necesidad de trabajar los siete días de la semana.

“La escolarización no implica necesariamente atención o calidad escolar. Tampoco nos habla de los niveles de logro o si es atractiva para ellos. Lo mismo podría decirse del mercado de trabajo, dado que las ocupaciones son precarias, inestables, mal pagadas, sin protección ni beneficios”, refiere el estudio.

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El estudio indica que de los adolescentes recluidos, el 32.8% estaba bajo la tutela del padre y la madre, mientras que el 39.8% de ellos estaba bajo la tutela de la madre. Ahora bien, 39.9% de los adolescentes ya había abandonado su hogar al menos una ocasión; 3% salió antes de los 10 años y 65% de ellos lo hizo cuando tenía entre 10 y 15 años; 30.8% lo hizo a los 16 años o después. Al salir, una tercera parte se fue a vivir a casa de un amigo; 30% con otro familiar; 17% con el novio/a, 11% se fue a vivir solo, mientras que 6.1% vivió en situación de calle.

“Los encuestados tuvieron muchas dificultades desde la niñez y enfrentaban algún tipo de conflicto con los padres o la familia. Además, concentraban desventajas educativas y económicas y situaciones de maltrato familiar, social y gubernamental desde la infancia. No son jóvenes de clase media, sino de una parte de una clase proletaria que vive en condiciones de marginación y privación relativa alta. Al mismo tiempo, son afectados por la estructura de oportunidades muy limitada por su origen familiar, por su residencia, escolaridad, y otras condiciones de uniones tempranas y embarazos adolescentes”, indica el especialista en su estudio denominado “El adolescente procesado en el sistema de justicia de México: ¿un delincuente amateur?”, publicado en la revista Sociologías, el 30 de diciembre de 2022.

Gran parte de los adolescentes infractores ven actos delictivos como algo excitante, aunque muchos de ellos estudian o trabajan (e incluso ambas), al momento de cometer algún delito, así lo informó Arturo Alvarado Mendoza, doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología y director del Colegio de México.

El académico realizó un estudio en el que concluyó que los estudiantes desprecian las características precarias y los salarios bajos de los empleos a los que tienen acceso.

Además, dijo que la mayoría presenta rasgos de una masculinidad violenta y destacó que las aspiraciones de los jóvenes se dividen en dos grupos, uno que desearía una vida como trabajador reconocido (incluso en el Ejército), en donde tenga reconocimiento social y familiar, y otro que tiene la ilusión de ser como algunos criminales de organizaciones mexicanas.

Foto: Archivo | El Heraldo de Chihuahua

Su estudio propone que la conducta de los adolescentes infractores obedece a un doble factor: las pocas oportunidades que viven los jóvenes, así como por el estereotipo público y mediático de un perfil criminal, mismo que han publicitado las mismas autoridades policiales y judiciales.

“Entre todos ellos, la edad constituye un componente central en la caracterización de este tipo de comportamiento adolescente, esto es el de personas entre los 12 y los 18 años”. Refiere que en el ámbito académico se suele detectar que las conductas criminales en adolescentes son pasajeras; sin embargo, en México muchas veces los jóvenes primodelincuentes terminan delinquiendo reiteradamente. También dijo que la incidencia criminal en menores de edad suele relacionarse con los barrios bajos o populares, pero no se ha estudiado en grupos sociales con mejores condiciones de vida.

En conclusión, dijo que el sistema de justicia penal mexicano no ha logrado estudiar ampliamente el tema de las adolescencias infractoras, puesto que se ha enfocado en un grupo selecto de jóvenes que “no sólo cubre la categoría de delincuente amateur, sino que presenta rasgos de trayectorias de una carrera delictiva incompletos para entender de manera íntegra el problema” y que no han estudiado con mayor amplitud los contextos familiares y sociales de los jóvenes para poder entender mejor el universo de posibilidades que los lleva a delinquir y en cambio, los etiquetan, encuadran y definen como “problemáticos”.

Citando datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el investigador refiere que la gran mayoría de los adolescentes residentes en penales juveniles sabía leer y escribir (95.3%); sin embargo, 75.9% sólo contaba con educación básica, mientras que 22.1% cursaba educación media y 1.1% superior. “De hecho, la gran mayoría se encontraba estudiando al momento de la detención, aun cuando tuviera un claro rezago educativo”.

De ellos, 71.2% era soltero/a, 21.6% vivía en pareja y el 7.3% estuvo casado/a alguna vez. Un mil 505 afirmaron tener al menos un hijo, es decir 21.8%. Para las mujeres, esto significaba embarazos adolescentes – 46.7% de ellas estuvo embarazada alguna vez en su vida y 18.6% ha tenido al menos un aborto-, según los datos del INEGI (2018).

Además, informó que gran parte de los jóvenes entrevistados trabajaba desde la infancia; el 5.6% de ellos tuvo su primer trabajo antes de cumplir los 10 años; 68% obtuvo su primer empleo entre los 10 y 15 años y 24.8% entre 16 y 18 años. El 94.3% de los adolescentes declaró haber trabajado alguna vez y sólo 5.7% de ellos no lo había hecho antes de entrar al sistema. De los jóvenes, 57% declaró que requería trabajar para contribuir al ingreso de sus hogares y 53.7% tenía la necesidad de trabajar los siete días de la semana.

“La escolarización no implica necesariamente atención o calidad escolar. Tampoco nos habla de los niveles de logro o si es atractiva para ellos. Lo mismo podría decirse del mercado de trabajo, dado que las ocupaciones son precarias, inestables, mal pagadas, sin protección ni beneficios”, refiere el estudio.

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El estudio indica que de los adolescentes recluidos, el 32.8% estaba bajo la tutela del padre y la madre, mientras que el 39.8% de ellos estaba bajo la tutela de la madre. Ahora bien, 39.9% de los adolescentes ya había abandonado su hogar al menos una ocasión; 3% salió antes de los 10 años y 65% de ellos lo hizo cuando tenía entre 10 y 15 años; 30.8% lo hizo a los 16 años o después. Al salir, una tercera parte se fue a vivir a casa de un amigo; 30% con otro familiar; 17% con el novio/a, 11% se fue a vivir solo, mientras que 6.1% vivió en situación de calle.

“Los encuestados tuvieron muchas dificultades desde la niñez y enfrentaban algún tipo de conflicto con los padres o la familia. Además, concentraban desventajas educativas y económicas y situaciones de maltrato familiar, social y gubernamental desde la infancia. No son jóvenes de clase media, sino de una parte de una clase proletaria que vive en condiciones de marginación y privación relativa alta. Al mismo tiempo, son afectados por la estructura de oportunidades muy limitada por su origen familiar, por su residencia, escolaridad, y otras condiciones de uniones tempranas y embarazos adolescentes”, indica el especialista en su estudio denominado “El adolescente procesado en el sistema de justicia de México: ¿un delincuente amateur?”, publicado en la revista Sociologías, el 30 de diciembre de 2022.

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