Delicias.- La promesa de vivir experiencias celestiales al consumir cristal pronto se convirtió para Luis Celis en su descenso a los avernos. Seis años de tormento para él y sus familiares pasaron antes que, empujado por sus seres queridos, volviera en sí para tomar el camino hacia la rehabilitación.
Auxiliar en la clínica de rehabilitación del grupo Amar, Luis se define a sí mismo como “un milagro de Dios” al dejar de probar la droga y porque ahora se dedica a brindar apoyo a otras personas que estuvieron en su misma situación.
“Al principio fue algo muy bonito, fue algo muy bonito… fue como entrar a algo desconocido, pero muy bonito. Ya después de algún tiempo de empezar a consumirla, pues ya cambia su vida totalmente, o sea, da un giro de 180 grados de estar bien a estar peor”, sintetiza.
Convivir con amigos adictos lo llevó por la senda de la autodestrucción. Él veía cómo sus compañeros derretían una sustancia y cómo ésta se solidificaba, por lo que sintió curiosidad de experimentar con ella.
“Entonces cuando yo le fumé fue algo bien bonito, me sentí haga de cuenta como si me dieran la semilla del ermitaño de Gokú”, relató.
Lo placentero fue un espejismo. Luis se transformó en un ser perezoso e improductivo, que exhibía un mal comportamiento y se metía en líos constantes por sostener su adicción; también dejó de comer y empezó a acariciar pensamientos e ideaciones suicidas.
El cristal, explicó, es un conjunto de sustancias psicoactivas como el veneno y el ácido para baterías. Se ingiere esta droga de distintas maneras: inhalada, fumada e incluso inyectada en las venas. Este último método, aseguró, provoca un efecto más fuerte en el sistema nervioso del organismo.
Sus efectos, detalló, son la pérdida de sueño y del apetito, y los delirios de persecución. Resulta adictivo sobre manera por las mismas sustancias de que está compuesta, señaló el entrevistado.
Celis aseguró que de cada 10 pacientes atendidos en el centro de rehabilitación, nueve consumen el cristal. Esto se debe, subrayó, a que sus efectos placenteros duran más tiempo. “Haga de cuenta que usted toca el cielo”, aseguró.
También, expuso que la mayoría de los adictos provienen de hogares sostenidos por una madre soltera.
Seis años de dificultades con familiares y seres queridos pasaron, hasta que, casi a la fuerza, lo internaron en el centro de rehabilitación, donde al fin tomó la determinación de vivir limpio de las drogas. Para entonces sólo pesaba 43 kilos y lucía casi como un esqueleto.
“Se tiene que tener fuerza de voluntad, es algo muy duro… es algo muy fuerte (la droga), que al momento que te llega no te va a detener nadie, es que tiene unos efectos muy controladores”, recalcó Luis, quien llamó a las autoridades a alertar a los niños y jóvenes en las escuelas, para que no caigan en un averno del cual podrían no salir nunca.
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