/ martes 23 de enero de 2018

Ruta Troncal… la ruta de la bancarrota

El color de los autobuses hace perfecto juego con los números de los comerciantes

Amén de las quejas y deficiencias que presenta casi todos los días, una característica poco conocida de la conocida como “Ruta Troncal” es que el color rojo de sus autobuses hace perfecto juego con los números de los comerciantes de la Avenida Ocampo.

En efecto, al hecho de que este sistema de transporte se ha distinguido por la preeminencia de  comentarios negativos sobre los positivos acerca de él, y que van desde la pésima distribución de unidades que provocan sobrecupos en unas y vacíos en otras, hasta choferes con mala actitud, que aprovechan el internet de los camiones para “chatear” mientras conduce y se brincan semáforos en alto como si aún los esperara el “checador” en algún punto, hay que sumarle lo que se podría definir como “la ruta de la bancarrota”.

Basta un somero recorrido por la citada rúa, que comparte carriles con la troncal desde la calle Doblado hasta su fusión con la Fuentes Mares… y en ese mismo tramo podrá observarse que la mayoría de los negocios, otrora distintivos, han prácticamente desaparecidos.

Como pequeños botones de muestra se pueden mencionar “La Michoacana”, expendio de aguas frescas y botanas que se ubicaba entre la Juárez y la Victoria, o más adelante, la botica Ocampo, en la esquina de esta con la Mina. Casualmente, ambos negocios debían sus magníficas ventas a que sus aceras correspondían a las paradas de camión del anterior sistema de transporte. Pero luego llegó la nueva ruta, la troncal, y en aquellos sitios no se pararon ni las moscas, por lo que sus propietarios no tuvieron más remedio que cerrar.

A lo largo de toda la avenida, esta situación se replicó en similar o menor escala: algunos comerciantes apenas sobreviven. Mas donde se potencia el problema es cruzando la 20 de noviembre y siguiendo hacia el sur, área en la cual se han disparado las pérdidas para los locatarios, así como también la inseguridad y desagradables aspectos concernientes a obras públicas.

Don José Montes, propietario de un conocido taller eléctrico de la zona, conoce del tema. Su calvario comenzó, como el de muchos de sus compañeros, con la construcción de las obras del entonces conocido como Sistema Vivebús, a mediados de 2012.   Viene, viene… la crisis   Desde ese tiempo, propietarios de los negocios establecidos, incluso por años se vieron afectados, por ejemplo, en la reducción de sus espacios para estacionamiento, pues la calle, antes de cinco carriles informales hubo de sacrificar sus tres centrales para darle paso a los dos de la Ruta Troncal y un simpático camellón que, en algunos puntos, sería el asignado para las estaciones. Entonces, ninguno de los negocios volvió a ser el mismo, pues los clientes ya no pudieron estacionarse “afuerita” de determinado negocio, toda vez que interrumpían la poca circulación de automóviles que quedó. Y aunque la solución más práctica era estacionarse en calles aledañas, de todos es sabido que, si por la mayoría de los clientes fuera, el mundo del comercio se regiría por los autoservicios similares a los que hay en las cadenas de comida rápida o en algunos cajeros automáticos. Fueron pocos los que se animaron a caminar media cuadra, y en ese sentido, los que se mantuvieron fieles a la negociación afectada.  

Ciertamente, hubo locales que capotearon la situación porque tenían cajones para estacionamiento como parte de su infraestructura, como es lo deseable en cualquier proyecto arquitectónico moderno. El problema en esta zona de la Ocampo, consistió, de acuerdo a Montes y otros comerciantes que prefirieron el anonimato, es que la aplastante mayoría de los locales ahí fueron construidos en otros tiempos, donde el estacionamiento no se tomaba en cuenta y no era problema porque, incluso de dos sentidos como lo llegó a ser alguna vez, la avenida era demasiado generosa en espacio como para llegar a determinado comercio, bajarse del auto, hacer la compra y seguir con su camino. Además, el que un negocio “moderno” contara con cajones jamás fue garantía de buena venta con la instalación de la Ruta Troncal, y como ejemplo, una refaccionaria en la esquina con la Ponce de León quebró por nulas ventas, así como las negociaciones de la Plaza Ocampo, tres localitos ubicados frente al Parque Los Álamos, entre Justiniani y Zubirán. Para don José y sus compañeros, aquí se dio un curioso fenómeno de “reacción en cadena”. Primero empezaron a cerrar los negocios sin estacionamiento, luego, al comenzar a desolarse la avenida, a algunos de los que tenían cajones no se los llevó el tren, sino el entonces Vivebús, bautizado desde entonces por Montes y sus amigos como “estorbabús”.  

 

Amén de las quejas y deficiencias que presenta casi todos los días, una característica poco conocida de la conocida como “Ruta Troncal” es que el color rojo de sus autobuses hace perfecto juego con los números de los comerciantes de la Avenida Ocampo.

En efecto, al hecho de que este sistema de transporte se ha distinguido por la preeminencia de  comentarios negativos sobre los positivos acerca de él, y que van desde la pésima distribución de unidades que provocan sobrecupos en unas y vacíos en otras, hasta choferes con mala actitud, que aprovechan el internet de los camiones para “chatear” mientras conduce y se brincan semáforos en alto como si aún los esperara el “checador” en algún punto, hay que sumarle lo que se podría definir como “la ruta de la bancarrota”.

Basta un somero recorrido por la citada rúa, que comparte carriles con la troncal desde la calle Doblado hasta su fusión con la Fuentes Mares… y en ese mismo tramo podrá observarse que la mayoría de los negocios, otrora distintivos, han prácticamente desaparecidos.

Como pequeños botones de muestra se pueden mencionar “La Michoacana”, expendio de aguas frescas y botanas que se ubicaba entre la Juárez y la Victoria, o más adelante, la botica Ocampo, en la esquina de esta con la Mina. Casualmente, ambos negocios debían sus magníficas ventas a que sus aceras correspondían a las paradas de camión del anterior sistema de transporte. Pero luego llegó la nueva ruta, la troncal, y en aquellos sitios no se pararon ni las moscas, por lo que sus propietarios no tuvieron más remedio que cerrar.

A lo largo de toda la avenida, esta situación se replicó en similar o menor escala: algunos comerciantes apenas sobreviven. Mas donde se potencia el problema es cruzando la 20 de noviembre y siguiendo hacia el sur, área en la cual se han disparado las pérdidas para los locatarios, así como también la inseguridad y desagradables aspectos concernientes a obras públicas.

Don José Montes, propietario de un conocido taller eléctrico de la zona, conoce del tema. Su calvario comenzó, como el de muchos de sus compañeros, con la construcción de las obras del entonces conocido como Sistema Vivebús, a mediados de 2012.   Viene, viene… la crisis   Desde ese tiempo, propietarios de los negocios establecidos, incluso por años se vieron afectados, por ejemplo, en la reducción de sus espacios para estacionamiento, pues la calle, antes de cinco carriles informales hubo de sacrificar sus tres centrales para darle paso a los dos de la Ruta Troncal y un simpático camellón que, en algunos puntos, sería el asignado para las estaciones. Entonces, ninguno de los negocios volvió a ser el mismo, pues los clientes ya no pudieron estacionarse “afuerita” de determinado negocio, toda vez que interrumpían la poca circulación de automóviles que quedó. Y aunque la solución más práctica era estacionarse en calles aledañas, de todos es sabido que, si por la mayoría de los clientes fuera, el mundo del comercio se regiría por los autoservicios similares a los que hay en las cadenas de comida rápida o en algunos cajeros automáticos. Fueron pocos los que se animaron a caminar media cuadra, y en ese sentido, los que se mantuvieron fieles a la negociación afectada.  

Ciertamente, hubo locales que capotearon la situación porque tenían cajones para estacionamiento como parte de su infraestructura, como es lo deseable en cualquier proyecto arquitectónico moderno. El problema en esta zona de la Ocampo, consistió, de acuerdo a Montes y otros comerciantes que prefirieron el anonimato, es que la aplastante mayoría de los locales ahí fueron construidos en otros tiempos, donde el estacionamiento no se tomaba en cuenta y no era problema porque, incluso de dos sentidos como lo llegó a ser alguna vez, la avenida era demasiado generosa en espacio como para llegar a determinado comercio, bajarse del auto, hacer la compra y seguir con su camino. Además, el que un negocio “moderno” contara con cajones jamás fue garantía de buena venta con la instalación de la Ruta Troncal, y como ejemplo, una refaccionaria en la esquina con la Ponce de León quebró por nulas ventas, así como las negociaciones de la Plaza Ocampo, tres localitos ubicados frente al Parque Los Álamos, entre Justiniani y Zubirán. Para don José y sus compañeros, aquí se dio un curioso fenómeno de “reacción en cadena”. Primero empezaron a cerrar los negocios sin estacionamiento, luego, al comenzar a desolarse la avenida, a algunos de los que tenían cajones no se los llevó el tren, sino el entonces Vivebús, bautizado desde entonces por Montes y sus amigos como “estorbabús”.  

 

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