/ martes 5 de marzo de 2024

Hechos y criterios | Mentalidad divorcista

Hace cerca de veinte años se informaba que Chihuahua seguía a la vanguardia en el número de divorcios en la República (El Heraldo de Chihuahua, 8 de noviembre del 2004). La situación en cuanto al número de separaciones ha aumentado. En estas dos décadas los divorcios se han triplicado en el estado de acuerdo con datos del INEGI (El Heraldo de Chihuahua, 18 de febrero del 2024).

El hecho es que lo anterior ha creado un verdadero problema social que afecta a las nuevas generaciones y a la sociedad entera. Y es que existe una mentalidad ‘divorcista’, entendiendo por mentalidad un modo de ver y juzgar, de interpretar y de sentir, de actuar y de situarnos teórica y prácticamente frente a la vida en general.

En algunos que se van a casar hay esa mentalidad divorcista pensando en un “a ver cómo nos va” o en “si nos va mal, nos separamos”. La falta de preparación al matrimonio se hace evidente en muchos jóvenes y no tan jóvenes, que a veces lo toman como un pasatiempo y no como un compromiso. O bien algunos se casan para obtener algunos beneficios o derechos de los casados.

Muchos adultos, inmersos ellos mismos en situaciones familiares difíciles, no logran orientar a los muchachos sobre el ser y quehacer del matrimonio. En las escuelas, los grupos, los amigos…, se habla más del “sentir bonito”, del relacionarse hombres y mujeres por el gusto de hacerlo o por la atracción física; incluso en algunos se promueve el simple ‘vivir juntos’, lo cual también va en aumento.

El matrimonio, se ha expuesto hasta la saciedad, inicia con el noviazgo, entendido como una relación transitoria de la pareja para conocerse más como personas, y compartir intereses, actividades, ideales, valores y metas, y en base a ello tomar la decisión de contraer matrimonio. Algunas veces, por desgracia, el noviazgo se ha deformado y ha derivado en hechos que implican dominio, violencia o búsqueda de un placer inmediato.

El matrimonio –a pesar de la mentalidad divorcista- sigue siendo lo mejor que puede pasarle a aquellos que han creído en el amor (condición primaria y válida para casarse). Los cristianos estamos llamados a ser testigos de ese amor en medio del mundo, un amor que no es efímero y puede romperse por cualquier causa, sino que es “para siempre”, y que llena las expectativas humanas y las lleva a plenitud. Valoremos –los que estemos casados- nuestra propia unión y jamás pensemos que el divorcio es solución, menos si hay hijos de por medio. ¿Lo ven?


Hace cerca de veinte años se informaba que Chihuahua seguía a la vanguardia en el número de divorcios en la República (El Heraldo de Chihuahua, 8 de noviembre del 2004). La situación en cuanto al número de separaciones ha aumentado. En estas dos décadas los divorcios se han triplicado en el estado de acuerdo con datos del INEGI (El Heraldo de Chihuahua, 18 de febrero del 2024).

El hecho es que lo anterior ha creado un verdadero problema social que afecta a las nuevas generaciones y a la sociedad entera. Y es que existe una mentalidad ‘divorcista’, entendiendo por mentalidad un modo de ver y juzgar, de interpretar y de sentir, de actuar y de situarnos teórica y prácticamente frente a la vida en general.

En algunos que se van a casar hay esa mentalidad divorcista pensando en un “a ver cómo nos va” o en “si nos va mal, nos separamos”. La falta de preparación al matrimonio se hace evidente en muchos jóvenes y no tan jóvenes, que a veces lo toman como un pasatiempo y no como un compromiso. O bien algunos se casan para obtener algunos beneficios o derechos de los casados.

Muchos adultos, inmersos ellos mismos en situaciones familiares difíciles, no logran orientar a los muchachos sobre el ser y quehacer del matrimonio. En las escuelas, los grupos, los amigos…, se habla más del “sentir bonito”, del relacionarse hombres y mujeres por el gusto de hacerlo o por la atracción física; incluso en algunos se promueve el simple ‘vivir juntos’, lo cual también va en aumento.

El matrimonio, se ha expuesto hasta la saciedad, inicia con el noviazgo, entendido como una relación transitoria de la pareja para conocerse más como personas, y compartir intereses, actividades, ideales, valores y metas, y en base a ello tomar la decisión de contraer matrimonio. Algunas veces, por desgracia, el noviazgo se ha deformado y ha derivado en hechos que implican dominio, violencia o búsqueda de un placer inmediato.

El matrimonio –a pesar de la mentalidad divorcista- sigue siendo lo mejor que puede pasarle a aquellos que han creído en el amor (condición primaria y válida para casarse). Los cristianos estamos llamados a ser testigos de ese amor en medio del mundo, un amor que no es efímero y puede romperse por cualquier causa, sino que es “para siempre”, y que llena las expectativas humanas y las lleva a plenitud. Valoremos –los que estemos casados- nuestra propia unión y jamás pensemos que el divorcio es solución, menos si hay hijos de por medio. ¿Lo ven?