/ martes 9 de enero de 2024

Hechos y criterios | Priorizar la familia

Ya iniciamos el nuevo año. Los propósitos de muchas personas se encarrilan, mas también son muchos los que no llegan a término. Bueno es dar a cada intención una valoración adecuada con ánimo de dar prioridad a lo importante, pues algunas veces se deja de lado lo más esencial y se pone la mirada en cosas exteriores con menor valor o de plano superficial.

Hoy en muchas familias los padres dan más importancia al hecho de que sus hijos tengan una carrera universitaria, un buen empleo, una posición desahogada, que el fomentarles valores como la honestidad, el servicio a los demás, el agradecimiento, el respeto, la fraternidad, o las sanas relaciones con otros. Se pierde de vista el aporte que la familia puede ejercer al fomento de formación en hábitos y virtudes para que niños y jóvenes logren una mejor vida como personas.

Es en la familia, en el hogar, escuela del más rico humanismo, donde se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.

Un propósito importante en este año es dar prioridad a la familia, sea la formada por padre, madre e hijos o las de otro tipo. En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana».

En nuestro entorno la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla. Hay no pocas veces situaciones que la ensombrecen y deslucen como la desintegración familiar, el divorcio, la falta de comunicación entre esposos o entre padres e hijos, el uso constante del celular o los avances tecnológicos, el deseo de los jóvenes de hacer lo que les venga en gana, los “valores” o antivalores recibidos por los medios de comunicación o el uso indiscriminado de las redes sociales, el desapego de los padres por la sana educación y formación de sus hijos. Ciertamente existe respecto a la familia un conjunto de luces y sombras.

Fomentar los lazos familiares, luchar contra todo aquello que ensombrece y disgrega la relación conyugal, solicitar ayuda profesional cuando las cosas parecen no funcionar, apoyarse mutuamente los esposos al educar a sus vástagos, cuidar sus amistades y sus relaciones con el sexo opuesto, darles consejos, abrirse a expresarles su amor y responder a cualquier inquietud que tengan, entre muchas otras acciones, es un muy buen propósito -casi fundamental- para que este año camine con seguridad y paz.

Dejemos el buscar sacarse la lotería, el lograr acumular más dinero, la búsqueda desordenada de bienes materiales, el dar culto al cuerpo y otras cosas por el estilo. Busquemos los valores humanos, morales y espirituales. Démosle lustre a nuestra familia. ¿Lo ven?


Ya iniciamos el nuevo año. Los propósitos de muchas personas se encarrilan, mas también son muchos los que no llegan a término. Bueno es dar a cada intención una valoración adecuada con ánimo de dar prioridad a lo importante, pues algunas veces se deja de lado lo más esencial y se pone la mirada en cosas exteriores con menor valor o de plano superficial.

Hoy en muchas familias los padres dan más importancia al hecho de que sus hijos tengan una carrera universitaria, un buen empleo, una posición desahogada, que el fomentarles valores como la honestidad, el servicio a los demás, el agradecimiento, el respeto, la fraternidad, o las sanas relaciones con otros. Se pierde de vista el aporte que la familia puede ejercer al fomento de formación en hábitos y virtudes para que niños y jóvenes logren una mejor vida como personas.

Es en la familia, en el hogar, escuela del más rico humanismo, donde se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.

Un propósito importante en este año es dar prioridad a la familia, sea la formada por padre, madre e hijos o las de otro tipo. En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana».

En nuestro entorno la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla. Hay no pocas veces situaciones que la ensombrecen y deslucen como la desintegración familiar, el divorcio, la falta de comunicación entre esposos o entre padres e hijos, el uso constante del celular o los avances tecnológicos, el deseo de los jóvenes de hacer lo que les venga en gana, los “valores” o antivalores recibidos por los medios de comunicación o el uso indiscriminado de las redes sociales, el desapego de los padres por la sana educación y formación de sus hijos. Ciertamente existe respecto a la familia un conjunto de luces y sombras.

Fomentar los lazos familiares, luchar contra todo aquello que ensombrece y disgrega la relación conyugal, solicitar ayuda profesional cuando las cosas parecen no funcionar, apoyarse mutuamente los esposos al educar a sus vástagos, cuidar sus amistades y sus relaciones con el sexo opuesto, darles consejos, abrirse a expresarles su amor y responder a cualquier inquietud que tengan, entre muchas otras acciones, es un muy buen propósito -casi fundamental- para que este año camine con seguridad y paz.

Dejemos el buscar sacarse la lotería, el lograr acumular más dinero, la búsqueda desordenada de bienes materiales, el dar culto al cuerpo y otras cosas por el estilo. Busquemos los valores humanos, morales y espirituales. Démosle lustre a nuestra familia. ¿Lo ven?