/ viernes 8 de abril de 2022

¿Te sientes realizada?

Cuando una mujer se casa está llena de ilusiones que difícilmente pueden caber juntos en su cabeza y corazón: El amor a su esposo sabiéndose, y sintiéndose amada por el hombre al que se dedicará en cuerpo y alma por el resto de su vida; la ilusión de tener hijos y verlos crecer jugando con ellos y compartiendo sus alegrías y tristezas, éxitos y fracasos a lo largo de los años, siendo ella su mejor amiga, y el sueño de una casa hermosa para convertirla en un auténtico hogar.

Tradicionalmente las mujeres no solían ser tan ambiciosas en cuestiones materiales como solemos constatarlo hoy. La actitud de la mayoría iba dirigida a conformarse con lo que su esposo pudiera brindarles. Son múltiples los

factores que influyen en los requerimientos de las familias en la actualidad. La mujer se ha liberado, y ahora, en igualdad de circunstancias, tiene derecho a exigir más, pero con cierta frecuencia ese más es mucho, mucho más.

Por otra parte, la competencia se ha convertido en el sistema de vida para muchos de tal forma que el padre de familia, su mujer y los hijos han de tener, por lo menos, lo mismo que sus compañeros, parientes y vecinos para sentirse realizados. De lo contrario aparecerán sentimientos de tristeza, frustración, inseguridad e inferioridad y como consecuencia de todo ello, el mal humor con sus consabidas falta de paciencia y de respeto.

Poco a poco, sin saber cómo, nos hemos enfrascado en un sistema de vida que ha ido carcomiendo nuestra existencia. En ello influyen los nuevos roles que se han asignado a cada miembro de la familia. Además, la falta de una proyección trascendental que le dé sentido a todo lo que hacemos, pues al perderse el trato con Dios todo lo que somos y hacemos tiene un valor muy pobre que no alcanza a llenar nuestras ansias de felicidad.

Con el correr del tiempo, al no verse bien valoradas algunas no se sienten amadas por sus esposos, concluyendo que se casaron con quien no debían y, por si fuera poco, se dan cuenta que tampoco han conseguido formar a sus hijos en un sistema de valores forjados a base de virtudes, en gran parte porque nadie les enseñó a ser esposas, mamás, y educadoras. Con frecuencia se dan las faltas de respeto, sin olvidar la falta de apoyo del esposo cada vez que no refuerzan su autoridad frente a los hijos.

¿Te sientes realizada? es una pregunta que puede herir. No me extrañaría que al leer estas palabras más de una mujer suelte el llanto con esas lágrimas que queman cargadas de amargura.

Hace muchos años un sacerdote le dio a una señora este consejo: “Jamás permitas que tus hijos te falten al respeto”. Ahora bien, ese reconocimiento se consigue a base de coherencia, cariño y fortaleza con uno mismo y con los demás. Se dice fácil; sin embargo todos sabemos que vivir así toda la vida es muy difícil. Ahora bien, luchar en base a este programa será el único camino para conseguir que, aquellos sueños de la recién casada, lleguen a convertirse en realidad.


www.padrealejandro.org


Cuando una mujer se casa está llena de ilusiones que difícilmente pueden caber juntos en su cabeza y corazón: El amor a su esposo sabiéndose, y sintiéndose amada por el hombre al que se dedicará en cuerpo y alma por el resto de su vida; la ilusión de tener hijos y verlos crecer jugando con ellos y compartiendo sus alegrías y tristezas, éxitos y fracasos a lo largo de los años, siendo ella su mejor amiga, y el sueño de una casa hermosa para convertirla en un auténtico hogar.

Tradicionalmente las mujeres no solían ser tan ambiciosas en cuestiones materiales como solemos constatarlo hoy. La actitud de la mayoría iba dirigida a conformarse con lo que su esposo pudiera brindarles. Son múltiples los

factores que influyen en los requerimientos de las familias en la actualidad. La mujer se ha liberado, y ahora, en igualdad de circunstancias, tiene derecho a exigir más, pero con cierta frecuencia ese más es mucho, mucho más.

Por otra parte, la competencia se ha convertido en el sistema de vida para muchos de tal forma que el padre de familia, su mujer y los hijos han de tener, por lo menos, lo mismo que sus compañeros, parientes y vecinos para sentirse realizados. De lo contrario aparecerán sentimientos de tristeza, frustración, inseguridad e inferioridad y como consecuencia de todo ello, el mal humor con sus consabidas falta de paciencia y de respeto.

Poco a poco, sin saber cómo, nos hemos enfrascado en un sistema de vida que ha ido carcomiendo nuestra existencia. En ello influyen los nuevos roles que se han asignado a cada miembro de la familia. Además, la falta de una proyección trascendental que le dé sentido a todo lo que hacemos, pues al perderse el trato con Dios todo lo que somos y hacemos tiene un valor muy pobre que no alcanza a llenar nuestras ansias de felicidad.

Con el correr del tiempo, al no verse bien valoradas algunas no se sienten amadas por sus esposos, concluyendo que se casaron con quien no debían y, por si fuera poco, se dan cuenta que tampoco han conseguido formar a sus hijos en un sistema de valores forjados a base de virtudes, en gran parte porque nadie les enseñó a ser esposas, mamás, y educadoras. Con frecuencia se dan las faltas de respeto, sin olvidar la falta de apoyo del esposo cada vez que no refuerzan su autoridad frente a los hijos.

¿Te sientes realizada? es una pregunta que puede herir. No me extrañaría que al leer estas palabras más de una mujer suelte el llanto con esas lágrimas que queman cargadas de amargura.

Hace muchos años un sacerdote le dio a una señora este consejo: “Jamás permitas que tus hijos te falten al respeto”. Ahora bien, ese reconocimiento se consigue a base de coherencia, cariño y fortaleza con uno mismo y con los demás. Se dice fácil; sin embargo todos sabemos que vivir así toda la vida es muy difícil. Ahora bien, luchar en base a este programa será el único camino para conseguir que, aquellos sueños de la recién casada, lleguen a convertirse en realidad.


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