¿Te imaginas poder comer todo lo que quieras sin nunca llenarte? La historia registra el caso de un hombre que podía comer sin sentirse lleno, además de ser capaz de ingerir ladrillos, gatos o cachorros de perro. Y como era de esperarse, este caso no tuvo un desarrollo ni una conclusión feliz. Pero sí dejó muchas preguntas abiertas para médicos y estudiosos de la biología humana.
En la tumultuosa Francia de finales del siglo XVIII, surgió un personaje único que desafió a la ciencia y dejó a todos perplejos con su capacidad de devorar toda clase de objetos y animales sin demostrar molestias. Tarrare, nacido en Lyon en 1772, le tocó una época convulsa de la historia de su país y también un tiempo difícil para las personas que enfrentaban una condición genética especial, en la que frecuentemente sufrían maltratos y vejaciones. Conocemos su historia porque es considerado un caso médico que quedó registrado en publicaciones como Anomalías y curiosidades de la Medicina de George Gould y Walter Pyle.
Desde temprana edad, Tarrare mostró un apetito incontrolable, capaz de devorar cantidades asombrosas de alimentos. Fue corrido de su hogar en la adolescencia, se unió a una banda de ladrones y prostitutas, antes de encontrar su lugar como artista callejero en los bulliciosos bulevares de París. Sus actuaciones eran más que sorprendentes: tragaba objetos y se atrevía a comer animales vivos, dejando al público atónito.
Su vida tomó un giro aún más peculiar durante la Guerra de la Primera Coalición cuando se unió al Ejército Revolucionario Francés. Entonces un general, queriendo hacer uso de sus habilidades, lo empleó como mensajero con la esperanza de que pudiera llevar documentos cruciales a través de las líneas enemigas. Sin embargo, la cosas no salieron como se esperaban, ya que Tarrare fue capturado por el ejército prusiano y sometido a abusos antes de regresar a las filas francesas.
La extraña saga de Tarrare continuó cuando, debido a su apetito insaciable, se convirtió en sujeto de experimentos médicos. Su capacidad para ingerir cantidades descomunales de comida, animales vivos y objetos extraños asombró a los médicos de la época. Incluso se aventuró a intentar beber la sangre de otros pacientes, lo que generó consternación y desconfianza.
Expulsado del hospital bajo sospechas de que pudo haberse comido un bebé, Tarrare reapareció en Versalles cuatro años después, pero esta vez con un destino trágico. Sufría de tuberculosis aguda y finalmente sucumbió tras un prolongado episodio de diarrea, poniendo fin a la vida de uno de los personajes más enigmáticos de la historia.
Una explicación posible
Más allá de sus desventuras, la descripción física de Tarrare añade un misterio adicional. A pesar de su inusual dieta, mantenía una complexión delgada y una estatura promedio, pesando tan solo 45 kilos a los diecisiete años. Su apariencia, con cabello fino y claro, una boca excepcionalmente grande y dientes manchados, desafiaba cualquier explicación lógica. Cuando no comía, su piel colgaba, pero cuando estaba lleno, su abdomen se hinchaba como un globo.
Los intentos de curar su apetito incontrolable mediante tratamientos médicos fueron en vano. Su olor corporal nauseabundo, sus ojos sanguinolentos y su letargo eran tan desconcertantes como sus hábitos alimentarios. Aunque se especula sobre causas como daño en la amígdala o hipertiroidismo, el misterio de Tarrare persiste, ya que fue el único de su tiempo con un caso similar documentado.
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En la encrucijada entre lo extraordinario y lo desconocido, la historia de Tarrare sigue siendo un enigma fascinante que despierta la curiosidad sobre los límites de la naturaleza humana y la complejidad de la mente y el cuerpo.
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