/ jueves 22 de septiembre de 2016

Chihuahua se Inunda (1932)

Autor: Oscar Viramontes Olivas 

Muy buenos días reciban bendiciones todos loslectores de Magazine y de esta sección Crónicas Urbanas de ElHeraldo de Chihuahua, recordando que hace 84 años, la ciudad deChihuahua recibiría una temporada lluviosa muy intensa queprovocó un verdadero caos en distintos sectores y en dondefinalmente hizo rugir al río Chuvíscar como nunca. Espero sea desu interés y agrado, ya que esta página también de¡Colección!

El río Chuvíscar ha sido uno de los pilaresfundamentales en la existencia de esta ciudad de Chihuahua ya quesabemos que el origen de la fundación de San Francisco de Cuellaren 1709, se debió a la presencia de dos importantes flujos de aguaque cruzaban esta región y es precisamente el Chuvíscar que corredesde la zona de sierra Azul en el oeste y desemboca en las aguasdel río Conchos. Así mismo el río Sacramento, que inicia en lasierra de Majalca al noroeste de la ciudad y se une al primero enla Junta de los Ríos. Es probable, que este acontecimiento que seexperimentó en la ciudad de Chihuahua, pocos lo recuerden, o a lomejor se haya borrado de la mente de sus habitantes, pero hoy,cuando se recuerdan eventos más recientes como la tromba de 1990 ylas actuales precipitaciones que han causado importantes efectossobre algunos municipios de la entidad. Un hecho también demagnitudes insospechadas, ocurriría al inicio de la década de losaños treinta en el siglo XX un 26 de agosto, año llovedor no soloen la Capital, sino en la mayoría del estado, lo que habíaocasionado graves inundaciones en toda la zona del ríoConchos.

Era una noche cuando una distinguida persona dela ciudad, el profesor don Antonio Olivas Robles, conocedor einterpretador de las condiciones meteorológicas empíricascomentaba a los reporteros de El Heraldo de Chihuahua el día 15 deagosto de 1932 que para finales del mes, las lluvias se vendríancon toda su intensidad, lo que los informadores le cuestionaron decómo sabía que se iba a presentar un temporal intenso, lo que elprofesor respondió: “Miren jóvenes, el movimiento de las nubesque se ha observado en los últimos días y la coloración intensadel cielo junto con un viento ligerito que proviene del pacífico,serán determinantes para que las lluvias sean muy fuertes, por loque hay que estar

prevenidos”. Lo mencionado por Olivas Robles,tal vez no fue tomado muy en cuenta y menos el jefe del serviciometeorológico del estado de Chihuahua el profesor Refugio Lara,quien desmentía lo dicho por el profesor en la edición de ElHeraldo de Chihuahua del 17 de agosto de 1932. Pero la hoja delcalendario mostraba que el día 26 del citado mes, cuando algunosnubarrones empezaron a subir a eso de las 12 del día, llamaban laatención de lo espeso y negras que estaban esas nubes. Chihuahua,en aquella ocasión era una ciudad pequeña, poco urbanizada ydonde los diferentes arroyos que la cruzaban todavía seencontraban “desnudos” y no canalizados como el Chuvíscar. Fueentonces que para las 17:00 horas ya con el cielo completamentecerrado, los relámpagos empezaron a iluminarlo, acompañado defuertes truenos que retumbaban las viviendas y negocios de laprecaria población. Fue así que una hora más tarde, untorrencial aguacero se abatiría sobre el suelo que semanas anteshabía estado seco por falta de lluvia. En pocos minutos, losdiferentes arroyos empezaron a llevar un volumen importante deagua, lo que se convertirían en afluentes sin control. Seobservaban también como los arroyos La Canoa, Manteca, Santa Rita,El Mimbre y otros, como empezaban a estar rebosantes y con unafuria que desembocaban a su destino final, el ríoChuviscar.

Pasaron las horas y el aguacero seguía sinparar lo que también empezaba a ocasionar serios daños ynumerosos derrumbes de casas por diversos rumbos, especialmentesobre los márgenes del río Chuviscar que en pocas horas delluvia, ya traía un enorme caudal que se había salido de sucauce, arrasando alrededor de 70 humildes casas de moradores en eltramo comprendido entre las calles 11 y 29ª. La creciente delChuvíscar que en años no había alcanzado las proporciones que seestaban observando a partir de los días 27, 28, 29 y viernes 30 deagosto de 1932, lo que vino a sembrar la alarma entre los numerososhabitantes de las inmediaciones de la ribera, por lo que tuvieronque salirse de las casas y sacar lo que pudieron para ponerlo asalvo, contándose entre estos el taller de carpintería del señorLuis M. Márquez, ingeniero constructor establecido en laterminación de la calle Venustiano Carranza, donde las aguas sehabían llevado lamentablemente una cantidad regular de madera.Otras muchas casas habían sufrido derrumbes y algunasdesaparecieron totalmente, calculándose en cerca de setenta lasque hasta la noche del viernes habían sufrido los perjuicio de loque estamos comentando, citándose las siguientes: un garaje en laavenida Cuauhtémoc 2014, un cuarto en la casa de la esquina de lascalles Ojinaga y Quinta; varias casas de la calle Cuarta cerca delrío; una en la calle Octava y Ochoa; las piezas del frente de lasviviendas con el número 1206 y 1208 de la calle Aldama, habitadasrespectivamente por los señores Ignacio Chávez Rosas y Gonzalo A.Gutiérrez; una pieza en la avenida Independencia, cerca delSanatorio Maíz y otras muchas a las que se les habían venidoabajo los techos y cuya lista resultaría demasiado largacitar.

Las labores agrícolas fueron destruidas ymuchos campesinos que tenían siembras en los márgenes del ríoChuvíscar con maíz y frijol las perderían totalmente, pues lacorriente les había invadido cavando con ellas por completo conespecialidad en el tramo debajo de Catedral entre La Junta y elsector de Tabaloapa. No podría precisarse sobre el número decabezas de ganado que habían sido arrastradas por las aguasenfurecidas del río, pero sabemos que algunas provenían de unrancho muy cercano a la presa

con el mismo nombre, desapareciendo tambiénvarias casas y como veinte cabras. Empezaron a llegar mensajes a laredacción de El Heraldo vía telegrama, así como diversosconductos donde se informaba que las fuertes lluvias habíanabarcado una enorme extensión hasta Ciudad Juárez, donde sehabían experimentado inundaciones y por la región de la sierra,según se informaba. Algunas familias que se habían abstenido deabandonar sus casas en el extremo de la calle 25ª ½, porconsiderarse a salvo al contar sus viviendas con sólidos cimientosde cal y canto, a las doce de la noche, tuvieron que salirdespavoridos estando a punto de perecer ahogadas, pues a esa horala corriente del río había aumentado en grandes proporciones y enpocos minutos arrastraría la mayor parte de las casas, sucediendocosa igual en la calle Cuarta y en todas las calles intermedias enlas márgenes del río; también en la 27ª, las residenciasinmediatas, sufrirían las consecuencias de la inundación,teniendo la policía y el H. Cuerpo de Bomberos una actividadintensa y ahí estaban el señor Raúl Mendiolea y otros agentesque acudieron para prestar auxilio a los vecinos del barrio delPuerto de San Pedro, Los Álamos, Centro y Santo Niño.

“Se nos dijo así mismo –comentabaMendiolea- que durante la noche que fue cuando la lluvia arrecióel cauce del río que normalmente había sido de treinta y cincometros y que llegó a alcanzar más de cien metros, estabaaumentado en forma verdaderamente extraordinaria, pues subíaquince centímetros por hora, habiendo partes donde su profundidadera de cuatro metros ochenta centímetros. Esto jamás se habíavisto en el río Chuviscar y por lo tanto, se temía que podríaocasionar mayores consecuencias”. Hasta el momento de cerrar laedición del día 30 de agosto, no se tenían noticias de que sehubieren registrado desgracias personales, pero si materiales deconsideración, especialmente entre las clases humildes quehabitaban en las inmediaciones del río. Por supuesto, es muy rarola casa donde no se haya goteado los techos, siendo incontablesaquellas donde materialmente no había rincón donde acomodar lascamas para dormir y por lo tanto, fueron muchísimas las personasque pasaron las noche en vela. El inspector general de policía,señor Ceballos y el presidente municipal don José E. Tapia, eljefe de las Comisiones de Seguridad, señor Raúl Mendiolea Z. ydemás funcionarios policiacos y municipales, estarían presentesdesde las primeras horas del día dirigiendo las obras de defensasobre el margen del río Chuviscar”.

Los derrumbes ocasionados en la ciudad porconsecuencia de las lluvias que estuvieron desatándose en lapoblación el ´viernes último con numerosas pérdidas en losdiferentes sectores de la ciudad. Los moradores de la margenderecha, tuvieron que salir apresuradamente para ponerse a salvo,lo mismo que a sus muebles. Las autoridades comentaban yespecíficamente el servicio meteorológico: “Según los partes,durante el día primero de septiembre habría un cambio favorableque casi seguro terminarían las lluvias, sin embargo, solodescansaremos por unos cuatros días, pues para el día 5 o 6 deseptiembre, se iniciará un nuevo temporal. Los aparatos estánregistrando 30 centímetros (300 mm) de lluvia caída

durante tres días y en cuanto a la temperaturase han experimentado un descenso de 12 grados. La corriente delarroyo de Santa Rita, que atraviesa la ciudad por las calles 26ª yla prolongación del Paseo Bolivar, calle 18ª para salir al ríoChuvíscar por la 14ª, había arrastrado a un niño de doce añossegún algunas mujeres que gritaban de manera desesperada al ver almuchacho que se lo llevaba la corriente allá por la colonia Rubio.Según el dicho de las declaraciones por la fuerza del aguacero quehabía caído a las trece horas del día 29, un niño de 12 añoshabía caído irremediablemente al arroyo de Santa Rita sin que sepudieran identificar por las autoridades las cuales, se dieron a latarea de vigilar los márgenes del arroyo antes mencionado asícomo del río Chuviscar. Al parecer, el niño que la corrientehabía arrastrado llevaba por nombre Pablo Márquez de 12 añoscuyo domicilio era en la colonia Rubio. El padre de este joven quellevaba el mismo nombre se había trasladado a la SegundaComisaría para dar parte del extravío de su hijo quién segúnmanifestaba, había salido en compañía de su hermano menor,volviendo este solo. Al preguntarle al otro niño por su hermano,dijo que lo había visto atravesar el arroyo, pero él habíacorrido a su casa por lo que no supo la suerte que había corridoPablo. De esta manera el caso de este niño como de algunos ademásde los daños materiales, fueron los saldos de la fuerteinundación ocurrida en Chihuahua en 1932.

Chihuahua se Inunda (1932), forma parte de losArchivos Perdidos de las Crónicas Urbanas. Si usted tieneinformación que quiera compartir para esta sección y si deseaadquirir los libros: “Los Archivos Perdidos de las CrónicasUrbanas” Tomo I, II y III, puede llamar al celular 614 427 52-54y con gusto se lo llevamos a domicilio o bien adquiéralo en lalibrería Kosmos, La Prensa y próximamente en la Luz delDía.

Fuentes

Presidentes Municipales, Sala de Cabildo enPresidencia Municipal de Chihuahua.

Archivo Histórico de la Ciudad deChihuahua.

Niño: www. Dzimirsky.com

Autor: Oscar Viramontes Olivas 

Muy buenos días reciban bendiciones todos loslectores de Magazine y de esta sección Crónicas Urbanas de ElHeraldo de Chihuahua, recordando que hace 84 años, la ciudad deChihuahua recibiría una temporada lluviosa muy intensa queprovocó un verdadero caos en distintos sectores y en dondefinalmente hizo rugir al río Chuvíscar como nunca. Espero sea desu interés y agrado, ya que esta página también de¡Colección!

El río Chuvíscar ha sido uno de los pilaresfundamentales en la existencia de esta ciudad de Chihuahua ya quesabemos que el origen de la fundación de San Francisco de Cuellaren 1709, se debió a la presencia de dos importantes flujos de aguaque cruzaban esta región y es precisamente el Chuvíscar que corredesde la zona de sierra Azul en el oeste y desemboca en las aguasdel río Conchos. Así mismo el río Sacramento, que inicia en lasierra de Majalca al noroeste de la ciudad y se une al primero enla Junta de los Ríos. Es probable, que este acontecimiento que seexperimentó en la ciudad de Chihuahua, pocos lo recuerden, o a lomejor se haya borrado de la mente de sus habitantes, pero hoy,cuando se recuerdan eventos más recientes como la tromba de 1990 ylas actuales precipitaciones que han causado importantes efectossobre algunos municipios de la entidad. Un hecho también demagnitudes insospechadas, ocurriría al inicio de la década de losaños treinta en el siglo XX un 26 de agosto, año llovedor no soloen la Capital, sino en la mayoría del estado, lo que habíaocasionado graves inundaciones en toda la zona del ríoConchos.

Era una noche cuando una distinguida persona dela ciudad, el profesor don Antonio Olivas Robles, conocedor einterpretador de las condiciones meteorológicas empíricascomentaba a los reporteros de El Heraldo de Chihuahua el día 15 deagosto de 1932 que para finales del mes, las lluvias se vendríancon toda su intensidad, lo que los informadores le cuestionaron decómo sabía que se iba a presentar un temporal intenso, lo que elprofesor respondió: “Miren jóvenes, el movimiento de las nubesque se ha observado en los últimos días y la coloración intensadel cielo junto con un viento ligerito que proviene del pacífico,serán determinantes para que las lluvias sean muy fuertes, por loque hay que estar

prevenidos”. Lo mencionado por Olivas Robles,tal vez no fue tomado muy en cuenta y menos el jefe del serviciometeorológico del estado de Chihuahua el profesor Refugio Lara,quien desmentía lo dicho por el profesor en la edición de ElHeraldo de Chihuahua del 17 de agosto de 1932. Pero la hoja delcalendario mostraba que el día 26 del citado mes, cuando algunosnubarrones empezaron a subir a eso de las 12 del día, llamaban laatención de lo espeso y negras que estaban esas nubes. Chihuahua,en aquella ocasión era una ciudad pequeña, poco urbanizada ydonde los diferentes arroyos que la cruzaban todavía seencontraban “desnudos” y no canalizados como el Chuvíscar. Fueentonces que para las 17:00 horas ya con el cielo completamentecerrado, los relámpagos empezaron a iluminarlo, acompañado defuertes truenos que retumbaban las viviendas y negocios de laprecaria población. Fue así que una hora más tarde, untorrencial aguacero se abatiría sobre el suelo que semanas anteshabía estado seco por falta de lluvia. En pocos minutos, losdiferentes arroyos empezaron a llevar un volumen importante deagua, lo que se convertirían en afluentes sin control. Seobservaban también como los arroyos La Canoa, Manteca, Santa Rita,El Mimbre y otros, como empezaban a estar rebosantes y con unafuria que desembocaban a su destino final, el ríoChuviscar.

Pasaron las horas y el aguacero seguía sinparar lo que también empezaba a ocasionar serios daños ynumerosos derrumbes de casas por diversos rumbos, especialmentesobre los márgenes del río Chuviscar que en pocas horas delluvia, ya traía un enorme caudal que se había salido de sucauce, arrasando alrededor de 70 humildes casas de moradores en eltramo comprendido entre las calles 11 y 29ª. La creciente delChuvíscar que en años no había alcanzado las proporciones que seestaban observando a partir de los días 27, 28, 29 y viernes 30 deagosto de 1932, lo que vino a sembrar la alarma entre los numerososhabitantes de las inmediaciones de la ribera, por lo que tuvieronque salirse de las casas y sacar lo que pudieron para ponerlo asalvo, contándose entre estos el taller de carpintería del señorLuis M. Márquez, ingeniero constructor establecido en laterminación de la calle Venustiano Carranza, donde las aguas sehabían llevado lamentablemente una cantidad regular de madera.Otras muchas casas habían sufrido derrumbes y algunasdesaparecieron totalmente, calculándose en cerca de setenta lasque hasta la noche del viernes habían sufrido los perjuicio de loque estamos comentando, citándose las siguientes: un garaje en laavenida Cuauhtémoc 2014, un cuarto en la casa de la esquina de lascalles Ojinaga y Quinta; varias casas de la calle Cuarta cerca delrío; una en la calle Octava y Ochoa; las piezas del frente de lasviviendas con el número 1206 y 1208 de la calle Aldama, habitadasrespectivamente por los señores Ignacio Chávez Rosas y Gonzalo A.Gutiérrez; una pieza en la avenida Independencia, cerca delSanatorio Maíz y otras muchas a las que se les habían venidoabajo los techos y cuya lista resultaría demasiado largacitar.

Las labores agrícolas fueron destruidas ymuchos campesinos que tenían siembras en los márgenes del ríoChuvíscar con maíz y frijol las perderían totalmente, pues lacorriente les había invadido cavando con ellas por completo conespecialidad en el tramo debajo de Catedral entre La Junta y elsector de Tabaloapa. No podría precisarse sobre el número decabezas de ganado que habían sido arrastradas por las aguasenfurecidas del río, pero sabemos que algunas provenían de unrancho muy cercano a la presa

con el mismo nombre, desapareciendo tambiénvarias casas y como veinte cabras. Empezaron a llegar mensajes a laredacción de El Heraldo vía telegrama, así como diversosconductos donde se informaba que las fuertes lluvias habíanabarcado una enorme extensión hasta Ciudad Juárez, donde sehabían experimentado inundaciones y por la región de la sierra,según se informaba. Algunas familias que se habían abstenido deabandonar sus casas en el extremo de la calle 25ª ½, porconsiderarse a salvo al contar sus viviendas con sólidos cimientosde cal y canto, a las doce de la noche, tuvieron que salirdespavoridos estando a punto de perecer ahogadas, pues a esa horala corriente del río había aumentado en grandes proporciones y enpocos minutos arrastraría la mayor parte de las casas, sucediendocosa igual en la calle Cuarta y en todas las calles intermedias enlas márgenes del río; también en la 27ª, las residenciasinmediatas, sufrirían las consecuencias de la inundación,teniendo la policía y el H. Cuerpo de Bomberos una actividadintensa y ahí estaban el señor Raúl Mendiolea y otros agentesque acudieron para prestar auxilio a los vecinos del barrio delPuerto de San Pedro, Los Álamos, Centro y Santo Niño.

“Se nos dijo así mismo –comentabaMendiolea- que durante la noche que fue cuando la lluvia arrecióel cauce del río que normalmente había sido de treinta y cincometros y que llegó a alcanzar más de cien metros, estabaaumentado en forma verdaderamente extraordinaria, pues subíaquince centímetros por hora, habiendo partes donde su profundidadera de cuatro metros ochenta centímetros. Esto jamás se habíavisto en el río Chuviscar y por lo tanto, se temía que podríaocasionar mayores consecuencias”. Hasta el momento de cerrar laedición del día 30 de agosto, no se tenían noticias de que sehubieren registrado desgracias personales, pero si materiales deconsideración, especialmente entre las clases humildes quehabitaban en las inmediaciones del río. Por supuesto, es muy rarola casa donde no se haya goteado los techos, siendo incontablesaquellas donde materialmente no había rincón donde acomodar lascamas para dormir y por lo tanto, fueron muchísimas las personasque pasaron las noche en vela. El inspector general de policía,señor Ceballos y el presidente municipal don José E. Tapia, eljefe de las Comisiones de Seguridad, señor Raúl Mendiolea Z. ydemás funcionarios policiacos y municipales, estarían presentesdesde las primeras horas del día dirigiendo las obras de defensasobre el margen del río Chuviscar”.

Los derrumbes ocasionados en la ciudad porconsecuencia de las lluvias que estuvieron desatándose en lapoblación el ´viernes último con numerosas pérdidas en losdiferentes sectores de la ciudad. Los moradores de la margenderecha, tuvieron que salir apresuradamente para ponerse a salvo,lo mismo que a sus muebles. Las autoridades comentaban yespecíficamente el servicio meteorológico: “Según los partes,durante el día primero de septiembre habría un cambio favorableque casi seguro terminarían las lluvias, sin embargo, solodescansaremos por unos cuatros días, pues para el día 5 o 6 deseptiembre, se iniciará un nuevo temporal. Los aparatos estánregistrando 30 centímetros (300 mm) de lluvia caída

durante tres días y en cuanto a la temperaturase han experimentado un descenso de 12 grados. La corriente delarroyo de Santa Rita, que atraviesa la ciudad por las calles 26ª yla prolongación del Paseo Bolivar, calle 18ª para salir al ríoChuvíscar por la 14ª, había arrastrado a un niño de doce añossegún algunas mujeres que gritaban de manera desesperada al ver almuchacho que se lo llevaba la corriente allá por la colonia Rubio.Según el dicho de las declaraciones por la fuerza del aguacero quehabía caído a las trece horas del día 29, un niño de 12 añoshabía caído irremediablemente al arroyo de Santa Rita sin que sepudieran identificar por las autoridades las cuales, se dieron a latarea de vigilar los márgenes del arroyo antes mencionado asícomo del río Chuviscar. Al parecer, el niño que la corrientehabía arrastrado llevaba por nombre Pablo Márquez de 12 añoscuyo domicilio era en la colonia Rubio. El padre de este joven quellevaba el mismo nombre se había trasladado a la SegundaComisaría para dar parte del extravío de su hijo quién segúnmanifestaba, había salido en compañía de su hermano menor,volviendo este solo. Al preguntarle al otro niño por su hermano,dijo que lo había visto atravesar el arroyo, pero él habíacorrido a su casa por lo que no supo la suerte que había corridoPablo. De esta manera el caso de este niño como de algunos ademásde los daños materiales, fueron los saldos de la fuerteinundación ocurrida en Chihuahua en 1932.

Chihuahua se Inunda (1932), forma parte de losArchivos Perdidos de las Crónicas Urbanas. Si usted tieneinformación que quiera compartir para esta sección y si deseaadquirir los libros: “Los Archivos Perdidos de las CrónicasUrbanas” Tomo I, II y III, puede llamar al celular 614 427 52-54y con gusto se lo llevamos a domicilio o bien adquiéralo en lalibrería Kosmos, La Prensa y próximamente en la Luz delDía.

Fuentes

Presidentes Municipales, Sala de Cabildo enPresidencia Municipal de Chihuahua.

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